Moisés, el misterioso mendigo que no pide

En Guaymallén, camina al costado de los autos y le dan dinero. Dice que viaja desde San Juan, que es jubilado y que lo hace por "aventura".

Moisés, el misterioso mendigo que no pide
Moisés, el misterioso mendigo que no pide

"El estilo es la respuesta a todo. Una manera de afrontar algo aburrido o peligroso. Hacer algo aburrido con estilo es mejor que hacer algo peligroso sin estilo. No muchos tienen estilo. No muchos pueden conservarlo", cuenta en un poema Charles Bukowski.

En las esquinas de Pellegrini y Bandera de los Andes, o bien en Bandera de los Andes y Alberdi, de San José todos lo pueden ver y a pocos les escapa su presencia resaltada en su carisma corporal: "un mendigo con estilo", diría Bukowski.

Horacio Aguilera, sanjuanino de 77 años y jubilado del comercio lleva adelante su trabajo meticuloso de conseguir algo de dinero de los automovilistas que esperan el cambio de semáforo. No limpia vidrios, ni ensaya malabares, ni vende nada: solo se muestra allí, a la vera de la calle. Algunos lo llaman "Moisés", por sus pelos blancos indomables y básicamente porque se apoya en un bastón caprichoso: arriba se ve un palo de escoba, a la mitad una suerte de faja de plástico y al final, hacia el piso, aparecen dos palos de como si de magia se tratara.


    Diego Parés / Los Andes
Diego Parés / Los Andes

"No soy mendigo" -aclara. Yo no pido. Me acerco a los autos y el que quiere me da algo. Soy respetuoso y jamás se pasaría por la cabeza molestar a un automovilista". Horacio tiene la voz ronca y maneja un léxico preciso y elegante por más que, "solo tengo la primaria terminada". Su figura no pasa desapercibida al costado de la calle. Su andar lento y desarticulado a la vez, sus ojos verdes tras los anteojos y su gesto parecido al de la bondad, logran lo que él busca: "que me den algo de dinero".

Nacido en San Juan Capital, "Moisés" cuenta que viajó a Mendoza hace ocho meses para atenderse de una dolencia en el hospital Central. "Nunca había venido acá. Yo viví muchos años en Buenos Aires, en Cipolletti y en San Juan. Ese día que vine al médico tenía poca plata. Soy jubilado y tenía gastos con la tarjeta que hicieron que por primera vez sintiera que estaba en problemas económicos. Estaba en Bandera y Alberdi y un señor de silla de ruedas me dijo, "abuelito, si quiere pedir, pida no más". Esa esquina, luego lo supo, es "propiedad" del hombre que vende golosinas en su silla de ruedas.


    Diego Parés / Los Andes
Diego Parés / Los Andes

Sin querer

"Casi sin darme cuenta, aquella vez, empecé a caminar al costado de los autos y la gente empezó a darme dinero. Fue antes de esta gran crisis así que saqué bastante. Entonces me fui a otra esquina (Bandera de los Andes y Pellegrini) para no molestar al señor inválido y comencé a hacer lo mismo. Le llamé por teléfono a mi esposa en San Juan y le dije que me quedaría unos días acá. Nunca había hecho esto de pedir, y no me resultó malo; todo lo contrario", dice y ríe, sin importarle que al menos dos de sus dientes principales frontales ya no están en su lugar.

“Nací en una finca de las afueras de San Juan en 1941, trabajé en fincas, de mozo en la confitería del Club Sirio Libanés. Después me metí en política, en la Cruzada Renovadora de San Juan bodegas hasta que a los 26 años casé y me fui a vivir a Buenos Aires; trabajé de botones en un hotel, de portero en un edificio de Araoz 2379. Después de más de 20 años en Buenos Aires me fui a Río Negro donde trabajé en Arcor, me jubilé y me volví a San Juan con mi viejita (en referencia a su esposa). Tengo un hijo que es analista de sistemas y dos nietas que quedaron en Buenos Aires".

