La presión de los manifestantes, de la oposición e incluso de sus propios correligionarios obligó al presidente francés, Emmanuel Macron, a dar marcha atrás en sus medidas para aumentar el combustible, luego de la batalla campal que tuvo lugar en las calles de París el sábado pasado, en la tercera semana de protestas protagonizadas por los "chalecos amarillos".
Pero el movimiento, que es visto con simpatía por más del 70% de los franceses, cree que las medidas no están a la altura de sus expectativas.
El primer ministro, Edouard Philippe, anunció una moratoria de seis meses de la suba de los precios del gas, la electricidad y de los combustibles, inicialmente prevista para el 1° de enero.
"Ningún impuesto merece poner en peligro la unidad de la nación", dijo el premier francés en una declaración televisada tras reunirse con el grupo parlamentario de la República en Marcha (LREM), el partido liberal francés con el que Macron llegó a la Presidencia.
"Esta bronca, que viene de lejos y durante mucho tiempo, ha estado muda, hoy se expresa con fuerza y de forma colectiva. Habría que estar sordo y ciego para no verla y escucharla", agregó Philippe, en referencia a las protestas del último sábado en toda Francia, que dejaron un saldo de 412 detenidos y 263 heridos, 133 de ellos en París.
Asimismo, el primer ministro anunció el congelamiento por seis meses de las tarifas del gas y la luz, en un guiño para las clases medias rurales de las regiones francesas, principales representantes del heterogéneo movimiento de los "chalecos amarillos".
El movimiento, de los mayores desafíos que enfrenta Macron desde su asunción en mayo de 2017, no tiene líderes ni ideología clara y surgió en la periferia de Francia, donde el transporte público es escaso y el auto se convierte en un medio esencial.
Desde que salieron a las calles, los "chalecos amarillos" han sumado otros requerimientos a la lista de necesidades, entre ellos la suba del salario mínimo y la reintroducción del impuesto a la fortuna, suavizado por Macron, con la excusa de que de esa forma los ricos iban a invertir su dinero en el país.
"Nos oyen, pero no nos escuchan. Esa moratoria anunciada es una broma. Creen que desinflarán el movimiento, pero no. Lo vamos a endurecer", aseguró Dominic, jubilado de 61 años.
Pero muchos de los manifestantes también exigen la renuncia del Presidente y parece poco probable que las protestas se desinflen.
"Necesitaba medidas fuertes y visibles. Estas son medidas para hacer tiempo", dijo Yves Garrec, uno de los voceros de la protesta, en declaraciones al diario Le Figaro. "Dudo que el movimiento se quede ahí", advirtió.
Lo que ocurre es que el movimiento fue cooptado por los grupos más jóvenes y los que iniciaron el movimiento ya no tienen el control de las protestas, explicó.
"Las personas más jóvenes han tomado el desafío. Más unidos, más radicales, más inclinados a medidas fuertes", advirtió André Bourlard, otra de las figuras del reclamo.
El vocero principal de los "chalecos amarillos", Benjamin Cauchy, también cree que los anuncios son insatisfactorios.
"Los franceses no somos gorriones y no queremos migajas. Queremos la baguette entera", aseveró Cauchi al diario Le Monde, quien abogó por un cambió de rumbo político.
"Si no puede hacerlo, debe llevar a los franceses de vuelta a las urnas", sentenció expresando el pedido de buena parte de los manifestantes que exigen la renuncia de Macron, quien la semana pasada había remarcado que no iba a dar marcha atrás en la aplicación de las impopulares medidas.
La oposición de izquierda y de extrema derecha, que se subió a la ola de los "chalecos amarillos", también exige una vuelta a las urnas anticipada, pero sólo para renovar la Asamblea Legislativa.
Los conservadores, por su parte, se conforman con que en un referéndum se resuelva si se da o no continuidad a las medidas que dieron origen a las protestas.
El aumento del impuesto a los combustibles es parte de una política impulsada por Macron para para reducir las emisiones de carbono forzando el viraje hacia las energías renovables.
El hecho de que haya decidido postergar la medida ya es insólito, si se tiene en cuenta que se ha mantenido inquebrantable en su postura durante las violentas protestas contra la reforma laboral y de los ferrocarriles públicos.
Se anuncia una nueva marcha para el próximo sábado
Las marchas que derivaron en violentos incidentes en toda Francia comenzaron el 17 de noviembre. Ese día se congregaro 280 mil personas para protestar contra la suba de los combustibles. Una semana después, 106 mil manifestantes volvieron a copar las calle sde París y de otras ciudades. El sábado 1 de diciembre también hubo incidentes en una nueva marcha convocada por los “chalecos amarillos”, que tuvo a 36 mil personas. Hubo 682 detenidos en todo el país y 263 heridos, cinco de gravedad.
Un fuerte respaldo de la sociedad francesa
Siete de cada diez franceses apoyan las reivindicaciones de los "chalecos amarillos" y consideran además que la política económica emprendida por el Gobierno galo es inadecuada, indica un sondeo difundido por el instituto demoscópico BVA.
La encuesta, efectuada entre 1.177 ciudadanos, apunta que el porcentaje de quienes apoyan a los contestatarios ha crecido seis puntos desde noviembre, hasta el 71 %, mientras que el de aquellos que desaprueban la política económica del Ejecutivo ha avanzado ocho respecto a septiembre, hasta el 75 %.
Sus mayores apoyos, según el sondeo, parten de los menores de 35 años (76 %), de los trabajadores y obreros (78 %), habitantes de municipios rurales (77 %) y franceses pertenecientes a las clases medias más modestas (75 %) y populares (87 %).
Entre los mayores de 65 años (62 %), aquellos que viven en la región parisina (60 %), las clases dirigentes (56 %) y los ciudadanos de clases medias superiores (54 %), en cambio, esos porcentajes bajan considerablemente.
Siete de cada diez franceses verían justificado cesar las protestas si el gobierno da marcha atrás.