Mendoza y su "fundación mítica" a través de la poesía

Un poemario de Bettina Ballarini, que editó Libros de Piedra Infinita en 2003, propone una mirada diferente de la provincia.

El día 2 de marzo de 1561 el capitán don Pedro del Castillo, llegado de allende los Andes, fundó en el denominado por los pobladores originarios “Valle de Huentata o de Huentota”, la ciudad de Mendoza, denominada así en honor de su mandante, don García Hurtado de Mendoza, gobernador de las tierras trasandinas.

Como toda ciudad que se precie, Mendoza ha tenido su fundación mítica por obra de grandes poetas, como Alfonso Sola González (Don Pedro del Castillo funda Mendoza) o Abelardo Vázquez (La ciudad). Y una “contrapartida”, representada por el poemario de Bettina Ballarini, Sin fundación mítica (2003) publicado por la editorial Libros de Piedra Infinita (dirigida por Fernando G. Toledo y Hernán Schillagi) en su Colección de Poesía Desierta.

Profesora y Licenciada en Letras, Ballarini se especializó en Guion y Producción Audiovisual. En 1990 fue una de las fundadoras de la Escuela Regional Cuyo de Cine y Video. Es docente universitaria, y como investigadora desarrolló varios proyectos relacionados con la zona del secano lavallino.

Todos estos datos son significativos en orden a comprender mejor su tarea creadora, que gira alrededor de tres ejes fundamentales: la concepción del libro como un objeto de arte integral, con una perfecta complementación entre lo visual y el texto poético; en segundo lugar, su conocimiento de la literatura universal, su dominio de tópicos y motivos, así como de la técnica literaria y, finalmente, su profundo amor por el desierto.

Ha publicado los poemarios: Espacios que los pájaros pierden (2000); La cantina de alba (2007); Bananaspleen (2012); El libro de Juana (2020) y el libro de relatos Los ojos del desierto (2016). En cuanto a Sin fundación mítica, el título es muy significativo: en un primer nivel de reflexión establece una clara intertextualidad con el poema de Jorge Luis Borges, incluido en uno de sus poemarios de la década del 20: Cuaderno San Martín (1929).

Borges postula la creación de un tiempo mítico, la abolición de la temporalidad a favor de una suerte de presente eterno y, en consecuencia, la apertura del texto a una dimensión supra temporal, un acto situado más allá del tiempo, y por lo tanto, susceptible de ser revivido ritualmente, reactualizado a través de la palabra poética. La dimensión temporal resultará así meridiano semántico de todo el libro de Ballarini: “No puedo negar que te nombraron” (p. 5).

En un segundo nivel de interpretación, el título puede aludir a las controversias históricas acerca de la fundación efectiva de la ciudad de Mendoza, que al parecer existió antes en el plano o en el imaginario que en la realidad, si bien su existencia es indiscutible para el yo lírico: “Y no puedo negar que te fundaron / vientre y valle, repartido tu cuerpo / en arena y piedra / que los varios dedos pulsaron / hasta componerte agua” (p. 7).

Pero en un tercer nivel de significado, y a favor de la formulación negativa, el título denota la actitud fundamental del sujeto poético en orden a señalar como ilusoria la existencia de la urbe, aludida frecuentemente como “espejismo”: “Tal vez no haya / en esta pausa del desierto / sino misterio de luz / más un espejismo numeroso” (p. 9). Por contraposición, el desierto —“ese tamaño inocente de metáfora” (p. 45)— se erige como la única realidad verdaderamente tangible y eterna: “Los ojos del desierto / son eternos de par en par” (p. 41).

El centro significativo del poemario se desplaza así de la ciudad a las lagunas de Huanacache, en pleno corazón del Cuyum (tierra sedienta) indígena, erigido en una imagen arcádica por la magia de la palabra poética que da cuenta de su pasado esplendor: “Eso fue hace tanto tiempo / tanto tiempo / tanto tiempo / como cuentan los mitos” (p. 58).

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