Borgen, Suárez y los debates inconclusos

El Gobernador presentó tres proyectos que prometió en campaña pero ninguno es ley. Cree que es importante plantear los debates, aunque no tengan aprobación. El ejemplo de la serie que retrata la política danesa.

Imagen ilustrativa / Archivo.
Imagen ilustrativa / Archivo.

La primera ministra conversa con su mentor en el despacho principal del Palacio de Christiansborg y él saca un papel arrugado de su bolsillo: allí habían escrito antes de llegar al poder los tres principales objetivos de su plan de gobierno. Los tres habían sido cumplidos. “Lo enmarcaré”, dice él.

La escena es parte del último capítulo de la segunda temporada de Borgen (perdón por el spoiler), la serie sobre la política danesa cuyo éxito en Netflix ha alimentado planes de continuarla, pese a que concluyó en 2013.

En el oficialismo provincial, hay quienes creen que Rodolfo Suárez es como Birgitte Nyborg y en apenas diez meses ya cumplió las principales promesas que hizo en la campaña electoral: minería, reforma constitucional y ley de Educación.

Claro que hay una diferencia sustancial. La primera ministra de Dinamarca en la ficción logró la aprobación parlamentaria de sus reformas gracias a grandes acuerdos con la oposición y concesiones que incluso alejaron a alguno de sus aliados. En Mendoza, aún son solo planes.

Aunque no lo dice abiertamente, el Gobernador también considera que presentar proyectos es una forma de cumplir promesas, sin importar su destino: si la oposición o la sociedad lo rechazan, él al menos lo intentó.

Así lo insinuó en una entrevista que publicó este diario el 16 de agosto, tras presentar el proyecto de la nueva Constitución: “Si ahora los legisladores me dicen que no, o la gente vota que no, yo estoy cumpliendo con lo que creo. Y jamás, de ninguna manera, ni la 7722 ni esto lo tomaría como un fracaso”.

Hace una semana, pero ante los suyos, Suárez usó un argumento parecido cuando decidió que iba a suspender el debate de la ley de Educación: “El destino de los debates no lo podemos garantizar, lo importante es plantearlos y generar las bases de procesos que van a continuar, que no se agotan acá y ahora”.

La primera de las promesas de Suárez, la modificación de la ley que frenaba la minería metalífera, tuvo un amplio consenso político a apenas dos semanas de haber asumido, al estilo de Borgen, pero su vida fue fugaz: el rechazo social la sepultó en cuestión de días. Igual, en el Ejecutivo creen que pueden volver a insistir, pero con un plan acotado a Malargüe.

La reforma constitucional fue presentada hace dos meses y el proyecto deambula en un limbo legislativo: el peronismo hace como si no existiera, con el argumento de que no es momento para ese debate (como para ninguno otro al parecer), mientras el ministro de Gobierno, Víctor Ibáñez, la milita tímidamente con reuniones sectoriales para no dejarla caer.

Ibáñez es apuntado por opositores y hasta oficialistas por su escasa pericia política, algo de lo que no debería carecer quien cumple el rol de nexo con la oposición y los intendentes. Pero la razón de su designación, más allá de la extrema confianza del Gobernador, puede agotarse sin nueva constitución.

El borrador de ley de Educación que planteó el director general de Escuelas, José Thomas, otra de las apuestas de Suárez en el gabinete, generó la inmediata reacción docente por lo que decía, por lo que insinuaba y también por cambios que no proponía pero igual se le adjudicaban.

El texto en sí era un conjunto de generalidades, buenas intenciones y ambigüedades, que en gran parte no difería mucho de la ley vigente. De los cambios que proponía, varios fueron corregidos por los cuestionamientos.

Pero ya se sabe cuál fue su destino: tras apenas un par de semanas de propuesto, el debate político, gremial y social se postergó al menos hasta noviembre de 2021, cuando hayan pasado las elecciones del SUTE y las legislativas. Tal vez se reinicie, tal vez no. Dependerá de si la oposición y el gremio consideran que “es el momento”.

“La política se transformó en eslogans. La gente está enojada por la pandemia, ante toda propuesta dice ‘no’ y se terminó el debate. Muchos no leyeron el borrador ni querían mejorarlo, sólo no tratarlo”, admitió, paradójicamente, uno de los referentes del PJ.

Tanto la oposición como el oficialismo más cercano al cornejismo le hacen una crítica coincidente a la gestión actual: le falta política. El Gobernador, ya se sabe, no es un veterano de la rosca. Él mismo ha tratado de construir un perfil de gestor y dialoguista, pese a cierto personalismo que exhibe en la toma de decisiones trascendentes, que sólo comunica a su círculo de confianza.

Su error fue elegir un gabinete que en gran medida carece también de roce político. Sus ministros, salvo un par, no son voceros ni de sus propias áreas y esto ha hecho que todo el peso de la gestión recaiga sobre el propio Suárez. Más cuando se trata de retroceder. Y eso es un riesgo.

Escuchar y cambiar está bien visto por la sociedad, pero cuando se hace demasiado seguido, entonces los gestos de apertura del gobernante pueden ser interpretados como dudas por los gobernados.

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