El cuerpo: ¿Un aspecto que nos domina?

Estuvo en nuestra provincia el psicoanalista argentino Luis Tudanca, en el marco de un seminario regional. El tema central fue “el cuerpo”.

El cuerpo: ¿Un aspecto que nos domina?
El cuerpo: ¿Un aspecto que nos domina?

Mendoza fue sede de un encuentro importante al que asistieron especialistas en psicoanálisis de Cuyo y también del país. En ese contexto es que el sábado pasado vino Luis Tudanca, miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana, para dialogar y desarrollar reflexiones –junto a otros expertos– en torno de un tema que es casi fundamental en las sociedades virtuales por las que transitamos: el cuerpo.

¿Qué significa hoy nuestro cuerpo? ¿Cómo dialoga con otros? ¿Cómo los sentimientos, lo cultural y lo perceptivo se escriben en nuestro cuerpo? ¿Cómo incide el cuerpo en nuestra salud? ¿Cómo es la relación entre la violencia social y los cuerpos que la sufren? Estas son algunas de las preguntas que, en un vuelo rápido, se nos ocurren importantes para repensarnos en esta vertiginosa contemporaneidad.

En una charla con Los Andes, previa al seminario regional que lo trajo a la provincia (organizado en la Nave Cultural por la Comisión Organizadora Regional del Instituto Oscar Masota, bajo el título: "Un comentario sobre el texto Radiofonía: de los Incorporales y del cuerpo"), Tudanca responde algunos de estos cuestionamientos que nos ayudan a pensarnos desde la perspectiva de nuestra subjetividad y nuestra forma de "estar en el mundo" cuando esa condición, en estas sociedades contemporáneas, imprime particulares cicatrices en nuestro cuerpo.

Corporal e incorporal

– Para los que no entendemos de psicoanálisis, ¿puede explicarnos de modo sencillo qué significa el cuerpo y lo "incorporal" en su disciplina y cómo nos afecta ese concepto en nuestra vida cotidiana?

– Todo el mundo entiende el psicoanálisis aunque no lo sepa. Los que verdaderamente no entendemos somos los psicoanalistas. El cuerpo del que se ocupa el psicoanálisis es el cuerpo que goza, el que busca satisfacciones aunque eso lo lleve a excesos en casos extremos sin retorno. Lo que es seguro: no estamos demasiado conformes con nuestro cuerpo. Algo falla en la imagen, algo no me gusta o me gusta demasiado para incorporar al cuerpo. Alguien (otro cuerpo) me encanta pero me hace mal, pero el que me trata bien me aburre. El cuerpo se cansa, se mortifica, se desvitaliza, se aísla, se apasiona, se relaja, se tensiona, de acuerdo al tratamiento que le demos. Todo eso es un cuerpo que más que dominar, nos domina. El lenguaje y el cuerpo tienen un contrato firmado desde el nacimiento. Ahí entran “los incorporales”, concepto que viene de los estoicos. Es decir, cómo el lenguaje deja su marca en el cuerpo y eso hace a los afectos que cada uno desarrolla en su vida. Los afectos, para el psicoanálisis, corresponden a esa conjunción cuerpo-lenguaje, no tienen nada que ver con ningún tipo de alma. Los incorporales no son cosas o estados de cosas, son acontecimientos en el cuerpo. Te lastimaste con la espina de una rosa ¿cambió el cuerpo? Los estoicos dirían que no. A lo sumo queda una cicatriz en el cuerpo que sigue siendo el mismo. Pero resulta que después consulto con un psicoanalista porque no soporto las cicatrices de mi vida.

– Desde una perspectiva de la comunicación, en relación con la tecnología y pensando en la ausencia del cuerpo en las interacciones humanas actuales, ¿cómo afecta a las conflictivas internas y nuestra mirada del mundo esta idea de ausencia de cuerpo?

– Partiendo de la primera definición que di, con la tecnología se posterga el encuentro con los cuerpos. Para algunos es una bendición y un refugio porque no saben muy bien qué hacer con su cuerpo y, por lo tanto, se angustian en relación al cuerpo del otro. Para otros es desesperación. En la sociedad actual, donde pareciera que nada es imposible, lo que el psicoanálisis pesca son las dificultades cada vez mayores en el cuerpo a cuerpo: inhibiciones, síntomas y angustia. El viagra, los cosméticos, la virtualidad en general, la “buena salud”, son compensaciones que no resuelven del todo las dificultades de los cuerpos. Ni la búsqueda de armonía ni los excesos efectivizan que el cuerpo se calme.

Cuando el cuerpo no está

– ¿Es posible que el bulling, la violencia de género, la violencia simbólica hacia el otro sean fenómenos que están relacionados con una interacción en la que el cuerpo no está puesto en juego?

– Siempre el cuerpo está en juego. La pregunta se resume en un término: racismo. En este contexto hablo de “el racismo nuestro de cada día”. ¿De qué se trata? De la manera en que no soportamos, aún en pequeños detalles, el goce de otros cuerpos. Cada vez que uno siente íntimamente un pequeño rechazo del goce del otro cae en la trampa del racismo nuestro de cada día.

– ¿Cuáles son los aspectos en los que nuestra sociedad contemporánea ha cambiado, respecto a la generación anterior, en relación al cuerpo?

– De generación en generación hay transformaciones (otra idea desarrollada por los estoicos). No es exactamente un cambio. Se conserva y se pierde algo de lo anterior. Hay continuidad y discontinuidad al mismo tiempo. La pretensión de la sociedad actual es que los cuerpos se cuiden, sean sanos. Antes no había esa exigencia o por lo menos no era tan manifiesta. Pero al mismo tiempo se le oferta todo el tiempo infinidad de cosas que lo descuidan. Es la paradoja de la sociedad de consumo en la que vivimos. El gimnasio hoy es una rutina instalada que los jóvenes de ambos sexos utilizan metódicamente. ¿Solo se trata de conservar la salud? ¿O hay algo más? ¿Desde cuándo los varones se preocupan por ser bellos? Pero en el mismo día que hicieron su rutina en el gimnasio se reúnen en la llamada “previa” y se alcoholizan… ¡metódicamente! A los cuerpos se los cuida y se los arruina en el mismo movimiento.

– En sociedades donde los sujetos no ponen en juego el cuerpo para encontrarse, relacionarse, comunicarse, ¿qué pasa con el deseo?, ¿qué con la muerte?

– El deseo, si se consigue ponerlo en movimiento y no se resigna uno a su aplastamiento, empuja a soluciones a todas las ofertas sean de plus, de un demás, o de una supuesta armonía, de un menos engañoso. Los cuerpos se pueden comunicar, por supuesto, a través de sus pasiones. La pasión lleva, transporta al lazo social, nos saca de nuestro autismo de base. Eso es lo único que ofrece el psicoanálisis: movilizar el deseo de cada quién para que las pasiones no duerman y encuentren su cauce en una comunidad ampliada.

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