La Cancillería de nuestro país sostiene que Argentina debe jugar un papel clave en la provisión de alimentos al mundo y tal posibilidad resalta como un objetivo de integración y presencia en el concierto de naciones del planeta. Efectivamente, desde la Secretaría de Relaciones Económicas Internacionales del Ministerio del Palacio San Martín, se señala que la industria agroalimentaria nacional se ha adaptado a la realidad actual de crisis sanitaria y ha adecuado protocolos sanitarios y de apoyo a las redes logísticas.
No descartamos que son atendibles los objetivos de cumplir un papel clave en materia de exportación y producción de alimentos.
Esto se puso de manifiesto en un reciente seminario internacional denominado “Sistemas agroalimentarios sostenibles”. En la ocasión, el secretario de Relaciones Económicas Internacionales, Jorge Neme, que es el segundo del Ministerio de Relaciones Exteriores, ponderó que, durante la pandemia en curso, “la Argentina hizo su parte al seguir proveyendo de alimentos inocuos y de calidad al mundo” y que “la industria agroalimentaria nacional se adaptó rápidamente a la nueva realidad, cumpliendo estrictos protocolos sanitarios y apoyando a las redes logísticas”.
También opinó que el hambre y la malnutrición siguen siendo uno de los principales desafíos que tenemos que afrontar. Desde la aparición del Covid-19, la situación empeoró más aún y las últimas estimaciones indican que entre 80 y 130 millones de personas más, padecen este flagelo.
Consideramos que está bien considerar la realidad global de la problemática del hambre, que no sólo es una amenaza para la vida de las personas sino también para su dignidad.
Desafortunadamente el problema que aspiramos a solucionar en el planeta, o en los países que necesitan volúmenes de partidas de alimentos, lo tenemos en el interior de nuestra nación, con un elevado índice de pobreza y de hogares que están en situación de inseguridad alimentaria.
No tenemos que ir muy lejos para detectar esta triste realidad. Una reciente encuesta del Observatorio de la Deuda Social Argentina reveló que, en Mendoza, la pobreza multidimensional llega a 36,7%, con una cantidad alta de familias que transitan la inseguridad alimentaria: comen cuando pueden.
Nadie ignora lo que esto significa, lo han explicado muchas veces los médicos cuando indican que una carencia grave y prolongada de alimentos adecuados provoca el deterioro del organismo y, en los niños y niñas, la imposibilidad de desarrollar todas sus potencialidades, especialmente sus capacidades cognitivas. Les falla la memoria y en la escuela, si es que pueden ir, no pueden prestar atención a sus maestras.
Entonces, no está mal que la Argentina impulse, en diversos foros de Naciones Unidas y en otros ámbitos internacionales, su participación para promover soluciones de esta problemática del hambre en otras latitudes, pero, prioritariamente, tenemos que resolver y mucho sobre esta cruda realidad de la inseguridad alimentaria dentro de nuestras propias fronteras.
Los ejemplos de producción agrícola y ganadera sostenible, más el acceso a los servicios básicos, que muchísimos hogares argentinos hoy no poseen, deben motivar al Gobierno a solucionar de manera urgente y prioritaria esas duras carencias y luego compartir capacidades productivas y tecnológicas de manera solidaria con otras regiones.