Obsesión por adelgazar

Tratamientos, dietas, ejercicios que no parecen tener el efecto deseado. Pero, ¿por qué ocurre?

Obsesión por adelgazar
Obsesión por adelgazar

Es un dato curioso pero una constante. Hay personas que, en sus ansias de lograr el peso ‘ideal’ curiosamente aumentan de peso. El querer estar delgado se transforma en una obsesión, lo que genera que -en vez de bajar de peso-, la persona engorde.

Es cuando comienzan las críticas a la técnica elegida y el conocido “esta dieta no funciona”, “es todo mentira”, “para adelgazar hay que cerrar la boca, otra no hay”, entre más.

Es recurrente en algunos consultorios el hecho de que, en este intento, las personas interesadas fallen queriendo adelgazar y terminen “ganando kilos”, lo que despierta un gran sentimiento de frustración.

En estas consultas surgen distintos casos: “Personas que han pasado por diversos tratamientos y que ninguno ha causado efecto -o por lo menos, no el deseado-. Empiezan a notar que su cuerpo no es el mismo y llega la desesperación por cambiarlo”, analiza la nutricionista Débora Gutiérrez.

Agrega que cuando se detectan estas situaciones es cuando, rápidamente, se debe reflexionar sobre el vínculo que cada quien tiene con la comida, los hábitos alimenticios y las emociones que se ponen en juego a la hora de alimentarnos. Sí, leyó bien: ¡emociones!

Todo comienza cuando nuestra imagen no es de nuestro agrado; ahí está el primer gran problema: vernos reflejados en los demás, en el “supuesto” cuerpo perfecto escultural.

“El cuerpo no es siempre igual. Hay personas que, por su contextura física, tienen tendencia a subir o bajar de peso. Pero esto es relativo, ya que todo va a depender del tipo de alimentación que se tenga, la cantidad de ingesta y la actividad física que se realice”, agrega Gutiérrez.

Prohibir alimentos no es la salvación. Esto no va a favorecer con la causa, todo lo contrario: genera una obsesión con la comida. “La mente comienza a centrarse en los alimentos que consideramos como correctos y aquellos que no lo son. Entonces, surgen pensamientos que interfieren en el querer adelgazar teniendo el efecto contrario”, resalta la profesional.

La mente es tan poderosa que aquello que se presenta en forma constante, lo toma como real -como cierto- y se transforma en una obsesión. La idea de adelgazar comienza a ocupar gran espacio en nuestros pensamientos y es así como lo proyectamos en la vida que llevamos.

Las emociones ocupan un lugar en todo esto, porque “aquello que no logramos resolver en nuestras vidas lo suplantamos con la comida”, dice la nutricionista.

Además, tener todo el tiempo en mente “que queremos adelgazar” es precisamente lo que no logramos concretar y es así como aparecen sentimientos de ansiedad, frustración e inseguridad.

Según Bárbara Del Amo, coach y especialista en adelgazar, “en el mundo occidental -la obsesión por adelgazar- existe de una manera preocupante y consiste en seguir un ideal de belleza que está basado en la delgadez extrema en la que no hay celulitis, ni muslos, ni grasa”.

Esto ha disparado la obsesión, pues estar delgado de una manera sana ya no es suficiente y, para adelgazar -según los cánones que dictan los anuncios y la moda- hay que vivir obsesionado con la comida y el cuerpo.

Continuando con su análisis, “pensar continuamente en la comida o el cuerpo (suele ser al unísono) hace que la mayor parte de la mente consciente sea invertida en este tema y, por lo tanto, se deja poco espacio para asuntos que nos harían mucho más felices. La mayor parte de la gente que enfoca su preocupación sólo en este tema pesa más de lo que le gustaría”, dice Del Amo. En otras palabras, “su obsesión les lleva a estar en disgusto con su propio cuerpo”.

Lo curioso es, ¿por qué al querer adelgazar algunas personas engordan? En función de esto la especialista comenta: “Si nos repetimos una y otra vez que estamos gordos nos trataremos como si lo fuéramos y ¿qué hace una persona con kilos de más? Moverse poco, comer y beber en exceso, cocinar repostería, ir a restaurantes de moda, hacer viajes gastronómicos. Por esto en vez de alejarse de esa realidad se acerca a ella, se cree cada vez más gorda”.

Asimismo, añade que “si en su mente hay pensamientos constantes sobre comida es imposible que no termine por comer. Cualquier cosa en la que centremos obsesivamente nuestra atención la reproduciremos; es como entrenarte para hacer justo aquello que no quieres hacer. Si estuviesen obsesionadas con aprender mandarín ya lo hablarían perfectamente. La gente que naturalmente está delgada tiene otros temas prioritarios en su mente que no son la comida”.

Pero también lo emocional tiene su participación en esto. Bárbara Del Amo afirma que “las emociones son muchas veces el disparador de cualquier conducta: me pongo nervioso y como. Las personas que comen de más no lo hacen con hambre sino porque tienen una asociación muy fuerte entre comida y emoción. Se sienten inseguras y comen. Al final no se dan ni cuenta de la emoción. Sólo son conscientes de que comen sin poder parar aunque no tengan hambre. Es una adicción”.

En función de esta idea de “adicción”, Gutiérrez comparte que -por una obviedad- la alimentación forma parte de la supervivencia, del estar vivos. Es nuestro combustible diario pero el problema se instala cuando ubicamos la comida como lo más importante de nuestro día”.

O sea, le damos más valor de lo que merece. Ése es el momento en el que tenemos que detenernos y pensar: ¿qué es lo que estamos remplazando con cada bocado?

Cuando enfocamos nuestra mente en lo que generará la comida en nosotros es cuando las dietas no tendrán éxito y, en vez de adelgazar, engordaremos.

Ahora, si la mente tiene participación en los deseos de adelgazar y la dieta no funciona. ¿Qué otra cosa se puede hacer? Esta idea la sintetiza Del Amo al decir que “la dieta que funciona es la de quererse a uno mismo y entrenarse para ‘despegar’ esas dos pegatinas que son comida y emoción.

Hay que hacer abdominales de voluntad y flexiones de amor propio. Requiere un trabajo interno, no estar a dieta. Cuando una dieta funciona para siempre es porque esa persona, a través de la dieta, ha cambiado por dentro, ha encontrado una nueva manera de relacionarse con la comida y con su cuerpo, una nueva manera de ser”.

En la misma sintonía, Gutiérrez aclara que, para lograr el cometido de perder peso es importante mantener una rutina física y emocional: caminar -al menos 15 minutos diarios-, realizar alguna actividad que nos permitan estar en contacto con la naturaleza para despejar la mente, realizar alguna práctica que alimente el espíritu y genere satisfacción. “La dieta, más allá de la propia alimentación, tiene que ver con calmar la mente y dejar de lado la obsesión por la comida y el cuerpo perfecto”.

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