Hace nueve años, en la cotidianeidad de los reclusos en la Unidad 48 de San Martín, se filtró una luz de esperanza. Es que en 2009, Eduardo Oderigo, abogado penalista y ex jugador de San Isidro Club, se animó a colocar la piedra fundacional para ofrecer una vida distinta, ligada al deporte. Su poder de persuasión terminó por convencer al director del penal.
El primer "entrenamiento" en el que Oderigo, con la pelota bajo el brazo, les enseñó a jugar al rugby, convocó a diez internos. Nacieron "Los Espartanos" y este miércoles 60 de ellos compartieron cerca de una hora y media a puro rugby con los All Blacks, los bicampeones mundiales.
"La conocen los que la perdieron, los que la vieron de cerca irse muy lejos y los que la volvieron a encontrar, la conocen los presos: la libertad", rezan los versos de Andrés Calamaro.
La presencia de los hombres de negro en la cárcel trajo aparejada esa brisa de aire fresco que hace olvidar la reclusión y los acerca a aquella tan preciada libertad. El encuentro no se trató de un cumplido ni mucho menos. Algunos de los mejores jugadores del mundo, entre los que se destacan Sonny Bill Williams, Richie Mo'unga, Scott Barrett y Veaea Fifita, transmitieron sus conocimientos en un rutina bien completa entre risas y miradas cómplices.
¿En qué consistió la visita? Al ingresar al campo de juego del establecimiento carcelario, el equipo local formó para recibir a los profesionales y luego de los saludos y aplausos, se dividieron en cuatro estaciones para realizar distintas actividades de entrenamiento en las esquinas de la cancha.
Practicaron técnicas de tackle, contacto y pase de pelota, además de rutinas físicas. Después se reunieron todos los jugadores y hubo un breve espacio para hacer unos toques a modo de tocata, esa variante del rugby en la que en vez de tackles se entrega la pelota al tocar al rival debajo de la cintura.
Gabriel Márquez Ramírez, el capitán de Los Espartanos, dijo muy emocionado: "Esta es una experiencia inolvidable. Son los mejores del mundo y nos vinieron a ver. Sabemos que son muy humildes, que hasta limpian los vestuarios después de cada partido”.
Y reflexionó: “El rugby nos cambió la vida. Este deporte nos enseñó que nunca tenemos que bajar los brazos”. Los hombres de negro no se hicieron presentes con las manos vacías: 12 pelotas, una camiseta y una gorra fueron obsequiadas y recibidas justamente por Gabriel.
derigo vivió de manera particular una situación poco pensada al momento de la creación de Los Espartanos y explicó cómo se gestó la histórica visita. “El año pasado se acercó al penal la embajadora de Nueva Zelanda y ella le comentó a los All Blacks de esta experiencia en contexto de encierro. Y hace un mes y medio recibimos un e-mail con el pedido de los jugadores para concretar esta extraordinaria presencia”, comentó.
Es conveniente citar el dato para tomar dimensión del efecto que genera el deporte bajo estas circunstancias: practican rugby de manera sistemática alrededor de 1.100 internos en 29 de las 56 unidades carcelarias.
Los All Blacks de Nueva Zelanda están en Buenos Aires para enfrentar este sábado a las 19.40 a Los Pumas, en Vélez, por una nueva jornada del Rugby Championship.
Pero para los hombres de negro no solo se trata de competir: llegaron el sábado y desde ese día los jugadores del mejor equipo de rugby del mundo desarrollan múltiples actividades. Este miércoles a la tarde, algunos de ellos fueron a la cancha 2 del Campo Argentino de polo a ver la final del Argentino Juvenil.
El proyecto de la Fundación Espartanos busca "bajar la tasa de reincidencia delictiva, promoviendo la integración, socialización y acompañamiento de personas privadas de su libertad a través del rugby, la educación, el trabajo y la espiritualidad", según se puede leer en su sitio web.
Para coronar la visita, los neozelandeses realizaron el tradicional haka, ese ritual estremecedor que intimida a rivales y proviene de la cultura maorí, que ya es una marca registrada del equipo antes de comenzar cada partido.
Los Espartanos se formaron con sus camisetas amarillas para disfrutar de un momento único. Y después respondieron con su grito característico en modo de agradecimiento.