Ignacio Zuleta (periodista mendocino, columnista de diario Clarín) cuenta que "El Papa peronista", su nuevo libro, le demandó dos años de trabajo y unas 120 entrevistas hechas en distintas partes del mundo.
Pero aclara: "A Bergoglio lo conozco por haber hecho coberturas cuando fue arzobispo de Buenos Aires por casi veinte años". Su publicación coincide con los seis años de papado que acaba de cumplir el pontífice argentino.
-Con el título, el libro parece anticipar claramente una idea…
-¡Es que es peronista! Él lo dice en varios testimonios. Lo que pasa es que no es un militante del peronismo, no es un afiliado, y muy probablemente el peronismo no exista…
-¿Cómo es eso?
-Es muy difícil definir qué es un peronista; yo adhiero a la hipótesis de Ramón Puerta: “Peronista es todo aquel que se dice peronista, con eso basta”. Es una ironía, claro, pero expresa la vacuidad del peronismo como doctrina.
-En todo caso, usted destaca el perfil político del Papa Francisco…
-Absolutamente. Es un tipo que tiene un formato político, tiene una habilidad política, no se llega a Papa sólo con el espíritu santo… Formación jesuita, fue arzobispo de Buenos Aires por veinte años, ha actuado de manera activa aunque imperceptible desde la superficie en todos los procesos políticos contemporáneos.
Entonces cuento en el libro desde su formación dentro de la Iglesia tradicional, hasta su vinculación juvenil con el peronismo. Bergoglio convive con distintos gobiernos mientras es arzobispo de Buenos Aires: el gobierno nacional de Néstor Kirchner y el gobierno de Macri (en la Ciudad de Buenos Aires).
-La relación con Kirchner no era buena...
-Para quienes seguían las agendas políticas, Bergoglio era un adversario del gobierno de Kirchner. Se llevó muy mal con esos gobiernos, especialmente con el de Néstor, quien, a su vez, se ocupaba de quitarle legitimidad y talla a Bergoglio. Kirchner adhirió a la idea de que Bergoglio había sido un cómplice de la dictadura militar. Algún día se sabrá por qué lo hizo, porque no está probada esa conducta.
-¿Qué respondía él?
-Le hizo frente a esto: auspició a (monseñor) Piña como convencional en Misiones e hicieron caer la reelección indefinida. Néstor se vengó al votar como diputado nacional la ley de Matrimonio Igualitario. Ellos vivieron una relación con rispideces.
-La relación del Papa con Cristina parece diferente…
-También hubo rispideces con el gobierno de Cristina Kirchner. Una justificación para que aparezca recibiéndola en 2013, era que se trataba de un Papa argentino recibiendo a una presidenta frágil como la consideraba él. El peronismo había perdido ese año las elecciones legislativas.
-¿Y la relación con el Presidente Macri?
-Aunque haya opiniones que lo consideran un frecuentador demasiado intensivo del peronismo, lleva una relación muy buena con el gobierno de Macri. Bergoglio nunca tuvo con peronistas la relación que tiene con varios funcionarios del gobierno nacional. Él ha sido confesor de Gabriela Michetti, de Esteban Bullrich, es amigo de Carolina Stanley, de María Eugenia Vidal…
-¿Pero esos contactos de Bergoglio continuaron, siendo Papa?
-Sí de manera muy intensiva. Tienen un acuerdo tácito. Hay que entender que Macri y el Papa representan cosas distintas. La Iglesia es una institución anticapitalista, antiliberal.
-El Papa ha criticado las política neoliberales…
-Sí, es cierto, pero a su vez por esa relación que tiene ha logrado del gobierno de Cambiemos leyes que no logró nunca un gobierno peronista.
-¿Por ejemplo?
-Las leyes de la economía social. Los subsidios aprobados en 2016 que implicaron la entrega de $ 30 mil millones durante tres años a los movimientos sociales. Está también el censo de villas y la ley, la más importante, de expropiación de tierras en las villas para dárselas a sus ocupantes.
Esas leyes fueron redactadas en el Vaticano, revisadas en las oficinas de la CTEP de (Juan) Grabois, presentadas por Elisa Carrió, Nicolás Massot y Mario Negri por el oficialismo en el Congreso y fueron votadas por unanimidad en las dos cámaras.
-Política papal pura, dice usted.
-Absolutamente. Es un gran logro que nunca había tenido la Iglesia. Y la contraparte son las organizaciones sociales como reaseguro en las calles en la Ciudad de Buenos Aires: la forma de protestar sin violencia. Ese es el aporte que hacen a la paz. El Papa ha dado la orden a las organizaciones sociales de marchar en paz.
-¿Arriesgaría por quién siente simpatía el Papa para las próximas elecciones?
-No puedo responder esa pregunta. Ha intervenido en procesos de votación y con suerte muy dispar. En el Episcopado perdió las votaciones frente a los sectores más conservadores que representaba Aguer.
No manejaba el Espiscopado como él quería. Dos veces participó activamente. Con (Joaquín) Piña (jesuita igual que Bergoglio) en Misiones, que le fue bien, y en el año 2007, cuando respaldó la candidatura de Jorge Telerman a jefe de gobierno, una candidatura que se armó en el arzobispado, en alianza con Elisa Carrió y (el radical) Enrique Olivera.
Ahora, él tiene opiniones e influencia a través de un discretísimo sistema de información que tiene, de gente que trabaja para él…
-Alguna vez trascendió que no simpatiza con Sergio Massa…
-Hay una razón conocida y otra menos conocida. La más conocida es una anécdota de cuando Massa era jefe de gabinete (de Cristina) y al gobierno se le ocurre la picardía de sacar a Bergolgio del arzobispado y mandarlo a Roma para que tenga un cargo simbólico. Yo no sé si fue idea de Massa.
Pero creo que la gran diferencia que tienen es ideológica. Para el Papa, Massa representa el neo-punitivismo penal de aquellos sectores en Argentina que entienden que se debe endurecer las penas para reprimir el delito. En esto, el Papa es un garantista.
-¿Pero qué preocupaciones cree que tiene el Papa sobre el proceso electoral y el próximo gobierno?
-El Papa está satisfecho con el año que pasó. Él y Macri fueron los ganadores en la pelea por la despenalización del aborto. No la querían ni Bergoglio ni Macri. Y ganó el No. Yo creo que eso lo dejó satisfecho. Pero la insistencia de él, es la opción por los pobres. La Iglesia como protectora de los desvalidos.