A principios de los ‘90, Mendoza era la principal provincia olivícola del país, pero políticas como la promoción industrial la hicieron decaer y para el censo de 2018 era la segunda, con 15.825 ha (detrás de La Rioja, con 26.169 ha y cerca de Catamarca, con 15.484 ha). Algunos referentes creen que la declaración de Indicación Geográfica (IG) ayudaría a frenar la caída, mientras que otros ven un panorama sombrío si no hay cambios profundos.
De esas 15.825 ha locales de olivos relevadas en 2018, se estimaban 3.865 para conservas y 11.960 para aceite, aunque el destino de la aceituna es muy relativo según el año y la producción. Algunos empresarios del sector creen que la superficie en realidad ronda las 5.000 ha, con una fuerte disminución por la baja rentabilidad y el avance de barrios nuevos (buena parte de estos cultivos estaban en Maipú).
Alfredo Baroni, coordinador técnico del IDR, describe la situación: “Mendoza se quedó con fábricas grandes y con una superficie agrícola chica que fue mermando ante el avance de la urbanización. Hoy Mendoza debe traer aceitunas. El resto del mundo se basa en una olivicultura intensiva, con alto rendimiento y eso, desde el punto de vista económico, es más competitivo”.
Para Baroni, hay que valorar el aceite que se produce en Mendoza y la IG puede ser una gran contribución en ese sentido. “Si tuviéramos mayor demanda, podría haber mayor producción. Ojalá que esto sirva para evitar que se sigan erradicando olivos”, comentó el coordinador técnico del IDR. Vale aclarar que sólo se podrían certificar con la IG aceites elaborados por empresas locales con aceitunas producidas en el oasis norte de Mendoza.
Una nueva olivicultura
Desde Asolmen (Asociación Olivícola de Mendoza), su presidente Luis Armando Mansur, considera que la crisis en la olivicultura con su reducción de hectáreas es una realidad, así como ocurre también en la vitivinicultura. “La solución a este problema es la reconversión hacia la nueva olivicultura que transforme a este sector en una actividad rentable”, afirmó el empresario olivícola.
La nueva olivicultura hace referencia a plantaciones con mayor densidad, riego sistematizado y cosecha mecánica, entre otros aspectos. Según el análisis del presidente de Asolmen, la demanda del aceite de oliva es sostenida y actualmente está en aumento, lo que llevará a que quienes tienen los olivares “en condiciones” puedan seguir desarrollando la actividad.
Mario Bustos Carra, gerente de Asolmen y parte de la comisión directiva de la Federación Olivícola Argentina (FOA), coincidió en la pérdida de hectáreas y aclaró que la IG no busca replantear el negocio, sino brindar una herramienta para tener mejores márgenes de beneficio y un producto más competitivo.
En su mirada, a nivel internacional, se vienen épocas de fuerte competencia y por eso es importante buscar esa diferenciación, además del beneficio del 0,5% de reintegro a las exportaciones de productos con sello IG. “Lo que se busca es darle un elemento más que facilite la posible mejora en la competitividad”, opinó Bustos Carra.
Difundir y sostener la marca
Para Gabriel Guardia, gerente de Olivícola Laur, la declaración puede ser “un punto de inflexión” para “proteger los pocos olivos centenarios que quedan”. Preocupado por la “pérdida de la olivicultura”, señaló que otras zonas se tecnificaron y hoy generan mayores rendimientos por hectárea con menor costo por kilo.
También podría valorarse la producción local con la medición de huella de carbono y la certificación de cultivos orgánicos, ya que en Mendoza el control de plagas es relativamente sencillo por la baja humedad.
Más allá de que Laur ya tiene sus clientes internacionales, Guardia afirmó que “a la olivicultura de Mendoza se la salva entre todos”. En este contexto, cree que otras empresas podrían exportar: “Laur hizo bandera, pero tenemos que hacer interesante la marca Mendoza. Si les damos la oportunidad de salir con un sello de IG, tendríamos 100 marcas locales más con una pantalla hacia el mundo. Así podrá crecer y recuperarse la olivicultura”.
Alfredo Cecchi, titular de Aceites del Valle, valora la declaración de la IG, pero es firme al sostener que no se frenará la erradicación de hectáreas sin una transformación profunda: “Yo no creo que esto vaya a cambiar el panorama de la olivicultura en Mendoza. Puede ser un paño tibio, pero no se compara con la reconversión olivícola total que necesitamos, con escalas diferentes, un riego eficiente y variedades adaptadas”.
Para Cecchi, la situación actual es de una gravedad profunda y cree que sin cambios será difícil sostener hasta las hectáreas actuales. Considera que las condiciones de falta de crédito y una macroeconomía inestable, hacen difícil afrontar estos cambios como lo hicieron otras provincias con la promoción industrial.