En el corazón del barrio porteño de Flores, más precisamente en la calle Varela al 268, se encuentra una casa sencilla pero cargada de historia: allí nació Jorge Mario Bergoglio, quien décadas más tarde se convertiría en el Papa Francisco I.
Si bien no les pertenece más, hay quienes se detienen, se persignan, toman fotos y tocan el timbre para ver el interior de donde creció el Papa Francisco.
En el corazón del barrio porteño de Flores, más precisamente en la calle Varela al 268, se encuentra una casa sencilla pero cargada de historia: allí nació Jorge Mario Bergoglio, quien décadas más tarde se convertiría en el Papa Francisco I.
Esta propiedad, construida en 1932, fue el hogar de su familia al momento de su nacimiento. Aunque muchos creían que había nacido en la calle Membrillar 531 , donde transcurrió parte de su infancia, una investigación del historiador Daniel Vargas reveló la dirección exacta gracias a la partida de nacimiento del pontífice que falleció el pasado 21 de abril..
Se trata de un PH (Propiedad Horizontal) de 87 m² con entrada por una de dos puertas blancas idénticas que dan a un pasillo largo. Desde ahí se accede a la vivienda compuesta por cuatro ambientes: una habitación principal, una más pequeña, un comedor, una cocina compacta y un baño.
Hay además un patio interno con una escalera que lleva a una habitación en el entrepiso y a una terraza. Aunque fue remodelada en los años 80, aún conserva elementos originales como los pisos de madera, una antigua bañera, las puertas de hierro y una escalera de mármol.
La familia Mauro, que compró la casa en 1980, no sabía que allí había nacido el Papa. "Nos enteramos cuando tocaron el timbre diciendo que acá había nacido Francisco", contó Maximiliano Mauro, quien habitó el lugar con su esposa Laura, su hija Malena y su perra Kelly.
En 2014, cuando Francisco cumplió 78 años, la Legislatura porteña colocó una placa en la fachada para señalar que ahí había nacido el primer Papa sudamericano y argentino. El reconocimiento emocionó a la familia, que atravesaba un momento difícil de salud y encontró consuelo en la fe.
Aunque no pertenece más a la familia Bergoglio, ni a la que la compraron en su momento, la propiedad es un sitio de peregrinaje para creyentes y curiosos.
Muchos se detienen, se persignan, toman fotos o incluso tocan el timbre con la esperanza de conocer el interior. La casa se convirtió en una parada obligada de los que quieren conocer de la etapa del papa Francisco en Buenos Aires.