En Guatemala no hay espacio para el blanco o negro. Aún quienes admiten los grises se ven abiertamente desafiados. Porque apenas se pone un pie en el país centroamericano se está expuesto a una explosión de color, de sabor, de estímulos olfativos, sonoros y físicos. Es como si la percepción de estar vivo se manifestara allí, de repente, con total contundencia.
Acaso porque también la muerte, entendida apenas como un ciclo de la vida, está muy presente y sin drama en cada manifestación cultural: para celebrar las tradiciones, afirmar la propia identidad y venerar a los ancestros.
Esa evocación inicia en las calles empedradas de Antigua, al amparo de volcanes; se replica constante y sutil en las aldeas del Lago Atitlán; adquiere un halo de misterio en las ruinas mayas desperdigadas en la selva de Petén y cobra sentido en los pueblos de Santiago Sacatepéquez y Sumpango, donde el círculo se cierra.
La Avenida de las Américas da cuenta del espíritu cosmopolita de la Ciudad de Guatemala. Trazada a fines del siglo XIX -su nombre se inspira en el antecedente de la Organización de OEA, la Primera Conferencia Internacional Americana, celebrada en Washington, en 1889, para crear una Unión Internacional de Repúblicas de la región-, dedica una plaza a cada país del continente.
José Martí, Simón Bolívar, José de San Martín, Gervasio Artigas, Ramón Castilla y Bernardo O'Higgins, entre otros, tienen sus propios monumentos, donde se celebra el Día de la Independencia de cada nación.
También, es la zona verde por excelencia, refugio de ciclistas y deportistas, especialmente los fines de semana.
El extenso paseo es uno delos tantos pulmones que sorprenden a cada paso, que hacen más respirable la ciudad y honran su nombre en lengua náhuatl: Quauthlemallan o "lugar de muchos árboles". Es un bulevar gigante que se despliega en la Zona 13, una de las más coquetas de la capital del país, donde también despunta un interesante polo gastronómico.
Ese ritmo apacible muta por completo en la Zona 1, en los alrededores del Centro Histórico y uno de los puntos de partida de las “guaguas” hacia distintos sitios de la ciudad y del país. Son antiguos autobuses escolares estadounidenses, pintados de diferentes colores de acuerdo a la empresa -y al gusto de su dueño- que llevan siempre a un buen samaritano en el estribo anunciando a viva voz la ruta a seguir.
"¡El Gatillo!", "¡Vista Hermosa!", "¡Antigua!", "¡Chichi!" (Chichicastenango, a 145 kilómetros, sede del mercado de artesanías más grande de Sudamérica). Los gritos con cadencia musical se confunden y dan cuenta del primer contraste local.
No vale visitar Guatemala sin haber hecho un viaje en esos vehículos, donde el espacio para dos asientos puede convertirse en para tres o cuatro -sin chistar-, se comparte equipaje con gallinas y la música suena a todo volumen.
La imagen del Volcán de Agua, de color azul, enmarcado por el amarillo furioso del Arco de Santa Catalina, es una de las postales internacionales más reconocidas de Antigua.
Pocos saben que esta pieza es tal vez el símbolo más religioso de la ciudad, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. El arco, que formaba parte del Antiguo Convento de Santa Catalina Virgen y Mártir, fue construido en 1693 a modo de pasarela para que las monjas de clausura pudieran trasladarse hacia un anexo sin salir a la calle y evitar así romper sus votos.
Por supuesto, no es el único símbolo católico. Esa herencia es tan palpable en Antigua como sus casas coloniales y los balcones repletos de rosas rojas y bungavillas fucsias.
Son incontables las iglesias que se hallan a cada paso en un recorrido a pie. Entre las más impactantes está la de La Merced (1749), punto de partida de la llamada Ruta del Hermano Pedro, un periplo por templos religiosos que da cuenta de la revolucionaria obra de Pedro de San José de Betancur (1626-1667), franciscano español -canonizado por Juan Pablo II en 2002- fundador de la Orden de los Betlemitas y de la primera escuela, en pleno siglo XVII, a la que acudían por igual blancos, indígenas, negros y mestizos.
La mayoría de los monasterios y conventos, salvo pequeñas excepciones, están en ruinas o se convirtieron en hoteles de lujo, entre ellos, el de Santa Catalina. Sin embargo, la religiosidad persiste en las siempre pobladas iglesias y capillas, con su mezcla de iconografía católica e indígena, visible en muchas de sus fachadas y columnas o en los santos con tez oscura y ataviados con alguna prenda maya.
