“La casa de las flores”: acierto conceptual - Por Patricia Slukich

La serie que estelariza Verónica Castro para Netflix deja en claro que ella es la “diva de la telenovela”. Y el programa, una joyita.

“La casa de las flores”: acierto conceptual - Por Patricia Slukich
“La casa de las flores”: acierto conceptual - Por Patricia Slukich

Después de la bajísima calidad televisiva que supuso la súper inflada serie de “Luis Miguel” uno pensaba que de México, y con Verónica Castro a la cabeza, había de llegar más producto anticuado: esa imagen tan ochentosa de las novelas de Televisa, todas iguales y llenas de clichés. ¡Y cómo nos equivocamos!

Es que “La casa de las flores”, de Manolo Caro, es una estupenda y bien pensada telenovela que se mira a sí misma como género. Lejos de ofrecernos esa estructura vieja y melodramática que la misma Castro supo protagonizar en el pasado, esta serie recupera la índole polarizada del “malo-bueno”, “pobre-rico”, “traición-generosidad” con que se construye el guión clásico del género y lo pone a funcionar en un producto que nos fuerza a mirarlo desde la ironía; un cinismo que es antagónico al melodrama del que se nutre la telenovela.

Así, la historia de esta familia rica y fundacional que es la de la matriarca Virginia de la Mora (Castro) se convierte en ácida crítica a la sociedad patriarcal, religiosa y moralista mexicana; pero en clave de discurso telenovelado.

Y es tan contundente el concepto sobre el que se monta “La casa de las flores” que todos sus aspectos cooperan orgánicamente con esta idea de cínica negrura: sus personajes, que juegan a tal extremo el cliché de la telenovela que se vuelven únicos; el diseño de la puesta, que casi exaspera en sus apuntes pasados de registro para el kitsch de los decorados, los vestuarios, la iluminación y el sonido; en los guiones de cada capítulo que no traicionan jamás a su idea-madre al plantear los enredos en cada situación.

Los personajes -y el pulso directriz sobre ellos- es formidable, porque aunque funcionan perfectamente en ese mecanismo narrativo creado por Caro, son al mismo tiempo, inconcebibles en la realidad; aunque si forzamos el detalle del análisis, bien podrían existir. Así de buenos son.

Es en las actuaciones donde se ven los desniveles, aunque el conjunto es tan contundente, que poco importa. Destacamos dos interpretaciones.

Verónica Castro resigna su pasado de princesa de cuento que supone el protagónico de una novela para componer un personaje notable. Sí: ella es “la reina”, no Thalía. Otro aplauso cerradísimo merece Cecilia Suárez (Paulina) que con un gesto de dicción retrata el universo interior de su personaje.

Así, “La casa...” cumple con su función de producto liviano pero inteligente para dejar fluir la pulsión.

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