Cuando un niño es inquieto se trata de una cuestión de acumulación de energía, algo que es perfectamente natural. Aunque con facilidad puede fatigar a quienes lo rodean, es importante permitirle que se mueva y se exprese. Pero cuando este tipo de comportamiento se prolonga en el tiempo o se presenta en momentos inapropiados, puede ser útil aprender técnicas y estrategias que nos enseñen cómo calmar a un niño inquieto.
El contexto familiar y el entorno inmediato pueden no ser propicios para la calma. Por lo tanto, implementar rutinas podría brindarle estabilidad física y emocional.
- Promover un sueño tranquilo. Un niño en edad escolar debe dormir por lo menos de 10 a 11 horas por noche.
- Vigilar su alimentación. Todas las comidas, incluso la merienda, son importantes para su concentración. - Estimular su actividad física. Un niño debe tener al menos 60 minutos de actividad física al día.
- Disminuir el uso de pantallas. Evitá el uso excesivo de computadoras, tablets y teléfonos; y la televisión antes de ir a la cama.
- Ayudarlo a expresar sus emociones. Ayudá a tu hijo a expresarse e identificar sus emociones. Hay ejercicios muy suaves de respiración que resulten divertidos y colaboren con su tranquilidad y armonía. Estos ejercicios se pueden hacer en la tarde, cuando más activo está el pequeño, o antes de dormir.
Respiración de las olas. Primero invitemos al niño a hacer un juego. Sentarse muy quietos, cerrar los ojos e imaginar que estamos en una roca en la playa, mirando el atardecer. Vemos un delfín que nos saluda, y gaviotas danzando en el horizonte.
Con la atención plena, comenzar el ejercicio: sentados cómodamente, nos tapamos los oídos con los dedos o ahuecamos las palmas tapando las orejas y escuchamos el sonido de la respiración. Llenamos la panza de aire al inhalar, y al exhalar la desinflamos.
Cuando lo hacemos, podemos sentir cómo suena igual que las olas del mar. Cuando inhalamos, las olas se acercan; cuando exhalamos, se alejan.
Ejercicio con la amiga luna. Nos sentamos cómodos en el suelo o en la cama. Con el dedo índice tapamos la fosa nasal derecha, y jugamos a respirar por la fosa nasal izquierda. Mientras respiramos solamente por el lado izquierdo nos imaginamos una luna llena en el entrecejo. Y podemos pintar el aire de un color imaginario, como el azul.
Seguimos respirando. Por el lado izquierdo, el aire azul y frío entra en nuestro cuerpo y nos ayuda a sentirnos más tranquilos. Cuanto más lentas sean la inspiración y la exhalación, más claridad y calma habrá en los pensamientos y el corazón del niño con quien practiquemos.