También está muy presente en los cultivos de café y maíz, organizado por "milpas" (tres hectáreas para la siembra de cada variedad) que tapizan las faldas del inactivo Volcán de Agua -considerado fuente de poder y energía-, casi hasta el borde del bosque virgen que lleva hacia la cima de sus 3.760 metros.
La mole se aprecia desde cualquier rincón de Antigua, como también los humeantes volcanes De Fuego (3.763 m) -que en junio pasado registró una violenta erupción- y el Acatenango (3.976 m), con sus dos picos. De hecho, hay quienes aseguran que el escritor francés Antoine de Saint Exupéry se inspiró en la vista de este trío para crear el Asteroide B612 donde nació "El Principito".
Y no es todo: también se dice que la famosa "boa" de la historia que se traga al elefante está inspirada en el Cerro de Oro. Su silueta, que se alza en el lago Atitlán, es idéntica a la ilustración que acompaña uno de los libros más entrañables de la historia de la literatura.
Memoria entre las manos
La eterna bruma del lago Atitlán no impide divisar los volcanes Tolimán, San Pedro y Atitlán, que se alzan como tótems a más de 3.000 metros de altura en sus orillas.
Sin embargo, ese panorama nuboso alimenta el aura de misticismo, las versiones sobre las milagrosas propiedades sanadoras de sus aguas esmeralda y el magnetismo de una antigua ciudad ceremonial sumergida, Samabaj, que muchos consideran la "Atlántida Maya".
Panajachel, en la costa norte del lago, es ideal para hacer base por su variada oferta hotelera. Es un pueblo con bastante movimiento pero a la vez apacible. Y la célebre Calle Santander tiene todo lo necesario: restaurantes, oficinas de Turismo e incontables puestos de souvenirs que permanecen abiertos hasta bien entrada la noche.
Al final de esa vía está el muelle desde donde parten barcos públicos hacia San Marcos y San Pedro La Laguna, con sus paradas intermedias en distintos pueblos de la costa. Y desde otro embarcadero se pone proa a San Juan La Laguna y Santiago Atitlán, nuestros destinos.
Mientras navegamos buscamos en vano algún rastro de la ciudad sumergida, descubierta en los '90 por el buceador guatemalteco Roberto Samayoa y que, según expertos, data del período Preclásico Maya (1.000 a 250 a. C). Solo tenemos las coordenadas: está frente a las faldas del volcán Tolimán, a 500 metros de la playa y a 30 de profundidad.
En estos poblados, cada vez que se prepara una comida, se hila el algodón o se hace una pieza de cerámica, el legado maya trasciende. La sensación de la memoria que revive en las manos de sus descendientes es muy viva en San Juan La Laguna, donde la economía es prácticamente manejada por cooperativas femeninas.
La voz suave con acento quiché de Martina nos sumerge en los secretos del centro Ishok Ajken (mujer tejedora en maya de raíz tz'utujil Xe'), donde 40 mujeres se unen para hilar, teñir y tejer el algodón.
Hacen el trabajo del mismo modo que sus ancestros: comienzan por retirar las semillas, que vuelven a sembrar, lo “apalean” (dando suasuaves golpes) durante 25 minutos para suavizarlo y luego, un malacate -una especie de punzón largo de madera- necesita del equilibrio de un trompo para girar y enrollar la fibra.
Es un proceso que requiere 20 días de trabajo, repitiendo esa operación cinco veces diarias.
Cada pieza lleva una etiqueta con el nombre de la tejedora, el artículo y el precio. Los antiguos saberes mayas también se traducen en aromas. La cooperativa Qómanell (mujeres curanderas) cultiva 42 tipos de plantas -desde las más conocidas a las súper exóticas-, cada una con propiedades especiales, con las que elaboran distintos blends de té, jabones, champús, cremas y velas aromáticas.
La navegación a los pies del volcán San Pedro lleva hasta la ensenada sur del lago, donde está Santiago Atitlán. Aquí hay un clima menos turístico, lo que hace más interesante sumergirse en su mercado de productos comestibles -se encuentran variedades de ajíes picantes, frutos exóticos y pescados- y asomarse al sincretismo religioso.
Misterios mayas
Hacia el norte, casi en el límite con México, las montañas de las sierra de Chamá, que superan los 1.500 metros de altura, introducen en el escarpado paisaje de Petén, cuyos profusos bosques tropicales esconden las ruinas de la ciudad de Tikal, la más grande del período clásico de la cultura maya. Es casi imposible recorrerla en un día, si bien hoy solo se pueden transitar 16 km2 de los originales 576 km2 que ocupó en su período de esplendor. Con todo, en esa área hay unos 3.000 edificios por descubrir.
