Hace unos días los familiares del terrible accidente ocurrido en febrero de 2014, a la altura de San Martín, se volvieron a reunir para inaugurar un cenotafio con los nombres de las 16 víctimas fatales, que causó ese tremendo choque. Fue el resultado del comportamiento de un desquiciado camionero que condujo varios kilómetros de contramano sobre la ruta nacional 7 hasta impactar de lleno con un micro de la empresa Plus Ultra Mercobus que viajaba de Córdoba hacia la ciudad de Mendoza. El transportista estaba alcoholizado.
Pese a la magnitud del desastre y a las promesas de acentuar controles sobre los conductores ebrios para evitar situaciones similares a la del kilómetro 1.010 de la ruta 7, la realidad se mantiene más o menos igual y ese origen de incidentes mortales de tránsito no se logra bajar.
Fue precisamente el padre de unos de los jóvenes fallecidos hace tres años, Héctor Compagnucci, quien dio la medida de cómo están las cosas al señalar que, pese a su dolor, todos los deudos quieren que se genere conciencia, y que las autoridades tomen cartas en el asunto, "porque yo recorrí casi 700 kilómetros y no hubo ningún control de alcoholemia en el trayecto", refirió el ya citado papá.
Ese padre hizo referencia a que "somos hijos del rigor, hasta que no nos aplican una multa por no llevar las luces del coche encendidas, no lo entendemos. (… ) Es lamentable en Argentina la cantidad de muertes que hay por percances viales. La de aquí fue una tragedia completamente evitable, que por la burocracia no se pudo evitar, y eso se tiene que terminar, hay que darle al policía la autoridad suficiente para actuar".
En general, los legisladores de todo el país empujan la idea de la "tolerancia cero en la medición" con el argumento de que de esa forma no se le brindará margen a nadie a especular con tomar "un vasito". Lamentablemente se olvidan de algunos detalles. Uno de ellos es que cualquier sistema de medición, de lo que sea, debe inexorablemente tener un margen de tolerancia. Es técnica pura. En segundo lugar, los médicos advierten que pueden darse falsos positivos por diversos factores, como por ejemplo la ingesta de ciertos medicamentos, ayunos prolongados o por ciertos tipos de diabetes. El tercer punto, y lo que es lamentable, no se cuenta con cifras que vinculen los mínimos niveles de alcoholemia con la siniestralidad, sencillamente porque nunca se hicieron esos trabajos estadísticos.
La OMS sugiere que el límite máximo permitido de alcohol en sangre para conducir no sobrepase de 0,5 gr de alcohol/l de sangre. Sin embargo hay una tendencia a reducir dicho límite a valores cercanos a 0,3 gr. Muchos países, tal los casos de Colombia o Chile, han denominado a sus nuevas reglamentaciones en esta materia como "Alcohol cero" o "Tolerancia cero", como una forma de demostrar a la ciudadanía el rigor con el que se tratará el asunto, pero cuando uno se adentra en la ley observa, con toda coherencia, que manejan una tolerancia lógica que es de 0,2 gr de alcohol en sangre en Colombia y 0,3 gr en Chile.
El autorizado Observatorio Vial Latinoamericano (Ovilam) insiste en que el problema hay que buscarlo en donde realmente está, que es en los conductores altamente alcoholizados, aplicando una cantidad importante de controles realizados en forma inteligente, con medios y personal apropiados, aplicando sanciones ejemplares que sean disuasorias para todo aquel que quiera "especular" con un pequeño consumo de alcohol. Todo ello acompañado de mucha educación y concientización. Por allí deben andar las medidas para evitar las tragedias que nos acechan a cada paso en las rutas.