Cristina erró un penal

Si en lugar de renunciar a ser candidata hubiera renunciado a su cargo de vicepresidenta, habría descolocado a la oposición y al amplio sector del país que duda de todo lo que dice y está convencido de que siempre buscará blindarse.

Cristina erró un penal
Cristina Kirchner habló tras conocer su condena por fraude al Estado. Foto: Captura de video

Pudo hacer una jugada de alto impacto. Si en lugar de esa renuncia en el aire a ser candidata a algo en el 2023, Cristina Kirchner hubiera renunciado a la vicepresidencia, habría causado un verdadero sismo político, desacomodando todas las fichas de un tablero en el que el oficialismo no está bien posicionado. Y también habría convertido la condena que le dictaron los jueces en un boomerang que se volvería contra ellos.

Renunciando a su cargo habría descolocado a la oposición y al amplio sector del país que duda de todo lo que dice y está convencido de que siempre buscará blindarse de fueros para evitar que la condena se efectivice.

A simple vista, aparecería despojándose de fueros, aunque en realidad no correría riesgo alguno.

A diferencia de la renuncia de Chacho Álvarez, que carecía de una justificación para abandonar un cargo electivo, Cristina tenía una gran excusa, la justificación que ningún opositor podría cuestionar fácilmente y que impactaría contra los jueces y fiscales que le impusieron un veredicto lapidario.

Esa justificación es la misma que utilizó para una decisión menor que puede depararle mayores problemas: anunciar que no será candidata en el próximo proceso electoral.

La justificación que dio al anunciar que resigna a postularse es que, con la condena que le impusieron los magistrados de la causa Vialidad, la oposición tendrá un talón de Aquiles donde disparar sus flechas, ya que, con ella como candidata a senadora o lo que fuese, Juntos por el Cambio (JxC) señalaría la lista del Frente de Todos (FdT) como manchada por un veredicto de culpabilidad.

Según este razonamiento, una postulación suya será atacada como instrumento para buscar fueros y, por ende, debilitaría al FdT porque actuaría como una mancha.

Es exactamente así. Lo curioso es que tal razonamiento vale más para la Vicepresidencia que para la boleta oficialista. Siguiendo esa argumentación, la conclusión es que la condena es una mancha sobre el segundo cargo más importante de la República.

¿Por qué evitar que se manche una lista de candidatos y no evitar que se manche una institución tan importante?

Tendría gran impacto Cristina diciendo que no puede permitir que la Vicepresidencia quede manchada por el fallo de los jueces. Para que la imagen de la República no quede opacada por esa decisión judicial “que busca proscribirla”, ella misma decide dar un paso al costado resignando el cargo.

Así planteada, no hubiese parecido una renuncia, sino un renunciamiento. El sacrificio de una líder para “salvar la República de la mancha que quieren causarle los jueces y fiscales del caso Vialidad”.

Planteando eso, Cristina habría refractado el impacto de la condena sobre los magistrados. También habría dado una prueba concreta de lo que sostiene sobre la “mafia” judicial que busca clausurarla.

La condena aparecería ante sus leales como un “golpe de estado” a la Vicepresidencia. En ese enfoque, los fiscales y jueces son golpistas.

Ese habría sido un renunciamiento impactante para la sociedad, conmovedor para sus seguidores, demoledor para los magistrados y desconcertante para la oposición.

Quién podría cuestionar ese intento de “evitar que la institución vicepresidencial quede manchada”.

Renunciando al cargo en lugar de resignar candidaturas, algo cuyo cumplimiento recién se comprobará dentro de casi un año, todo es ganancia política con mínimos riesgos.

Quedar sin fueros en los próximos meses no acrecienta el riesgo que implica para ella la condena porque aún quedan instancias de apelación que abarcarán largo tiempo. Y cuando esté por vencer el plazo dea presentación de listas, Cristina podrá decidir, con encuestas en la mano, si le conviene o no asumir alguna candidatura.

Otra ventaja es que tendrá las manos libres para atacar a Alberto Fernández. Lo hace todo el tiempo, pero afrontando el absurdo de ser oposición y oficialismo al mismo tiempo. En cambio, dejando el cargo podría criticar sin que le cuestionen la incoherencia. Y no perdería poder, porque su poder no reside en el cargo que tiene, sino en los votos que acarrea y en su gravitación sobre todo el oficialismo. Nada cambiaría si abandona su despacho en el Congreso y dejara de presidir el Senado.

De paso, tomaría distancia del ajuste que implementa Sergio Massa. Si en los próximos meses el ajuste empieza dar buenos resultados, ella puede adjudicarse el mérito de haberlo apoyado. Y si no revierte esta caída, puede adjudicarla a un gobierno al que no pertenece.

Dejar la vicepresidencia responsabilizando por ello a los jueces, la colocaba en la posición perfecta. Su aparición inmediata posterior al veredicto no era una pelota picando en la puerta del arco; era un penal, porque ella sabía cuál sería el dictamen y podía planificar lo que haría.

Pero la sacó de quicio verse condenada y, al patear el penal, lo tiró afuera.

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