Luego de dar un tiempo a esta experiencia que fue tan intensa, en todo nivel, puedo decir que he movido una montaña en mi vida.
La aparición de la mochila de nuestro padre Guillermo Vieiro, fue un llamado a conocer el volcán Tupungato, al cual siempre pensé en ir, porque quería saber qué tenía de atractivo para mi papá, tanto que lo llevó a perder su vida, en 1985.
Luego de dar un tiempo a esta experiencia que fue tan intensa, en todo nivel, puedo decir que he movido una montaña en mi vida.
La aparición de la mochila de nuestro padre Guillermo Vieiro, fue un llamado a conocer el volcán Tupungato, al cual siempre pensé en ir, porque quería saber qué tenía de atractivo para mi papá, tanto que lo llevó a perder su vida, en 1985. Pero creo que nunca lo hubiese hecho si esto no sucedía, y no sé por qué se dio así.
Solo sé que fue inesperado y convocante. Un llamado al que no podía dejar de responder. Convocante también para un grupo de personas que, no casualmente, quisieron estar ahí, acompañándonos en todo momento.
Esta carta es en conmemoración a ellos, que dieron su tiempo, dedicación, cuerpo y recursos de todo tipo para que esto sucediera, y para que, principalmente, pudiéramos estar ahí, de la mejor manera.
Esto es lo que yo “rescaté” de esta expedición. La posibilidad de ver en otros esa pasión que mi papá tenía, ese amor por la montaña, y por recuperar la historia de una comunidad, representada por unos pocos, pero que impacta en muchos otros.
Ellos son Gabriela Cavallaro, Gerardo Castillo, Juan Martín Schiappa, Valentina Ruggiero, Ricardo Funes, Javier Ruggiero, Melina Tupa, y los arrieros chilenos, Ismael Ortega y Bastián Acevedo.
Todos tuvieron una participación esencial en esta historia, a quienes voy a estar eternamente agradecida.
* Guadalupe Vieiro. Hija del andinista Guillermo Vieiro.