D. F. Sarmiento
A los 76 años, baja a la tumba el lustre anciano cuyo nombre encabeza estas líneas.
Su vida, fecunda en beneficios para la Patria, fue laboriosa como las de los héroes que lucharon nuestra independencia, legándonos la libertad de que gozamos.
Obrero infatigable del progreso, Sarmiento no descansó un momento en su vida de labor, interviniendo en todo, multiplicándose para hacer el bien, para hacer de su Patria la primera de la América del Sud.
Como educacionista, fue constante en el trabajo, llevando a la inteligencia aún velada de los niños, la luz que irradiaba de su privilegiado cerebro.
Como hombre público, como historiador, como estadista y como pensador profundo fue un coloso, un genio, cuya memoria vivirá eternamente grabada en el corazón de sus conciudadanos.
Apasionado e impetuoso como son los genios, cometió errores en la política, pero fue leal , ardiente defensor de las libertades públicas y soldado en armas contra los tiranos.
Expatriado, vivió en el extranjero, dedicado a hacer propaganda contra la tiranía, pensando siempre en la Patria, para quien era su vida, corazón y su genio.
De vuelta del destierro, se dedicó a hacer el bien, a difundir sus ideas liberales, a fomentar la educación del pueblo, único medio de civilizarlo, y a través de esa lucha continuada y fecunda, dejó verdaderos monumentos, que atestiguan su genio y su carácter de coloso.
Muere con la satisfacción de haber hecho grande su Patria, lo que hicieron los grandes genios.
Por eso, su memoria será honrada por las generaciones presentes y venideras, como la de un genio benéfico que supo sacrificar su vida en beneficio de sus conciudadanos.
Su nombre quedará grabado con letras de oro en las páginas de la historia y servirá de enseñanza para los demás.
Los Andes se hace un deber en dedicar estas cortas líneas a la memoria del ilustre anciano, como una prueba del respetuoso homenaje que merece, por las grandes obras que ha realizado en su fecunda vida de labor.
¡¡Paz en su tumba y gloria inmortal para su nombre!!