Si bien el malbec estuvo presente en Argentina desde 1868, cuando ingresó a Mendoza de la mano del ingeniero agrónomo francés Michel Pouget, lo cierto es que hasta hace 25 años nadie había desarrollado su potencial. Previo a esto, por los altos precios, las criollas y los blancos dulces mandaban en el país, productos que básicamente sólo se consumían en el mercado interno.
Entre 1995 y 1996 el malbec, que fue arrancado para básicamente plantar otras variedades más productivas y de acuerdo con la demanda de ese momento, alcanzó su punto más bajo histórico con un poco más de 9 mil hectáreas de viñedos. Pero ya desde hacía unos años varios referentes históricos de la vitivinicultura venían trabajando en desarrollar una variedad que pudiera cambiar la cara a la vitivinicultura del país.
“En los 70 y 80, las uvas malbec se elaboraban sin las pieles, o sea, como blancos. Era la tendencia. Prácticamente, como el rendimiento de la variedad era bajo, no convenía utilizar el malbec para hacer este tipo de vino y los productores empezaron a remplazar el malbec por otras variedades de más alta producción y mucha menor calidad”, así recuerda Alberto Arizu (Luigi Bosca) la erradicación de cientos de hectáreas de la cepa emblema.
“Eso le costó a Mendoza, de tener casi 50 mil hectáreas en 1975, a pasar a 12 mil. Fue una atrocidad lo que se hizo con esta variedad”, rememora.
Es que cuando se habla del malbec como punta de lanza, es difícil asumir que durante años la cepa fue olvidada.
Entonces, para entender la magnitud del “fenómeno malbec” en la vitivinicultura nacional, es necesario repasar lo ocurrido en las últimas décadas en toda la cadena, desde el viñedo hasta el consumidor final.
Un crecimiento en V
Uno de los datos más contundentes a la hora de analizar el “boom” del malbec es el que tiene que ver con la superficie implantada. Según estadísticas elaboradas por el Observatorio Vitivinícola, en base a datos de Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), entre 2002 y 2020 se produjo un crecimiento exponencial sin precedentes. Las estadísticas demuestran que hace 20 años había sólo 18.230 hectáreas de viñedos con el varietal emblema y en la actualidad (el último dato disponible corresponde a 2020) hay 45.657 hectáreas con plantas de malbec.
Lo más llamativo es que a lo largo de dos décadas no hubo nunca un retroceso. La superficie de malbec creció año a año sin excepción. El salto más significativo se produjo en 2011 y 2012, cuando la superficie implantada con ese varietal se incrementó 11% y 12% respectivamente.
Otro dato que demuestra la magnitud del aumento de la superficie del malbec es la participación de esa cepa sobre el total, que pasó del 9% en 2002 a 21% en 2022.
“A partir de los ‘90 es cuando la industria vitivinícola argentina se empieza a conocer cada vez más y a exportar más. Si bien se vendía al exterior desde los ‘60, el gran desarrollo del vino argentino en el mundo se da a partir de esa década. Incluso, coincide con una situación del país de apertura. Creo que ahí es donde el malbec comienza a tener un poco de representatividad en el mundo consumidor de vinos”, cuenta Eduardo López (Bodega López), cuarta generación de bodegueros mendocinos.
Más plantas, más producción
Como lo indica la lógica, el crecimiento de la superficie implantada con malbec tuvo su consecuente respuesta en el volumen de uva producido. En ese caso, el aumento no fue uniforme y constante, pero la tendencia de largo plazo siempre ha sido clara.
Las estadísticas demuestran que a fines del siglo pasado el volumen producido de malbec rondaba 1,2 millón de quintales (qq.). En 2006 se superó por primera vez lo 2 millones de qq. y, en 2011, los 3 millones.
Con algunos altibajos, pero siempre con tendencia general creciente, se llegaron a producir 4.449.299 quintales de uva malbec en la cosecha 2021. Se trata del valor más alto registrado en la historia de Mendoza para esa cepa. Ya en 2018 y 2019 se había superado la barrera de los 4 millones de qq, pero en 2021, el volumen fue aín mayor.
De una punta a otra, entonces, la cantidad de uva malbec producida en Argentina creció 264%.
Este escenario, a su vez, cambió considerablemente la “torta” de participación de la cosecha por tipo de varietal.
A principios de siglo, el 5,4% de la uva que se recolectaba en los viñedos nacionales era de malbec. Hoy la participación de la cepa emblema sobre el total cosechado alcanza el 20%.
Un vino, mil caras
Desarrollar un producto de calidad y homogéneo fue un desafío importante.
“Era un desafío que ya habíamos empezado a tomar algunos enólogos pensando que Argentina tuviera una cepa emblemática que la identificara. El malbec era aquella cepa que nos hacía únicos, distintos. Sin embargo, teníamos estilos tan diversos y divergentes que hizo falta -y recuerdo que en esa época, entre el ‘94 y el ‘96, empezamos a tener reuniones entre los técnicos- compaginar entre todos qué era un gran malbec, cuál era destino, el destino que tenía que tener la cepa y el vino que identificara a Argentina. ¿Cómo podíamos hacer del malbec un vino que fuera la bandera nacional?”, sostuvo Susana Balbo, bodeguera, y la primera mujer enóloga de Argentina.
