Mientras se viralizaba por las redes sociales un video de la compañía teatral chilena La Re-Sentida que, durante su presentación en el Festival Iberoamericano de Teatro en España, se pronunció a favor del movimiento social que sacudía a su país a mediados de octubre, del otro lado del océano, todo el territorio trasandino vivía el primer toque de queda desde el regreso a la democracia.
Dentro de esa convulsión social y política, la comunidad cultural y los espacios artísticos no fueron ajenos. Así como se suspendieron espectáculos internacionales, como el concierto de Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, o el canadiense Bryan Adams en el Movistar Arena, en la misma vereda de vacilación se ubica la Red de Salas de Teatro de Santiago, que actuó en consecuencia y 23 espacios debieron cerrar sus puertas y reprogramar su actividad. Uno de los primeros hechos que conmovió a los artistas fue el saqueo a la Sala Andes, en la ciudad de Concepción.
Y lo que se pensaba que iba a durar unos días se convirtió en un movimiento sin tiempo, que sigue encendido en todo el territorio y que aún no encuentra una solución concreta a los reclamos de la comunidad.
"El panorama es complejo, pensaba que pronto se iban a solucionar las cosas, que el gobierno iba a tomar medidas que dejaran a la gente tranquila o conforme. Pero no ha sido así y es algo muy intermitente. Tratamos de volver a la normalidad, a tener funciones, a que se abran los teatros, pero hay días en que todos tenemos que suspender", cuenta del otro lado de la cordillera Verónica Tapia, presidenta de la Red de Salas de Teatro de Santiago y actual directora del Teatro de la Universidad Católica de Chile.
De centros culturales a salas de primeros auxilios
La Red de Salas nuclea a espacios y centros culturales independientes, universitarios, municipales y privados. Y aunque el movimiento cultural en Santiago es fuerte, la formas de organización son muy distintas a las de nuestro país, donde en su mayoría se reciben subsidios de Instituto Nacional del Teatro y las actividades se producen combinadas entre la gestión privada, independiente y estatal.
A lo largo de este mes, artistas y elencos de Chile tuvieron que repensar su tarea y se hicieron eco de la problemática, al ver en primera persona cómo las fachadas de los teatros se inundaban de grafitis y mensajes de descontento.
"Hay muchas salas que están en la zona de conflicto y manifestaciones en la ciudad. Ese círculo es muy complejo y tuvimos que repensar nuestra labor en este momento. Durante todo este mes algunas salas han sido centros de primeros auxilios, hay otras que abrieron sus puertas como centros para charlas, cabildos abiertos. En el teatro de la Universidad Católica, por ejemplo, nos reunimos con la junta de vecinos; tenemos charlas de salud; educación; los temas que a los vecinos les importan. Los teatros se abrieron a la comunidad de otra manera. Siento que ha sido bueno repensar la labor y conectarse con la comunidad, ahí está el cambio radical".
En estos tiempos de incertidumbre, además de la intermitencia de actividades, los espacios están a expensas de la inseguridad y las situaciones de violencia que se desatan en las manifestaciones. "Estos días, en el barrio Bellavista que es una zona bohemia y con muchas salas, tuvieron que levantar las funciones; porque los carabineros movieron las movilizaciones hacia esa zona y suspendieron las actividades. Hay una sala en construcción, donde entraron e hicieron fogatas adentro y sacaron todos los materiales. También uno de los centros Mori, en Recoleta, tuvo que poner cortinas metálicas y suspender a la mitad una función. Ahora vivimos el día a día, sin planificación. Pero adherimos al movimiento. No queremos que la ciudad se destruya y no estamos a favor de la violencia, sino que queremos cambios que sean beneficiosos para todos", apunta Verónica Tapia.
Abrir el telón en plena crisis
Un clásico de la escena chilena era La Noche de Los teatros, que albergaba en un solo espacio un número de propuestas artísticas a muy bajo costo. Este año se decidió hacer un ciclo durante un mes por distintas salas, e ir programando actividades de acuerdo a la situación de cada teatro.
-¿El Festival Internacional Santiago a Mil, referente del continente, se realizará en enero?
-Sí. Pero aún no tenemos muchas respuestas. Estamos viendo los horarios y charlando con las salas que participan. Se bajaron algunos espectáculos internacionales, se está reprogramando y va a tener una estructura distinta. Obviamente bajaron las ventas de entradas este año. A esta altura ya se vendían más, pero hay ciertas funciones que se venden el mismo día. Es un festival importante para el país.
- Como parte de la comunidad cultural, ¿se reunieron con autoridades del gobierno para paliar esta situación?
- Nos reunimos con el subsecretario de Cultura, Arte y Patrimonio para plantear nuestra realidad. Y cómo se puede ayudar a los espacios y artistas, además de otras problemáticas que vienen de hace tiempo y que se tienen que solucionar en un mediano plazo. Igual tomamos distintas medidas, porque el cambio ha sido muy radical. Comenzamos a virar porque somos un país muy individualista, muy distinto a ustedes. Y esto nos hizo reencontrarnos como comunidad. Y como comunidad artística hay muchos movimientos, por ejemplo, estamos hablando con los museos, circos, con los que antes no teníamos relación, cada uno estaba en su trinchera. En ese sentido hicimos comunicados, manifestamos nuestro pensar.
-¿Cuál es la realidad de la cultura y las artes escénicas en otras ciudades, en esta crisis?
-Tenemos contacto con teatros de todo Chile para ver en qué situaciones se encuentran. En general, Concepción, Valparaíso, tienen movimiento cultural y ellos han tenido que suspender actividades. En Concepción se saquearon teatros y es ahí donde los teatros independientes sufren mucho más; porque al no abrir, no tienen ingresos, no pueden pagar el alquiler y no tienen ayuda del Estado.
-¿Algunos actores sufrieron situaciones de violencia?
-Hay estudiantes de teatro que han sufrido perdigones en las manifestaciones en el comienzo del proceso. Es un momento muy complejo en ese sentido, porque Amnistía Internacional entregó un informe por lo que había sucedido en cuanto a la represión y tortura en plena democracia, y el Gobierno rechazó este informe. Y eso es una señal pésima. Uno ve lo que pasa en las calles y es impactante. Tenemos un gobierno sin liderazgo que no escucha lo que pide la gente. Y siento que despertamos y no va a parar tan fácil. Si el Estado no responde esto no va a volver atrás. Como sociedad también somos responsables. A esos jóvenes que se manifiestan con violencia nosotros los apartamos: no les dimos el lugar para que sientan que los centros culturales, las universidades, les pertenecen. Viene de ahí la rabia y dolor que manifiestan. No estoy de acuerdo con esa violencia, pero entiendo por qué lo hacen.
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