Recientemente se presentó un proyecto de ley nacional propuesto por el diputado José Luis Ramón que plantea etiquetar los maples de huevos según el modo de producción. Si bien hay distintas opiniones en el sector, varios productores critican que se califique de maltrato animal a la producción en jaula.
El proyecto clasifica la producción de huevos en cuatro tipos: en jaula, libre de jaulas en galpón cerrado, libre de jaulas en pastoreo (huevos camperos o del campo) y libre de jaulas ecológico u orgánico (camperos certificados como orgánicos).
Si se aprobara la ley, todos los huevos que se comercialicen deben especificar en su etiqueta, envase y empaque a qué calificación corresponden. Además, el empaque no puede tener imágenes engañosas, como una gallina libre si el huevo se produjo en un sistema de jaula. Ambas cuestiones también se aplicarían a las publicidades del producto.
“El objetivo central es que el consumidor tenga la información necesaria para saber de dónde proviene el alimento que está comprando. No es un invento nuestro, esta misma legislación ya existe en Europa y parte de Estados Unidos, es un proyecto que avanza en tener una producción sustentable. Hoy más del 80 % de los huevos se producen en jaulas”, explica Ramón.
La Cámara Argentina de Productores e Industrializadores Avícolas (Capia) expresó su preocupación por no haber sido consultados en la elaboración del proyecto. Además, señalan que “las declaraciones que han venido realizando los promotores de esta nueva ley y las organizaciones animalistas en un 95% no se ajustan a la realidad de la producción avícola”, parten de “preconceptos” y no mencionan que “la industria avícola está fiscalizada por el Senasa”.
Algo polémico es que en los fundamentos de la norma se habla de maltrato animal. Incluso, la ONG que acompaña el proyecto, Sinergia Animal, postula que “en Argentina son más de 40 millones las gallinas que viven en pésimas condiciones, sin poder caminar ni extender sus alas y que padecen problemas óseos crónicos”, viviendo hacinadas y “obligadas a convivir con los cadáveres de otras gallinas, poniendo huevos entre sus propias heces”.
Ramón coincide en hablar de maltrato animal, porque “justamente esa es una gran preocupación nuestra, para tener una producción sustentable no tiene que haber maltrato y el consumidor debe ser parte de esto”. Si bien el diputado nacional aclara que el porcentaje mayor de quienes producen con maltrato animal son de la Pampa Húmeda, “en Mendoza hay productores que también trabajan de esa manera”.
En ese sentido, una sorpresa para el autor del proyecto fue que “muchos granjeros me han llamado para apoyar el proyecto, porque hay una competencia desleal entre quienes tienen buenas prácticas, trabajando de manera más ecológica, y quienes no les importa nada”.
Qué opina el sector
Armando Sileoni, propietario de Avícola Sileoni, está a favor de la iniciativa. Si bien él produce con jaulas y asegura que lo que hace no es maltrato animal, cree que es importante controlar más la comercialización. “El huevo es una esponja, te absorbe bacterias y veneno, por eso debe estar muy controlado, no lo pude vender cualquiera”, sostiene.
Sileoni vivió 21 años en Italia, donde “hay controles más estrictos”. Él cree que también se debe etiquetar cada huevo con su fecha de vencimiento apenas se clasifican, ya que hacerlo después en el maple es menos confiable. Si bien la impresora láser que lo realiza es costosa (“una impresora para diez mil huevos por hora cuesta 70 mil dólares”) es importante por un tema de salud.
Respecto a la sospecha de maltrato, Sileoni explica que hay distintos tamaños de jaulas y que el animal no se estresa si uno le da un buen trato: “La gallina en la jaula está en un ambiente limpio, no está con sus heces. Nace prácticamente en ese lugar y no le tiene que faltar ni el agua ni la comida. En piso sí tenés que darle un antibiótico todos los días para que no se enferme, y si tenés cinco mil libres en el campo es muy difícil controlar la salud”.
Por otro lado, Nicolás Leiva, productor de Fray Luis Beltrán, está en contra de la iniciativa. Él considera que es suficiente el etiquetado en cada pack de huevos como hoy pide Senasa, y le parece un gasto innecesario etiquetar cada huevo (aun cuando la ley, de momento, solo habla del paquete y la publicidad). Además, advierte que la producción a campo abierto es mucho más costosa y ve difícil que el público general lo consuma.
“Nosotros usamos sistemas de jaula. Si a la gente le cuesta consumir un precio de esto, imagínate cuando tengas una gallina suelta con todo lo que hay que tener más el personal a cargo. Si un maple de estas te cuesta 100 pesos, uno de las que dicen ‘libre de estrés’ te costaría 200, el doble. En varios países tenés el huevo común y el ‘libre de estrés’, pero creo que acá la gente no lo va a consumir”, analiza Leiva.
Desde el INTA Junín, su director Alejandro García comentó no haber recibido denuncias de gallinas hacinadas en avícolas. Sí considera que son dos mercados distintos cuando se habla de una producción de huevos grande a escala tipo industrial, que necesita producir en cantidad, y de otra producción más chica con gallinas más libres y un menor nivel de estrés.
“Los que hacen pastoreo tienen una mezcla de razas y ves huevos de distintos tipos de colores en el maple. Si bien varía, por lo general hasta las cuatro de la tarde juntan los huevos, después la gallina anda, pastorea y vuelve sola. No está en una jaula sino en un gallinero a piso de tierra. Se podría decir que es como tener una gallina doméstica pero con una producción mayor”, explica García.
Por otro lado, este medio consultó en Guaymallén, Luján y Maipú, tres de los principales departamentos productores de la provincia, por denuncias de maltrato animal en el sector avícola. Desde los tres comentaron no tener conocimiento de denuncias de ese tipo en sus municipios.