Exportaciones
Teniendo claro cómo aumentó la superficie y la producción de malbec en los últimos 25 años, es interesante ahora sí analizar cómo se comportaron las ventas al exterior. El “boom” de exportaciones se produjo a partir de 2003.
De acuerdo con la información estadística elaborada por el Observatorio Vitivinícola, hacia 2002 Argentina exportaba sólo 6,6 millones de litros de malbec, por un valor de U$S 14.446.757.
El crecimiento que se dio a partir de ese momento fue exponencial. En 2003 se enviaron al exterior 10,2 millones de litros por U$S 23 millones y en 2004 se produjo un “boom” que hasta el día de hoy no tiene comparación. Ese año las exportaciones de malbec crecieron 142% en valor -alcanzando una facturación de U$S 55,9 millones- y 124% en volumen, llegando a los 23 millones de litros.
Lejos de estancarse, los envíos de malbec al exterior siguieron marcando récord año a año, con Estados Unidos como principal comprador. El posicionamiento en el país norteamericano, que compra más del 30% del malbec que Argentina vende al mundo, permitió a las bodegas locales llegar a superar la barrera de los 100 millones de litros comercializados y acercarse considerablemente a los 200 millones.
Todos los años, los envíos de malbec al exterior fueron creciendo (excepto en 2016 y 2019). El récord absoluto se registró en 2021, cuando se enviaron al mundo 167,5 millones de litros de ese producto. También hubo récord de facturación, con un valor total de U$S 554,2 millones.
Un dato a destacar, es que el malbec logró sobreponerse a las crisis y crecer en casi cualquier escenario, a diferencia del resto de los productos vitivinícolas. De hecho, si se analizan las estadísticas generales, se encuentra que los envíos de vino fraccionado encontraron su máximo nivel en 2012. Luego comenzaron a caer con fuerza en volumen. También bajó la facturación, pero la retracción fue más leve, debido al aumento del precio promedio.
Lo que muestran los números (menos ventas con mayor precio promedio) es consecuencia directa de la pérdida de competitividad de las bodegas argentinas, que se desempeñan en un escenario de tipo de cambio atrasado, alta inflación, y presión tributaria por encima de sus competidores. Ese “combo” económico condujo a que Argentina dejara de exportar millones de litros en los segmentos de precios más bajos, para pasar a concentrarse en los segmentos medios y altos, donde hay mayor margen para competir (2021 fue la excepción, con crecimiento general).
Aún así, el malbec se mantuvo siempre firme. Las bodegas lograron mantener e incluso ampliar su espacio en las góndolas del extranjero.
“Las exportaciones de malbec fueron evolucionando a medida que también fue evolucionando el mercado externo y se fue conociendo el malbec, que era una uva emblemática de Argentina, que sólo se producía en esta zona. El vino fue gustando, los estilos fueron gustando”, sostiene López.
Mercado interno
Dentro del país se ha dado una tendencia de consumo diferente. Los datos estadísticos del INV demuestran que la cantidad de ventas de vino malbec fue casi siempre creciente en la última década.
En detalle, en 2010, cuando el país se encaminaba a sus mejores años en exportaciones, se vendieron 56,9 millones de litros de malbec en el mercado interno.
En los años siguientes, las ventas comenzaron a crecer, hasta llegar a los 80,2 millones de litros vendidos en 2015, pero la crisis económica y la pérdida del poder adquisitivo, revirtieron la tendencia y el consumo bajó a 70,4 millones de litros en 2018.
Lo más llamativo es lo que ocurrió después. En 2020, pleno año de pandemia, el vino rompió varios récords de ventas y por primera vez se consumieron más de 100 millones de litros de vino malbec en Argentina (107,3 millones).
Hacia dónde va el malbec
Es evidente que el malbec aún no ha tocado su techo y que puede tener las características necesarias para seguir conquistando nuevos mercados.
“El crecimiento va a ser sobre el malbec, por más que hay otras variedades importantes pero el malbec va a seguir siendo el rey de los vinos argentinos. Es diferente a todos los que se hacen en el mundo. Hay muchos países que han introducido el malbec viendo el éxito que ha tenido Argentina y tanto es así que, viajando por Italia, los bodegueros de allí nos dicen: ‘Ustedes sí que supieron hacer una variedad y colocarla en el contexto mundial, algo que Italia no tuvo’, cerró Arizu.
Para Balbo, “hay que cuidarlo para que esa exportación se mantenga, pero hay que mirar hacia el futuro porque también hay que reinventar al malbec, no sólo como vino, sino Argentina como exportadora. El país tuvo una época de muchísima demanda, por este vino que descubrieron los consumidores del mundo, como un vino amable, sedoso, frutoso, muy gastronómico, y fue un crecimiento en las exportaciones a dos cifras anuales durante muchos años”.
Agrega: “Hoy el futuro del malbec pasa por mostrar el carisma que tiene como variedad. Nosotros, en nuestra propia empresa, hacemos malbec casi sin alcohol, malbec orgánico, con madera y súper complejo o de altísima gama. Mostramos esa versatilidad que tiene la variedad y nos permite seguir creciendo en las exportaciones con solvencia”.