Democráticos, pero no tanto

El panorama entre los principales candidatos presidenciales es desconcertante. Uno, vende la ficción de que no tiene nada que ver con este gobierno, a tono con lo que hacen las figuras que impulsaron la coalición. Otros, buscan salir a salvo de su interna mientras se destrozan con total prolijidad, sin prisa ni pausas. Un tercero hace circular versiones de que tiene contactos con el más allá, desde donde, al parecer, lo asesorarán si tuviera que gobernar.

Los datos son fríos y, aunque algunos lo pongan en duda, neutrales. Entonces, hay dos datos a los que conviene prestar atención: 1) 4,7 millones de argentinos no han concurrido a votar en las elecciones realizadas hasta ahora en las provincias y 2) la cantidad de latinoamericanos que respalda la democracia cayó 15 puntos: de 63% en 2010 a 48% en 2023.

Un informe de Bernardo Vázquez, en Clarín, es revelador respecto del primero. La inasistencia a las urnas en 16 provincias que realizaron elecciones primarias y generales en lo que va del año promedia 31,7%. Este número no incluye a quienes fueron a votar, pero lo hicieron en blanco o anularon su voto, otro fenómeno que hace encender luces de alerta.

El récord de faltazos lo tuvo Chaco con 41,64% de personas que no votaron. Las otras provincias con cifras fuertes son Santa Fe, 35,5% no votó en las PASO; Mendoza, 33,68% no concurrió y la ciudad de Córdoba, donde el ausentismo para elegir intendente alcanzó 40%. Llama la atención por tratarse de distritos considerados con una cultura institucional superior al promedio.

Sirve hacer foco en Mendoza. En las elecciones primarias de junio cayó más de 10 puntos la asistencia respecto de comicios anteriores. Mientras en 2015 y 2019 rondó 77%, en 2023 fue 66,32%. Traducido a personas, 987.360 mendocinos decidieron quedarse en sus casas. Con un elemento adicional, de los que fueron, 6,31% votó en blanco y 6,27% fueron votos nulos. En total, 46,26% de los mendocinos no votó o lo hizo en forma negativa.

Para colmo, se vienen cuatro meses frenéticos. De acá a noviembre tendremos que ir a votar hasta cinco veces. Serán elecciones municipales, provinciales y nacionales, separadas quirúrgicamente para resguardar los intereses de quienes gobiernan en cada distrito. La estampida de gobernadores oficialistas, por caso, buscó evitar el efecto contagio de una gestión nacional que, según relevamientos recientes, desaprueba más de 80% de los argentinos.

El panorama entre los principales candidatos es desconcertante. Uno, vende la ficción de que no tiene nada que ver con este gobierno, a tono con lo que hacen las figuras que impulsaron la coalición. Otros, buscan salir a salvo de su interna mientras se destrozan con total prolijidad, sin prisa ni pausas. Un tercero hace circular versiones de que tiene contactos con el más allá, desde donde, al parecer, lo asesorarán si tuviera que gobernar.

Los discursos de esta campaña presidencial están dominados por el miedo, el grito, la amenaza. En un país necesitado de un mínimo de acuerdos, de propuestas de salida, una porción mayoritaria de los argentinos parece preferir el enfrentamiento, el ellos o nosotros, el todo o nada. Asi, convocar a consensos aparece como disruptivo.

¿Cómo se lleva la inflación a un índice razonable? ¿Cómo se incentiva la creación de empleo de calidad? ¿Cómo se hace para lograr orden y seguridad? ¿Cómo se establecen relaciones internacionales con mentalidad estratégica? Difícil saberlo con este contexto discursivo.

“Ya no queda capital social para absorber los errores que cometen los gobiernos” explica la encuesta que Latinobarómetro difundió hace algunos días. “Lo que ha fracasado no es la democracia sino que los gobiernos se han desplomado y han generado una demanda de populismos, de autoritarismos, porque en diez años no han podido cambiar las condiciones de vida de la población” agrega Marta Lagos, directora de la organización.

Latinobarómetro releva la evolución de las percepciones sobre el sistema democrático en nuestra región. La última revela que a 28% de los habitantes de los diecisiete países que abarcó el último informe les da lo mismo vivir en un gobierno democrático o en uno autoritario. Creció 10 puntos respecto de 2010.

Lo más preocupante es que la tendencia al autoritarismo crece entre los más jóvenes: 20% de quienes tienen entre 18 y 25 años adhiere a este tipo de salidas, contra apenas 13% de quienes tienen más de 60 años. Las crisis económicas y, como consecuencia, el aumento de la pobreza y la desigualdad empuja esa búsqueda de atajos que ofrecen soluciones rápidas.

Sería un clima de época. Hay un retroceso de la democracia en el mundo. El Democracy Index, que elabora el semanario londinense The Economist, señala que son apenas 24 los países del mundo con democracias plenas y que sólo 8% de la población mundial vive en regímenes con plenas libertades institucionales.

Justo ahora que la Argentina celebra 40 años ininterrumpidos de vigencia de la legalidad política, al menos, el informe de Latinobarómetro deja un dato alentador: nuestro país es el segundo con mayor índice de respaldo a la democracia en la región, 62%. Sólo superado por Uruguay, que alcanza 69%. Coincide aproximadamente con las cifras de presentismo que van arrojando las elecciones. Muy lejos de 85% que votó en 1983 y 1989, pero también de 80% que votó en 2015.

Politólogos advierten que, ahora, los sistemas democráticos se corroen desde adentro, incluso cuando en apariencia se respeten las reglas del sistema. La clave está en el sentido del voto, en las ideas y el tipo de liderazgos que son respaldados en las urnas. Si no, sólo quedará fingir demencia.

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