Letras de San Martín: la editorial Libros de Piedra Infinita y su tarea de difusión de la poesía mendocina

La poesía mendocina sigue evolucionando y de todo ello da cuenta la colección dirigida por Fernando G. Toledo y Hernán Schillagi, el más valioso emprendimiento editorial que, desde San Martín, enriquece la cultura de toda la provincia.

Letras de San Martín: la editorial Libros de Piedra Infinita y su tarea de difusión de la poesía mendocina
Algunos de los más de 30 títulos que ha publicado la editorial mendocina dirigida por los escritores sanmartinianos Fernando G. Toledo y Hernán Schillagi.

En el desarrollo de la poesía mendocina contemporánea los años 90 marcarán, sin duda, un punto de inflexión, a favor de la irrupción de un núcleo bastante homogéneo de voces, que configuran un interesante fenómeno cultural, no ajeno por una parte al sistema lírico argentino contemplado en su globalidad, pero con rasgos suficientemente originales como para justificar su estudio.

Peculiares circunstancias históricas (inestabilidad institucional-subversión-régimen militar-democracia) que golpearon fuertemente la conciencia argentina después de mediados del siglo XX, configuran un perfil particular. La posmodernidad, con sus notas distintivas, predeterminan igualmente una actitud definida respecto de la vida, el arte, la religión...

El acceso a la riquísima producción poética de estos años se ve facilitada por el esfuerzo de editoriales de cuño mendocino: Ediciones Culturales de Mendoza, que a mediados de la década había editado a los “mayores” de entre ellos y, en 1998, Diógenes, que -a través de su colección “La Mesita de Luz”, en formato pocket- ha permitido completar el panorama de la poesía mendocina actual con otras voces que permanecían inéditas (salvo una o dos excepciones, se trataba de la ópera prima de todos ellos).

La antorcha, luego de un tiempo de desaparecida Diógenes, ha sido retomada por Libros de piedra infinita, editorial dirigida por Fernando G. Toledo y Hernán Schillagi, que también en formato pequeño y ediciones artesanales en su “Colección de Poesía Desierta”, nos brinda la producción del nuevo milenio. Quiero destacar la trascendencia de este emprendimiento cultural surgido en el departamento de San Martín, la Tebaida sanmartiniana.

La labor editorial se inició en 2002, con el objetivo de “recuperar las semillas poéticas dispersas en la aridez de la realidad circundante”. El nombre de la editorial evoca la obra maestra de uno de los poetas mayores de Mendoza: Jorge Enrique Ramponi. En un comienzo, la editorial encaró la publicación de dos colecciones: Colección de Poesía Desierta (poesía) y Colección del Salitral (narrativa). Actualmente las dos colecciones se fusionaron en una sola: Colección El Desaguadero, que ofrece libros en ediciones convencionales y digitales. Además, ha publicado una obra ensayística de Fernando G. Toledo, titulada Cruz y ficción (2021).

La Colección de Poesía Desierta nos ha permitido asistir a la evolución de la poesía mendocina a partir de ese punto de inflexión que significó una auténtica renovación; la nómina de títulos publicados es la siguiente: Mundo ventana (2002), de Hernán Schillagi; Diapasón (2002), de Fernando G. Toledo; Sin fundación mítica (2003), de Bettina Ballarini; Sábanas sin flores (2003), de Dionisio Salas Astorga; Jirafas sostienen el cielo (2003), de Rubén Valle; Nocturnos (2003), de Gisela Carniello; Niños envueltos (2004), de Maximiliano Quinteros; La cicatriz del silencio (2004, poesía), de Cecilia Restiffo; Trampas de la noche (2005, poesía), de Antonio Nogueira (seudónimo de Fabián Almonacid); Mariposa sobre las cenizas (2006), de Facundo López; Pájaros de tierra (2007), de Hernán Schillagi; Viajero inmóvil (2009, poesía), de Fernando G. Toledo; Tupé (2010), de Rubén Valle; El monstruo (2012), de Facundo López; Gallito ciego (2013), de Hernán Schillagi; El pan de la soledad (2013), de Paula Seufferheld; Ciencia ficción (2014), de Hernán Schillagi; La casa vacía (2014), de Cecilia Restiffo; Un objeto transparente (2015), de Sergio Pereyra; Vida de santos y santas non sancta (2016), de Dionisio Salas Astorga; Grietas para huir (edición definitiva en 2020, poesía. edición digital), de Rubén Valle; Lengua padre (2020), de Hernán Schillagi y Mud (2024), de Rubén Valle, de reciente aparición.

El catálogo no dice suficientemente acerca del valor de este emprendimiento editorial, que nos pone en la mano lo más granado de la poesía mendocina actual, a la vez que nos permite asomarnos a la narrativa actual, con la publicación de varias colecciones de cuentos y algunas novelas, crónicas y ensayos: Decires del País de las Arenas (2006, relatos), de Enrique Rafael Socas; La cofradía de los suicidas (2008, novela), de Silvio Mashad; El dragón pregunta (2011, relatos. Edición digital), de Hernán Schillagi; La visión del anfibio (2013, ensayo. Edición digital), de Hernán Schillagi; De los portones al arco (2016, novela), de Hernán Schillagi; Fritanga maravillosa (2020, ensayos. Edición digital), de Hernán Schillag; Cruz y ficción (2021, ensayos. Edición digital), de Fernando G. Toledo; El mar de los sueños equivocados (2022, novela juvenil. Segunda edición), de Fernando G. Toledo; La ilusión de un gran final (2022, crónicas), de Fernando G. Toledo y Biblioteca suelta (2023, ensayos), de Hernán Schillagi

Como notas generales que se advierten en la obra de los “poetas de Piedra infinita” (oriundos del departamento de San Martín o de otras localidades de la provincia) pueden señalarse, en lo formal, el predominio de los poemas breves, en consonancia con esa línea que viene de los sesenta y busca una elaboración extrema del lenguaje que evoluciona hacia una brevedad que confiere singular valor al silencio; igualmente, se impone el versolibrismo como “una manera de transgredir la preceptiva convencional o una distinta respiración del verso que, sostenido por el ritmo interior, obedece a una lógica del pensamiento: el verso se quiebra allí donde lo exige la idea-sentimiento” (Villalba, 1997).

En cuanto al poema como tal, algunos de sus rasgos característicos son la imagen textual de un poeta que mira -no ya “vidente” sino lente de una cámara fotográfica o filmadora-, la meditación sobre el silencio y el valor -cuestionado, pero aún subsistente- de la palabra, en particular la poética. Finalmente, en relación con el lenguaje poético, la mezcla de distintos registros, la relación con el rock nacional y un cierto hermetismo en algunas alusiones o imágenes cifradas que trabajan generalmente con la evocación de mundos artísticos ajenos (Borges, Cortázar, Neruda) o con algunos objetos o fenómenos erigidos en símbolo dentro del universo textual (girasol, eclipse, bitácora: idea de lo mudable, del dinamismo y del cambio). También, una relación crítica con lo que fueron los “grandes discursos” de la Modernidad: la ciencia, la filosofía, la religión

Por mi parte, he realizado un corte en un momento determinado, pero indudablemente, la poesía mendocina sigue evolucionando y de todo ello da cuenta la colección mencionada, el más valioso emprendimiento editorial que, desde San Martín, enriquece la cultura de toda la provincia.

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