El sector olivícola presenta un panorama agridulce. Por un lado, se estipula una mejor cosecha que el año pasado (pasando de 19.000 toneladas en 2020 a 23.000 toneladas este año) y se espera un alto consumo de aceite de oliva como en 2020. Por el otro, la caída de hectáreas mueve a los empresarios a comprar aceitunas en otras provincias y faltan envases de vidrio.
Luis Armando Mansur, presidente de la Asociación Olivícola de Mendoza (Asolmen) considera que este año la cosecha de aceitunas aceiteras “se ve interesante, con más producción que el año pasado”. Si bien todavía continúan las erradicaciones y se observan muchos olivares descuidados, este referente olivícola explica que los cultivos bien cuidados y algunas inversiones nuevas, están dando sus frutos.
“A nivel nacional hay una buena estimación de cosecha. San Juan tiene muy buena producción, el Norte está normal y en total calculamos que en aceituna aceitera habrá una cosecha nacional de 205.500 toneladas”, analiza Mansur. En el caso puntual de Mendoza, la estimación es de 23.000 toneladas, muy por detrás de la principal productora, San Juan (102.000 toneladas).
La producción de aceite es directa, es decir que se cosecha la aceituna y automáticamente se envía para extraer el aceite. En el caso de Mendoza, se planea elaborar unas 3.450 toneladas de aceite este año y, a nivel nacional, rondará las 30.000 toneladas de aceite.
Un aspecto positivo se refiere al aumento del consumo de aceite de oliva durante la pandemia, motivado entre otras cosas por la cocina en casa. Según números de la Federación Olivícola Argentina, el año pasado hubo un consumo de 7.500 toneladas (casi 800 toneladas más de lo que se consumía en años anteriores) y esperan que ese nivel de consumo se mantenga este año.
En cuanto a nuevos cultivos, Mansur explica que se trabaja con variedades nuevas y con sistemas de cultivo distintos a los tradicionales. “Hay nuevas plantaciones con sistemas modernos, con riego por goteo semi intensivo. Son proyectos chicos. Los que están en la industria sí crecen, pero no mueven tanto la aguja en comparación con la erradicación y abandono de olivos”, reflexiona el presidente de Asolmen.
Comprar afuera
Más allá de las variaciones de la cosecha, las empresas olivícolas consultadas hicieron hincapié en la continua caída del sector agrícola, un fenómeno que -sostienen- no es único de las aceitunas.
Gabriel Guardia, gerente de Olivícola Laur, consideró que el panorama es “un desastre” ya que no pueden programar una producción de aceite de oliva con aceitunas de Mendoza. “Cuando abrís la fábrica, la tenés que hacer trabajar las 24 horas. Acá fincas grandes ya no hay, y no tenés forma de programar una producción con productores chicos que no saben si este año cosechan o no”, critica.
En ese sentido, Guardia explica que una producción de aceite “chica” de entre 10 mil o 15 mil kilos podría seguir adelante con productores vecinos pero, en su caso, con un volumen de elaboración mayor, deben traer aceitunas de San Juan, La Rioja y Neuquén.
“Falta materia prima en Mendoza. Es una desgracia porque acá tenemos una calidad altísima y de la variedad Arauco, nuestro Malbec, con la que ganamos concursos internacionales. Yo recuerdo que hace más de 20 años se molían 6 ó 7 millones de kilos de Mendoza y una mala cosecha era moler un millón menos. Hoy de Mendoza sólo molemos 120 mil kilos”, detalla el gerente de Olivícola Laur.
Otro tema es que el mayor consumo mundial hizo que el aceite aumentara su precio internacional, lo que también empuja al precio de las aceitunas. Los vendedores argentinos, en especial de San Juan, rigen su valor en base a ese número y por eso han aumentado de U$S 0,32 por kilo a U$S 0,48 por kilo.
Leandro González, gerente de Olivícola Lavalle SRL, considera que cada vez hay menos producción de aceituna: “El olivo se está abandonando y el costo de cosecha es caro. La gente no cuida los olivos, prefiere erradicarlos y hacer otras actividades. Nosotros tenemos producción propia pero además compramos”.
González lamenta el abandono de olivos tradicionales y comenta que han traído entre 4 y 5 millones de kilos de otras provincias. “Este año, de lo que usamos será mendocino un 30%. Fábricas sobran, lo que falta es el fruto. El problema es no tener producción. Las fábricas nos peleamos por dos kilos de aceitunas”, analiza.
