Juan Bautista Ramos, nacido en 1896 y muerto en 1966, fue periodista, dramaturgo, novelista y poeta, además de ensayista y traductor. Su obra literaria se inicia con tres libros de poemas publicados entre 1924 y 1932: “Los motivos del ágora” (1924); “Solfatara” (1929) y “El poema de Abel o 40 canciones sobre una chimenea” (1932).
En nota anterior me referí a su primer libro de poemas; en 1929 publica un segundo libro, titulado “Solfatara”. Respecto del primero, este tomo da muestra de una mayor homogeneidad y de una temática más relacionada con la vivencia íntima del yo lírico, tal como se explica en el poema titulado “Solfatara”: “Esta sed de mi alma es una solfatara. / todo en mi camino con su azufre mata / y conturba el paso de mi andar sereno…” (13). Esta actitud de tono romántico que recuerda al menos en su espíritu la queja de Bécquer, se desarrolla a partir de antítesis: “Salomón predica con su libro amargo / y San Juan me llama a la ciudad de oro” (14) y define toda una actitud vital que otros de los poemas explayarán, como temática predominante.
Formalmente, el volumen se caracteriza por el predominio del verso endecasílabo, en diferentes combinaciones; hay varios sonetos de buena factura, cuartetos y algunas alternancias de versos de distinta medida con una intención de tipografía expresiva, similar al del volumen anterior, al igual que algunos ensayos versolibristas.
El segundo poema, “En las cavernas de una mina muerta”, bajo la sugerencia del título construye una imagen de la propia poesía a través de sucesivas metáforas y comparaciones que tanto hacen a la afectación de modestia consabida como a la expresión del fondo sentimental del que brotan: “Son mis versos de ayer –viejos exvotos-/ una flor y otra flor que al ir viniendo / iba por el camino recogiendo / como pedazos de espejitos rotos” (17-18).
En esta temática de corte más intimista se ofrecen visiones convencionales de la belleza femenina, en visiones de conjunto, como en “Mujeres de mi ciudad”: “damiselas / de la tarde estival que hace mi encanto, / como incitan mis líricas secuelas / vuestros queridos labios de amaranto” (45), y también a través de dedicatorias particulares. “A Nelly la corista”, “A Bettina”, al “Retrato de Muñeca Dulac” … o a la “viñaterita” de “La villanela del mirasol”, con lo que el idilio adquiere un tono regional, congruente con la levedad de la estrofa utilizada que recuerda las serranillas tradicionales (70).
Encontramos asimismo en el volumen una línea de poesía reflexiva que se interroga sobre la realidad de la existencia, a partir de un símbolo como el del espejo: “alegría de sol en mi cuarto. De frente al espejo / mi faz el horror subrayaba de ser un reflejo […]” (97). También se alude a la condición dual de la vida humana. La dimensión temporal, el tópico de la fugacidad de la vida y el paso del tiempo se asocia en ocasiones a la temática sentimental, a partir de la sugestión de la lluvia: “Por eso hoy que la lluvia pone un dejo / de avinagrado zumo en las sonrisas, / se me hace que el pasado es un espejo” (30).
Esta inquietud existencial junto con el sentido de la vida humana se interroga acerca de los grandes temas de la filosofía, como la existencia de “Dios”: “Si es que Dios existe, para mí se esconde; / y si por él clama el corazón desnudo, / sigo en mi sendero, mudo, mudo, mudo, / bajo la mordaza de una horrible sed” (115).
La alusión a la muerte, estados de ánimo nocturnos, casi fúnebres, sobrevuelan varios poemas y se objetiva, por ejemplo, en “El cementerio olvidado”, en el que la caducidad humana se analoga a la de día que se acaba: “Va muriendo la tarde. El desconsuelo / se diluye en el alma como el velo / de las nubes que bajan al ocaso…” (222). Las muertes evocadas tienen la sugerencia de lo realmente vivido, como en “La elegía de mi ventana”: dedicada al hermanito pequeño muerto (226). También se evocan las amadas fallecidas, envueltas en suave melancolía crepuscular -convencional o no- que da de sí algunos versos típicamente modernistas, como el que evoca los párpados de la amada: “Una tenue sombra crepuscular / sobre el estanque retratando al cielo […]”
Pero a despecho de esta retórica modernista asoman en estas páginas muchos de los motivos típicos del posmodernismo argentino, como “La pensión” o “El brasero”, rico ejemplo de lenguaje poético aun en su sencillez expresiva: “Repica el techo de la vieja casa. / Llueve y de angustia el corazón anego / mientras la noche pasa” (57). Algunos poemas contienen algunas imágenes originales, como la que habla de las casas como “viejecitas / siempre extasiadas ante un santocristo”, frente a las cuales “todos pasan sin oír su historia”.
La presencia del entorno regional aparece en la referencia a una celebración popular como es la “Fiesta en la Carrodilla”: “es semana santa / y en la Carrodilla / la gente sencilla / como en año nuevo con el vino canta”. La descripción es minuciosa, evocadora… de gran valor costumbrista: “Álamos de oro, con temor los mece / del serrano otoño la liviana brisa […]” (102).
La referencia al tercer libro de Ramos, “El poema de Abel ó 40 canciones sobre una chimenea” (1932), permite completar su evolución poética hacia un vanguardismo con acentos muy personales, que despunta en algunos poemas, en algunas imágenes originales.
Se trata asimismo de un “poemario” en cuanto el mismo título habla de una unidad de composición dada por la recurrencia al intertexto bíblico. A partir de la sugerencia general de estas dos figuras arquetípicas se despliega un lenguaje enigmático, como en “Un poema con lobos”, claro ejemplo de una nueva manera poética en la poesía de Ramos: “Antropófagas del génesis, lumias. Ronda de lobos en el goce pago. Despobladoras lúbricas y cálidas”.
Libro unitario, a pesar de las diferencias formales, que explaya una simbología transparente a partir de la sugerencia bíblica del título, pero que instaura también otras instancias significativas en un juego de imágenes que, tanto como el tono lúdico, o la brevedad casi epigramática de algunas composiciones se acerca a la vanguardia poética. De todos modos, la temática nos reenvía al inicio de la trayectoria poética de Ramos, luego del rodeo predominantemente sentimental que representa su segundo volumen poético.