Juana Paula Manso nació en Buenos Aires el 26 de junio de 1819. Su padre, José María Manso, fue un ingeniero español que apoyó la Revolución de Mayo y luego se volcó por el partido Unitario. Muchas veces llevaba consigo a Juana a los cafés porteños donde la pequeña recitaba poemas. Siempre contó con el aval y la preocupación de su progenitor, siendo incentivada de modo cotidiano a desarrollarse intelectualmente. Sobre esta base Juana se convirtió en una gran autodidacta, incursionó incluso en el aprendizaje de idiomas.
A los trece años tradujo del francés "El egoísmo y la amistad o los defectos del orgullo" utilizando un seudónimo. Su padre lo hizo publicar. Por entonces la familia vivía en Montevideo debido a la persecución impuesta por Juan Manuel de Rosas a los unitarios.
En 1841 Juana fundó una escuela para niñas utilizando dos habitaciones de su hogar, entre sus alumnas figuró Dolores Lavalle, hija del general. También dio clases de idiomas a domicilio. Mientras tanto iba realizando diversas publicaciones poéticas en la prensa.
En 1844 se trasladó a Brasil, país en el que conoció al violinista portugués Francisco de Saá Norohna. Se casaron y juntos viajaron a Estados Unidos, donde Juana conoció las particularidades de una sociedad que otorgaba mayor libertad y oportunidades a las mujeres, además fue presa de la fascinación al conocer el avanzado sistema pedagógico yanquie.
Realizaron este viaje con esperanzas en la carrera de Francisco. Su fracaso en los escenarios fue rotundo y la pareja comenzó a tener discusiones. Manso lo refleja en sus escritos: "a pesar de su delicadeza natural, irritado como estaba me decía mil palabras fuertes que hicieron bañar en lágrimas mis ojos".
En 1848 llegaron a Cuba ya con dos hijas. La suerte tampoco los acompañó allí y terminaron regresando a Brasil.
En 1852, Juana fundó el primer periódico dedicado a las mujeres en América Latina: "O Jornal das Senhoras. Modas, Litteratura, Bellas-Artes, Theatros e Critica". Ese mismo año su padre murió y su marido la abandonó. Quedó sola a cargo de dos niñas, a quienes mantuvo trabajando como docente. Nunca dejó de lado su trabajo literario y periodístico, realizando diversas publicaciones. Juana era entonces una decidida feminista: "Quiero probar que la inteligencia de la mujer -escribió- , lejos de ser un absurdo o un defecto, un crimen o un desatino, es su mejor adorno, es la verdadera fuente de su virtud y de la felicidad".
En 1859 se instaló definitivamente en Buenos Aires. Su viejo amigo José Mármol le presentó entonces a Domingo Faustino Sarmiento, que ocupaba el cargo de Director del Departamento de Educación del Estado de Buenos Aires. Se entendieron de inmediato y comenzaron a trabajar en conjunto, principalmente a través de la instalación de escuelas mixtas, por entonces muy combatidas. El sanjuanino confió tanto en su capacidad que la dejó a cargo de su revista Anales de Educación Común.
La sociedad de damas de Beneficencia no concordaba con los adelantos pedagógicos que propagaba Juana, quien había alcanzado el puesto de Directora de la Escuela Normal Mixta.
Esto la llevó a enfrentarlas y a enemistarse con parte de la Iglesia Católica.
En 1865, con Sarmiento lejos de Buenos Aires, obligaron a Manso a despedir a los alumnos varones de la institución. Ella presentó su renuncia de inmediato.
Tamaño atropello no la detuvo, por eso hoy tantas calles del país llevan su nombre.
Nuestra provincia la reconoció en vida, convirtiéndola en Miembro Honorario de la "Asociación Amigos de la Instrucción Popular de Mendoza", hacia 1870.
Con Sarmiento de regreso -y en la presidencia- Juana fue nombrada miembro de la Comisión Nacional de Escuelas, lugar que por primera vez ocupa una mujer.
Los cambios que impuso incluyeron incorporar a la enseñanza las planillas de asistencia, el idioma inglés y eliminar los castigos corporales. Además, estableció que los directivos obtengan sus puestos por concurso y ayudó a los niños indigentes, a quien ella misma enseñaba las primeras letras.
Sarmiento refirió en muchas oportunidades a su amiga, en esta frase deja entrever el machismo al que la vio enfrentarse: "La Manso fue el único hombre de 3 o 4 millones de habitantes de Chile y Argentina que comprendiese mi obra educación... ¿Era una mujer? Sí, pero parece que una mujer pensadora es un escándalo para esta sociedad".
Juana abandonó el mundo con la misma fuerza que usó para recorrerlo. Agonizante, en abril de 1875, se negó rotundamente a recibir la extremaunción por parte de un sacerdote católico y como "reprimenda" terminó siendo sepultada en un cementerio de protestantes ingleses.
"Aquí yace una argentina que en medio de la noche de la indiferencia que envolvía a la patria, prefirió ser enterrada entre extranjeros, antes que profanar el santuario de su conciencia", decía el epitafio. En 1915 sus restos fueron trasladados y descansan desde entonces en el panteón de Maestros de la Chacarita.
La patria empezó así a reconocerla, dándole espacio entre aquellos que más creen en la humanidad: los docentes.