La actividad económica durante el segundo trimestre del año bajó 4,9% en comparación con igual período de 2022.
Además, el producto interno bruto (PIB) entre abril y junio de este año se colocó 2,8% por debajo del registrado entre enero y marzo.
Son datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) que agravan el preocupante cuadro de la economía nacional y se conocen con casi un trimestre de atraso.
Para ser ilustrativos, en el segundo trimestre la inflación osciló entre el 8,4% de abril y el 6% de junio.
Con esos índices, la creciente restricción de dólares para la importación y la amplia brecha cambiaria, todos los análisis pronosticaban una caída de la actividad económica.
El Indec, entonces, no hizo más que confirmar esa hipótesis.
Pero ahora concluimos el tercer trimestre con una inflación mensual que en agosto marcó 12,4%, y se sospecha que la de septiembre será similar.
La brecha cambiaria no ha cedido. Las reservas del Banco Central siguen siendo negativas y algunos cálculos advierten que las importaciones sin pagar rondan los 40 mil millones de dólares.
La pregunta a responder encierra en sí misma una afirmación: ¿cuánto más pueden haber caído la actividad económica y el PIB en el tercer trimestre?
A esa de por sí desestabilizada economía, falta sumarle el impacto de la incertidumbre política.
No sólo por el panorama electoral, sino por las imprudentes medidas que anunció el Gobierno en las últimas semanas y que implican, en la práctica, un aumento del déficit fiscal que se financiará con mayor emisión monetaria, lo que acelerará una vez más la inflación.
En su análisis de los números del segundo trimestre, el Indec parte de lo obvio: la sequía histórica que afectó al sector agropecuario sería el principal factor de las caídas de la actividad y del PIB, porque la rama agricultura y ganadería descendió 40,2% en el segundo trimestre respecto de igual período del año anterior.
Pero la caída interanual que se registró en pesca fue del 30,5%; la distribución de electricidad, gas y agua disminuyó 6,3%; el sector transporte, almacenamiento y comunicaciones tuvo un descenso de 3,7%; la actividad de intermediación financiera tuvo una caída del 3%, y la formación bruta de capital fijo cayó un 1,1%.
Un párrafo aparte merece la cuestión del comercio y, si se quiere, el esparcimiento.
Las entidades que agrupan tanto a los comerciantes como a los supermercadistas vienen exhibiendo estadísticas que describen caídas en las ventas todos los meses.
Que, en paralelo, algunos restaurantes estén llenos y algunos espectáculos públicos agoten localidades apenas refleja que un pequeño segmento de la sociedad dispone de un monto para gastos vinculados al ocio y la recreación; un monto acaso reforzado, casualmente, con el objeto de compensar las tensiones que provoca la situación general.
En consecuencia, las caídas de la actividad y del PIB no se restringen al impacto de la sequía.
Expresan que toda nuestra economía sigue achicándose.
Eso se traduce, más temprano que tarde, en complejas pujas distributivas y mayor pobreza y exclusión.