La Real Academia Española define al matrimonio como la unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales. No obstante, esa descripción no se cumple en la vida de Luciana Paula Aymar, quien decidió pasar dos décadas junto al hockey sobre césped del más alto nivel. Precisamente la rosarina, de 37 años, paró la bocha y resolvió separarse de su gran amor. El punto final será el Champions Trophy que se disputará en Mendoza, del 29 de noviembre al 7 de diciembre. Y así se lo expresó a Clarín en un mano a mano.
-¿Cuánto te costó tomar la decisión de retirarte?
-Hace un tiempo que estaba en el proceso de dejar de jugar, en la finalización de mi carrera. Pensaba que el Mundial podía ser mi último torneo. Pero tenía la ilusión de jugar mi último certamen en mi país y con mi gente. La decisión se basó más en eso, en tratar de disfrutar este campeonato con toda mi gente, con los que me vieron crecer y con mis compañeras.
-¿Qué fue lo más difícil de la determinación?
-Esto es como un divorcio. Me casé con el hockey hace 20 años y ahora me divorcio. Estoy en un momento complicado. Así como quiero disfrutar mi último torneo en Argentina con toda mi gente, por otro lado tengo la tristeza de jugar por última vez con la camiseta de la Selección en mi país y eso me genera melancolía. Le dediqué toda mi vida a este deporte, que lo amo y que lo voy a seguir amando. Es una separación, algo muy difícil.
-¿Por qué es tan complicado retirarse?
-Porque uno tiene que dejar lo que sabe hacer. En mi caso, es mi vida. Uno, cuando desde chico elige algo para hacer, pone toda su energía en eso. Yo no paré. Jugué un Trofeo de Campeones y quería jugar otro. Jugué un Mundial y quería jugar otro. Y así básicamente con todo. Mi cabeza estuvo sólo en eso y, así, uno deja otras cosas de lado. Este es mi último torneo porque también quiero darle prioridad a aquello que dejé un poquito de lado en este tiempo. Pero la vida del deportista es así. Son las prioridades que uno elige y las volvería a elegir. Amo lo que hago, pero es tiempo de disfrutar de otras cosas.
-¿Te faltó algo por alcanzar?
-Es difícil responder eso. Nunca imaginé que lograría tanto. Antes, el hockey estaba en el anonimato puro. Soñaba con jugar torneos, con vestir la camiseta de la Selección, con ser profesional, etcétera. Traté de nunca bajar los brazos por conseguir todo eso. Siento que se me dio más de lo que imaginaba. Me puedo ir a dormir tranquila en ese contexto. Lo único que, quizás, me puede llegar a quitar el sueño es no jugar más en el seleccionado. Es una cuestión lógica. Todos esos años de convivencia fueron increíbles, más allá de los resultados.
-¿Qué te representa que el hockey argentino haya cambiado tanto en gran medida por tu figura?
-Muchas cosas cambiaron y evolucionaron para bien. Ver que cambió mucho gracias a mi nombre es la satisfacción más grande que me queda. Jamás imaginé que podía ser abanderada gracias a los Juegos Olímpicos. Eso fue un lindo y gran reconocimiento.
-¿Qué significado tiene el seleccionado argentino en tu carrera?
-Es una gran parte de mi vida. Tenemos una convivencia permanente. Estamos pendiente de todo. Jugar en Las Leonas no significa ir a entrenar, jugar y listo. Hay que estar pendiente de todo. Es un lindo estilo de vida. No es sólo venir a entrenar. Es un compromiso.
-¿Cómo ves a Las Leonas sin tu presencia en la cancha?
-Será muy duro ver a la Selección y no estar ahí. Las chicas tendrán que cumplir un rol más importante. También habrá que buscar otros sistemas de juego. Pasa en muchos equipos cuando se van referentes. Porque muchas veces un referente marca tendencias en el juego. Yo las he marcado por muchos años. Habrá que buscar sistemas distintos y protagonistas diferentes.