Así como en su momento Liliana Bodoc exploró magistralmente en la literatura épica, para contarnos una historia que nos atañe directamente -la de nuestros ancestros originarios americanos- esta súperproducción mexicano-española busca poner en imágenes lo que habrá sido el brutal encontronazo entre dos culturas antagónicas: las de los mayas, los aztecas, los totonacas y otras etnias de este lado mundo, con los rapaces españoles en busca de oro para el rey.
"Hernán" es eso, una narración épica y espectacular que reinterpreta la historia de nuestro drama fundacional: la conquista, la imposición de una mirada del mundo por sobre otra. Pero lo que en la literatura de Bodoc es mística hermosa, en "Hernán" se vuelve crudeza sanguinaria. Es que, como todo producto audiovisual global, se ciñe a lo políticamente correcto. Y lo políticamente correcto es decir que los sacrificios humanos de los aztecas y mayas son un horror inadmisible (sin indagar en sus razones). También que los españoles eran aventureros sedientos de oro para la corona, aunque algunos, como Cortés, eran bien intencionados.
Entre esas dos aguas navega "Hernán", la serie que esta noche estrena History (y que ya está disponible en el streaming de Amazon). Y, quizás, el problema sea ése, el de no querer tomar partido. Hay ideología en el medio: el reconocimiento -o no- de que la conquista española en este continente fue una de las acciones más controversiales, brutales, injustas y sanguinarias que el hombre ha ejercido en su historia sobre la tierra. Pero salgamos de la discusión filosófico-política y centremos el ojo en la hechura de la serie. Porque lo merece, y mucho.
"Hernán" está ambientada en América, en 1519, y narra la historia de la conquista de México a manos de Hernán Cortés. Aquí están los personajes principales: Malinche, Moctezuma, Pedro Alvarado, Xicoténcatl, Cristóbal de Olid, y por supuesto Hernán.
El guion va y viene en el tiempo narrativo para posicionar la historia desde la perspectiva de cada uno de estos personajes. El asunto es que lo logra a medias por esta pretensión de objetividad que se impone como discurso. Pero... la objetividad no existe. Así las cosas, "Hernán" tiene una mirada más comprensiva con la facción europea que con la indígena; aunque es sutil, no está exacerbada, y eso permite el disfrute del visionado.
Lo que es prodigioso, bienvenido e hipnótico en “Hernán” es la reconstrucción de ese mundo indígena que apenas si nos saben mostrar en los libros de historia.
De una belleza abrumadora, de un exotismo que no tiene nada de sintético sino que se percibe real, esta serie pone el énfasis no solo en los paisajes de nuestra geografía sino en sus gentes, sus vestimentas, sus rituales, sus imponentes ciudades de pirámides, sus prodigios tecnológicos y sus riquezas.
Mayas y aztecas lucen esplendorosos en sus entornos y es hermoso verlos. Tampoco la trama ahorra ni un milímetro de acción, suspenso y sangre. Y en todo esto, "Hernán" tiene puntos de contacto con "Vikingos": en ese pulso realista que anima a los personajes en el contexto en el que, se presume, vivieron.
Las actuaciones son también un punto fuerte. Óscar Jaenada ("Cantinflas", "La vida abismal") es el que da vida a Cortés, y lo hace con soltura. El mexicano Dagoberto Dama ("Morelos", "La reina del sur") es Moctezuma; y le creemos. La Malinche de Ishbel Bautista es uno de los personajes más interesantes: la actriz, en lugar de presentarnos a la "villana", instala a la Malinche en sus circunstancias, que transita con astucia y delidaceza.
Estos ocho episodios de "Hernán" son un viaje atrapante hacia el pasado del continente (hay momentos en que el pulso audiovisual nos instala en la adrenalina extraordinaria que supo describir Julio Cortázar en su cuento "La noche boca arriba"). Y en ese viaje no se ha reparado en esfuerzos para reconstruir con pretensión realista aquella mixtura de la que venimos.