En uno de los bares frente a la plaza de San José, Horacio sorbe el café chico que pidió y cada tanto responde a los saludos de los automovilistas: "¡Moisés!", le gritan. Él levanta la mano como respuesta. "La gente me quiere mucho acá. Es que siempre en mi vida traté de vincularme con gente inteligente, culta. Por ejemplo fui uno de los fundadores de la Juventud del partido sanjuanino Cruzada Renovadora, que el 29 de este mes va a cumplir 58 años. Conocí a mucha gente de la política".

"Moisés" se entusiasma al hablar y su tono roco que se parece al del político mediático-peronista julio Bárbaro, parece exacerbarse. Como si entendiera que su personaje despierta al menos curiosidad. Asegura que este trabajo lo hace en Mendoza porque en San Juan no podría: "¿qué van a decir los que me conocen?", pregunta. De los 7 días de la semana pasa 3 ó 4 en su provincia y trabaja 3 ó 4 en San José. "Viajo en colectivo y me quedo en mi casa con mi viejita. La plata que hago acá la reparto entre los que son más pobres que yo, ya también ayudo un poco a mi jubilación. A veces le hago ofrendas a la virgen de San Nicolás de Río Negro". Luego muestra una tarjeta personalizada con su nombre "Enrique Horacio Aguilera", dos teléfonos y una dirección en el departamento Rivadavia, provincia de San Juan. También tiene un pasaje a San Juan para el sábado a la noche: "290 pesos vale ahora".


    Diego Parés / Los Andes
Diego Parés / Los Andes

La calle

Esto de estar en la calle le ha enseñado algo del secreto de la supervivencia. “Hasta hace poco alquilaba una pieza por 5 mil pesos por mes. Pero ahora estoy durmiendo donde puedo. En los albergues del gobierno es peligroso: muchas veces te roban y también hay hechos de violencia; algo que está alejado de mi”. Y a la hora de alimentarse se mezcla con un ejército de "sin techos" con los que come ya sea en la plaza San José, “donde viene un pastor evangelista”, o bien en algunas iglesias, “donde trabaja la gente de Cáritas. Con los evangelista oramos, con los católicos rezamos”, resume. De los peligros que encierra el andar en la calle, sostiene que hay que tomar recaudos. “Nadie sabe lo que pasa en la calle; pero con ser cuidadoso, se la puede pasar medianamente bien”.

“Con la policía, por ejemplo, tuve problemas al principio, ahora no. Yo no pido, solo voy y vengo, voy y vengo al costado de la calle. Eso no es mendicidad. Además no solo que nadie se ha quejado; sino que muchos me quieren. A veces me regalan comida y ropa que después yo reparto”.

"En mi vida, porque estoy en el final de mi vida -aclara, suspira y sonríe- hice de todo. Trabajé, crié a mi hijo, viví en varios lados, hice política. Pero nunca había hecho esto de vivir en la calle, de la calle. Para mi se trata de una aventura. Quizás la última aventura que me permita. Bueno, señor, lo dejo porque me tengo que ir a trabajar”, suelta y toma su bastón de Moisés y se dirige hacia Pellegrini y Bandera a pararse al costado de la calle, para caminar una y otra vez por el costado izquierdo de los vehículos.


    Diego Parés / Los Andes
Diego Parés / Los Andes

El color rojo

Entre su abanico de extrañezas, llama la atención que "Moisés" se muestre ante los automovilistas con lo que a simple vista se ve como una tarjeta de color rojo. Sin embargo, al ver de cerca el cartón, resulta ser el envase de cartón aplastado de una marca de jugos con sabor manzana. "El rojo llama la atención viene del fuego y de la sangre - se detiene y piensa y remata-: de la pasión".

Rojo es también el buzo que lleva puesto normalmente. "Me los dieron los de la distribuidora Diarco", dice. Me lo pongo dado vuelta porque acá cerca hay un Vea y soy amigo de los muchachos. No quiero que piensen que le hago propaganda a la competencia".

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