En una situación altamente compleja luego de los devastadores terremotos ocurridos en el mes de febrero, el gobierno de Turquía dió un drástico giro en su relación con Rusia en medio de un conflicto regional que sigue ampliándose: luego de la visita del secretario de Estado estadounidense Antony Blinken a Ankara, la capital turca, anunciaron el bloqueo de las exportaciones de bienes sancionados.
El mecanismo que aplicaba Rusia para saltear las sanciones de Occidente era importar de países que no lo sancionaron, enviar esas importaciones a Turquía y desde ahí, ingresarlas a su territorio. El circuito es perfectamente legal ya que, aunque encarece los costos por el envío indirecto, no incumple con ninguna norma internacional y no interfiere tampoco con los países que se mantienen por fuera del conflicto.
Sin embargo, a partir de este viernes, Turquía no permitirá más el envío de bienes que se encuentren sancionados por la OTAN, la Unión Europea y EE.UU., lo que significa que ahora el gobierno ruso deberá buscar otros mecanismos para poder sostener la cadena de abastecimiento sin interrupciones en medio de crecientes presiones en bloque contra su economía.
La visita de Blinken incluyó la promesa de más acuerdos comerciales con su país, además de 50 millones de dólares para las obras de reconstrucción luego de los terremotos que azotaron al país y que dejaron miles de muertos y cientos de miles de afectados por la destrucción total de ciudades enteras y la consecuente falta de servicios básicos.
Se espera también que el presidente turco Recep Erdogan “flexibilice” su posición respecto de la adhesión de Suecia y Finlandia a la OTAN, luego de meses sosteniendo que ambos países continúan financiando a grupos terroristas que especialmente atormentan a la comunidad turca.