En épocas donde la emigración de jóvenes argentinos está a la orden día, es frecuente encontrar historias profesionales que deciden dejar su país en busca de mejores oportunidades. Pero la historia de Juan Muñoz Oca es otra. Hace más de 20 años decidió hacer una pasantía en el estado de Washington, ubicado en el extremo noroeste de Estados Unidos, y lo que era por solo dos meses terminó siendo toda una vida.
El agrónomo y enólogo mendocino llegó a Ste. Michelle Wine Estates, un grupo de más 30 bodegas con base en el estado de Washington que tiene presencia además en Oregon y California, para trabajar en el equipo técnico de bodega. Después de seis meses iniciales allí pasó por Australia y Francia, ganando experiencia para lograr “el mejor malbec” de Mendoza. Pero los planes cambiaron y una nueva convocatoria por parte de la compañía estadounidense lo llevó a instalarse, en principio, por dos años más fuera de la provincia.
Hoy, a sus 45 años, todavía sigue allí. Incluso se ha convertido en el responsable de toda la enología del grupo más importante del estado, que cuenta con una producción de ocho millones de cajas de vino en total con un rango de precios va entre los 14 a los 350 dólares.
La empresa y sus bodegas fueron las fundadoras de la industria del vino en la región (concentra el 70% de la producción). Con 50 años la firma ha tenido un crecimiento tal que la ha posicionado como la segunda del país, con un importante foco en vinos por encima de los 12 dólares.
“Mi rol es tratar de mantener el estilo de cada bodega y después unificar las cosas buenas que cada equipo técnico hace para pasarlo al resto”, describió sobre su trabajo en una charla que mantuvo con Los Andes.
Con algunas horas de diferencia horaria, miles de kilómetros de distancia y pantalla de por medio, Juan Muñoz Oca contó cómo fue su llegada Washington y cómo ha sido su desarrollo profesional en una zona que definió como “muy parecida a Mendoza”, entre otros temas.
- ¿Cómo llegaste a Estados Unidos?
- Estudié en la Facultad de Ciencias Agrarias, siempre con la idea de trabajar en el mundo del vino. Cuando era más joven no sabía si lo quería hacer en viñedos o bodega, pero sí en la vitivinicultura. Salí de Mendoza a ver y aprender cómo se hace el vino en otros lugares, cómo la gente expresa lo que hace sus vinos únicos. Salí a hacer una pasantía y mi primer destino fue Washington, a la compañía con la que trabajo. Era por un par de meses, pero se extendió a todo un semestre. Después estuve en Australia un par de años y en Francia. En 2003 volví a Columbia Crest invitado por el equipo técnico para trabajar dos o tres años, pero todavía sigo aquí.
Cuando salí de Mendoza no sabía que Washington tenía una industria vitivinícola tan vibrante como la de entonces y la de ahora, que es la segunda de Estados Unidos, detrás de California.
- ¿Cómo era la industria vitivinícola de Washington cuando llegaste?
- Cuando empecé en Columbia Crest habíamos hecho 100 mil cajas de vino, este año vamos a llegar a 1,5 millones de cajas. Ese ha sido el crecimiento en 20 años; lo mismo se ha dado con otras bodegas, aunque no tan exponencial y, dentro del grupo, se crearon dos bodegas que cuando llegué no existían.
Tuvimos una etapa entre 2005 y 2012 en la que cada día se sumaba una bodega a la industria vitivinícola de Washington. Hoy tenemos 1.200 bodegas comerciales en todo el estado. Cuando llegué también había solo cinco apelaciones de origen, este año tenemos 20.
- ¿Qué fue lo que te hizo quedarte durante tanto tiempo allá?
- Salí a Estados Unidos a ver qué podía aprender de su forma de hacer vino y de sus consumidores, para volver a casa a hacer un malbec que sea un éxito en el mercado americano. Quedarme en Washington fue casi como un accidente.
La elección de este lugar se dio porque cuando estaba estudiando ayudé a un investigador del INTA que había venido a hacer su doctorado aquí. Él me dijo que Washington se parecía mucho a Mendoza y el trabajo en irrigación y manejo de canopia podía ser muy influencial para lo que hacíamos en Argentina, que en aquel entonces apenas estaba desarrollando el cultivo en las zonas más altas y frías de Valle de Uco.
