La marcha del plan económico es el mayor sustento del gobierno que encabeza el presidente Javier Milei. Y en él se basará, claramente, el camino hacia las elecciones legislativas de octubre.
El grueso de la población mantiene la esperanza de que la mejora se vea reflejada en la estabilidad laboral y la recuperación del salario, entre otras variables que recaen en el modo de vida de las clases media y baja, principalmente.
La marcha del plan económico es el mayor sustento del gobierno que encabeza el presidente Javier Milei. Y en él se basará, claramente, el camino hacia las elecciones legislativas de octubre.
El primer año de gestión libertaria mantuvo intacta la estrategia con la que convenció a la mayoría de los argentinos para apoyarlo en la segunda vuelta electoral de 2023: ajuste fiscal extremo para lograr y asegurar el equilibrio en ese campo y freno a la emisión monetaria como componente de la mayor ambición oficial, frenar y hacer caer la inflación.
De todos modos, el escenario económico fue complicado el año pasado por un cuadro recesivo, pero hay expectativas de desaceleración permanente de la inflación y paridad cambiaria.
Por añadidura, el grueso de la población mantiene la esperanza de que la mejora se vea reflejada en la estabilidad laboral y la recuperación del salario, entre otras variables que recaen en el modo de vida de las clases media y baja, principalmente.
Además, para que esa recuperación se concrete a pleno se requiere que la actividad privada pueda cumplir con su rol activador. Al respecto, en una reciente reunión con la cúpula de la Unión Industrial Argentina, el ministro Luis Caputo prometió una reducción de la carga impositiva, algo que desvela a los empresarios, pero apenas se produzca un buen aumento de la recaudación.
Esta rápida evaluación debería motivar una rápida comparación con el cuadro de situación que encontró el actual gobierno tras la errática y desenfrenada política económica de la gestión anterior. Vale recordar algunos aspectos.
En aquel momento la inflación era muy alta y el impacto desde el punto de vista electoral podía ser nefasto para el gobierno anterior, como sucedió finalmente. El dato de inflación de diciembre de 2023 fue de 25,5%, llevando la suba anual a 211%. Y los cuatro años de presidencia de Alberto Fernández cerraron con una suba de cuatro dígitos porcentuales de inflación acumulada.
Por entonces el ministro de Economía, y candidato presidencial, Sergio Massa, aplicó una serie de medidas tendientes a neutralizar esa brutal suba de precios, pero no hizo más que generar mayores dudas sobre las bondades de su política económica a muy poco tiempo de las elecciones.
Aquel gobierno nacional se vio obligado a devaluar, poniendo como argumento supuestas presiones del FMI, a la vez llevaba a la práctica medidas de dudosa eficiencia en medio de un desmedido nivel de gastos, siempre con fines electorales.
En el caso puntual de beneficiarios del sistema previsional, ni las jubilaciones más elevadas de la escala normal con sus ajustes trimestrales automáticos de aquella época servían para compensar los desfasajes de la economía del día a día.
Según el FMI, en ese segundo semestre de 2023 la Argentina no había cumplido con los objetivos prometidos en cuanto a la acumulación de reservas, todo lo contrario, como tampoco en cuanto a la reducción del déficit fiscal, que se incrementó en forma desmesurada en virtud del desmadre de asistencialismo para mantener las chances electorales. No obstante, tras autorizar un desembolso al país por 7.500 millones de dólares, el organismo de crédito aclaraba que esos recursos sólo servían para “salvaguardar la estabilidad y afianzar la sostenibilidad a mediano plazo”.
En síntesis, datos contundentes que contrastan con la situación actual, ya que, en base a las encuestas disponibles, un amplio porcentaje de la ciudadanía sigue confiando en el plan de recorte del presidente Milei.