Una diferencia que marca el gerente de Olivícola Lavalle es que, a partir del diferimiento impositivo que las benefició, otras regiones invirtieron en cultivos nuevos y hoy tienen riego por goteo y cosecha mecanizada. “En San Martín en cambio, erradican cultivos para hacer barrios privados o para probar nuevos cultivos. Los olivos en cortina que están alrededor de las viñas están abandonados, no los curan ni los podan”, describe González.
Aceiteras y de conserva
Gabriel Guardia considera que es necesario tener un plan económico provincial que apoye al sector olivícola como se hace en otras provincias: “San Juan y La Rioja lo tienen como política de Estado y le dan importancia, apoyan al inversor. Eso no sucedió nunca acá. nos quedamos con las plantas de 60 ó 70 años con cosecha manual, sin ser rentables”.
Si bien reconoce que el plan Mendoza Activa incluyó a los olivos, Guardia considera que es un plan pensado para Pymes, mientras que quienes realmente podrían aprovecharlo son las grandes empresas. “Necesitás tener una espalda financiera muy grande, porque cultivás y recién recuperás a los 4 ó 5 años. No está mal apuntar a Pymes, pero necesitás un diferencial para las grandes empresas”, comenta el gerente de Olivícola Laur.
Una última mención es sobre las aceitunas para conserva, que en Mendoza se cosechan un mes antes que las aceiteras, especialmente en Maipú y Lavalle. Una preocupación a inicios del año era por la falta de mano de obra, por temor a las restricciones de la pandemia, pero desde Asolmen comentaron que no tuvieron problemas mayores.
Según los datos que comparte Mansur, en la provincia se cosecharon 16.500 toneladas, de un total nacional de 71.700 (siendo La Rioja la principal productora con 35.200 toneladas). Vale mencionar que de esas aceitunas se exporta el 75%, especialmente a Brasil, y el restante 25% se destina al mercado interno.
Leandro González también se dedica a la venta de aceitunas en conserva y explica que la erradicación de olivos también afecta a las que se dedican para consumo final. “También soy conservero y ahí pasa lo mismo. Se ha hecho un abandono de los mismos tipos de olivos”, comenta el gerente de Olivícola Lavalle.
En opinión de González, este año hay menos actores cultivando y menos fábricas preparando. Además, teme que la crisis económica por la pandemia genere una caída del consumo en las aceitunas, ya que no es un producto de primera necesidad.
El problema de los envases
Desde principios de este año, en las páginas de Los Andes se ha señalado la dificultad de la agroindustria local para conseguir envases de vidrio, un problema que afecta a sectores como la vitivinicultura, las conservas y la olivicultura, tanto en las aceitunas de mesa como en el aceite de oliva.
En febrero, la Federación Olivícola Argentina hizo un reclamo ante el ministro de Industria de la Nación, Matías Kulfas, por este tema que generaba incertidumbre y encarecía los costos. “Tenemos la ventaja de que, a diferencia de productos como el tomate, la aceituna y el aceite de oliva tienen procesos que permiten alargar la espera (hasta que se puedan recibir los envases), pero las ventas se retrasan”, explicaron desde la entidad en ese momento.
Meses después, desde el sector comentan que la situación no ha mejorado. Gabriel Guardia detalla que ya no tienen botellas de 250 centímetros cúbicos (cm3) ni tampoco tienen fecha de producción. Lo mismo ocurre con otros envases. “Nosotros todavía no salimos de ese pozo. Sólo tenemos envases de 500 cm3, la gama media”, explica el gerente de Olivícola Laur.
El vidrio es importante para el aceite de oliva ya que mantiene su calidad, mientras que el plástico deteriora el producto y se usa para aceites de menor precio, ya que es un material permeable al oxígeno, a los rayos del sol y a la temperatura. Sí se utiliza plástico para trasladar grandes volúmenes y para productos de 2 o 5 litros, pero no es lo ideal para el consumidor final.
“Si hiciéramos aceite mediocre, no importaría dónde lo envasamos. Pero si lo hacés con aceituna Arauco, que cuesta mucho, es una locura después colocarlo en un envase plástico que dura 6 meses”, señala Guardia. Una opción sería traer envases desde China, pero demora meses y no se ahorra dinero. De momento, esperan a que la producción local de envases de vidrio se vaya normalizando.