Pero encontré un lugar que no solo tenía muchos paralelismos con Mendoza en cuanto a cómo se presentan los vinos o crecen las uvas, sino también desde la explosión del vino de alta gama. Como productores empezamos a ver cuáles son las diferencias que hacen que los vinos sean especiales y que empiezan a darle al consumidor una excusa para comprar vinos de determinado lugar.
- ¿Cómo describís los vinos de Washington?
- Tenemos una temporada de crecimiento única en el mundo. Hay una cadena montañosa que corta al Estado en dos y la producción se da al Este donde estamos en una sombra de lluvia, igual que pasa con Chile y Mendoza. Tenemos alrededor de 210 mm al año, con la diferencia que se concentran en el invierno. Hace mucho calor durante el día y frío durante la noche, es muy desértico el ambiente, pero a través del Valle de Columbia corre el río Columbia, el segundo más caudaloso de Estados Unidos, de donde regamos.
Esa dualidad nos ayuda a producir todas las variedades que se te ocurran. Algunas crecen mucho mejor y más elegantes, pero en realidad no tenemos variedad insignia, lo que es una ventaja y desventaja.
En el viñedo más viejo del estado, Cold Creek, que es uno de Chateau Ste Michelle, crecen tres variedades con las que hacemos single vineyard y cuentan la historia de Washington: cabernet sauvignon, chardonnay y riesling. Cuando pensamos en estas variedades nos llevan a lugares completamente distintos y la idea de que puedan crecer en el mismo viñedo es increíble. Una vez que entendés cómo funciona y cómo lo manejamos a través de la arquitectura de la canopia y la irrigación, comprendés que esa es la ventaja, porque podemos hacer las variedades que se te ocurran.
La desventaja está en que el consumidor tiende a buscar la variedad insignia del lugar. Es algo que estamos aprendiendo como industria, para que el consumidor pueda apreciar que podemos producir muchos vinos y estilos.
Las variedades más plantadas son cabernet sauvignon, merlot, cabernet franc, chardonnay, sauvignon blanc y riesling. El malbec está creciendo en popularidad y hectáreas plantadas, pero muy detrás de los principales tintos y el syrah.
Describo a Washington como un puente entre el nuevo y el viejo mundo. El nuevo mundo hace vinos muy frutados, con mucha madurez y con un perfil tánico muy dulce y sedoso. Pero eso trae con ello también una pérdida de acidez. Esta característica, la frescura y la capacidad de añejar nos llevan al viejo mundo. Todo eso se combina en este lugar, así como sucede en varios lugares de Mendoza.
También se presentan con una propuesta económica interesante para los consumidores americanos. Por los costos de elaboración, a la misma calidad y tamaño de las empresas, los vinos de Washington son más baratos que los de California y Oregon.
- Has mencionado los puntos en común que tiene Washington con Mendoza, ¿cuáles son las diferencias?
- La diferencia cuando llegué no era marcada en cuanto a tecnología, la capacidad o lo que entienden los productores para producir uva de primer nivel. Cuando visito a mis amigos y colegas mendocinos y charlamos del manejo del viñedo, no hay diferencias abismales.
La diferencia está centrada en cuánto arriesga el productor americano en probar una nueva tecnología y cuánto no se hace en Argentina hasta que esté probada por el INTA o bodegas grandes.
Perfil
Juan Muñoz Oca (45) es oriundo de Mendoza, pero actualmente vive en Richland junto a su esposa Jéssica, una enóloga de Washington, y sus dos hijos Malena (15) y Luca (12). Estudió Agronomía en la Universidad Nacional de Cuyo, siguió con Viticultura y Enología en la Universidad de Valladolid y en la Universidad de Columbia cursó la carrera de Negocios.
Desde hace casi 20 años trabaja dentro de Ste. Michelle Wine Estates, donde ingresó como pasante en su bodega Columbia Crest. Dentro de la empresa pasó en todos los puestos de enología hasta convertirse hoy en Chief Winemaker del grupo, puesto que ocupa desde 2020.