Es cierto que los restos arqueológicos se llevan todo el interés pero la selva cerrada y exuberante también requiere atención. En el recorrido se ven incontables especies de aves coloridas y chillonas, tarántulas de tamaño respetable, variedad de mariposas y monos aulladores, cuyos rugidos alientan a alzar la vista hacia las copas de los árboles de caoba, a más de 50 metros altura, para verlos saltar entre las ramas o balancearse colgados de lianas, casi como acto de protesta por la invasión de los visitantes.
En la caminata también se perciben varios aromas que luego se descubrirán en la gastronomía local, empezando por el dulzón de la pimienta y el urticante del cardamomo. En esas tierras nacieron muchos de los secretos de la cocina maya.
Sentarse a la mesa es siempre una aventura en Guatemala. Es curioso, pero en este país, donde el clima es de eterna primavera, y a veces el calor agobia, existe una predilección por los platos calientes. Incluso si la opción principal es fría, siempre se ofrece una sopa como entrada.
Siempre existe algún sabor indescifrable que requiere la asistencia de un "chapín", como se llaman a sí mismos los guatemaltecos. Ellos son los indicados para guiar a los visitantes sobre las variedades de "chiles" (ajíes), que van desde el sabor más dulce al amargo, pasando por varios estadios de picante, a tener en cuenta.
Un capítulo aparte merece el tradicional "fiambre", un banquete que incluye embutidos, sardinas, pollo, cerdo, quesos, verduras crudas y cocidas, que requiere dos meses de preparación y se degusta una sola vez al año en familia: el 1 de noviembre, cuando se conmemora el Día de Todos los Santos.
Colores en el cielo
Las curvas del camino entre Antigua y Santiago Sacatepéquez, unos 21 kilómetros hacia el norte, se sienten en la boca del estómago. Así es cada experiencia en Guatemala, absolutamente visceral.
En cierto punto, hay que dejar el vehículo y caminar por las calles empinadas del pueblo hacia el cementerio local, ubicado sobre una colina. Son apenas las 9 de la mañana pero un gentío se moviliza hacia allí. Hombres, jóvenes y niños transportan a pie estructuras gigantes de madera y papel de seda, como si se tratara de un Vía Crucis. Las mujeres llevan canastas con tortillas y platos tradicionales, que se degustarán más tarde.
Como la mayoría, se dirigen al sector donde descansan sus seres queridos, modestos panteones recién pintados, repletos de arreglos florales.
Esta tradición se acompaña con la de B'ojoy Maye, que explica la presencia de flores "de muerto" (amarillas) en las fachadas de las casas, para indicar que sus habitantes son católicos. Si los espíritus no ven los adornos en sus antiguas casas, su enojo hasta puede afectar las cosechas. Así que ese día todos tratan de estar a la altura.
Los abrazos, los encuentros y el sonido de las marimbas sellan la unión entre la vida y la muerte, sin lamentos, y se lanzan deseos y pedidos a los espíritus. Al caer el sol las piezas son quemadas por los niños para que el humo se eleve y se desvanezca. Y la palabra matiox(gracias), comienza a repetirse como un mantra.
Miniguía
Cómo llegar. Copa Airlines vuela de Buenos Aires a Guatemala con escala en Panamá. El pasaje cuesta $ 28.824 con impuestos.
Dónde alojarse. En Antigua, Hotel Camino Real. Hab/ De Luxe, en base doble con desayuno continental, desde US$ 107,33 por día (www.caminorealantigua.com.gt). En Panajachel, Porta Hotel del Lago. Hab/doble con desayuno continental, desde US$ 199 por día. Consultar por propuestas all inclusive (www.portahotels.com). En Ciudad de Guatemala, Hotel Las Américas. Hab/doble con desayuno continental desde US$ 102 por día (www.lasamericas.com.gt).
Dónde comer. En Ciudad de Guatemala, Kardamomuss (kardamomuss.com). En Antigua, La Fonda de la Calle Real (lafondadelacallereal.com) y La Cocina del Obispo (en San Juan Obispo) Tel: 502 78306681. En Santiago Atitlán, Restaurant El Pescador (elpescadoratitlan.com).
Moneda. Un dólar equivale a 7,71 quetzales.
Dónde informarse. Instituto Guatemalteco de Turismo (INGUAT) Teléfono (00-502) 2290-2800.
TTC Travel guías turísticos: teléfono (00-502) 3280-8936.
Embajada de Guatemala en Buenos Aires: Juncal 802, teléfono 4313-9180.
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