Además del marco festivo y de fervor popular de todos los años, la reciente edición de la Fiesta Nacional de la Vendimia dejó habituales reflexiones y reclamos de los sectores que forman parte de la actividad vitivinícola. Entre los puntos de vista interesantes se ubicó, desde el ámbito oficial, el llamado que hizo el ministro de Producción de nuestra provincia, Rodolfo Vargas Arizu, a favor de una vitivinicultura unificada.
En su alocución en uno de los eventos del tradicional sábado vendimial, el funcionario expresó su deseo de trabajar para que en Mendoza y en el país “haya una sola vitivinicultura”. Una reflexión que tuvo repercusión en el sector y que, en general, fue vista como una mirada más allá de lo cotidiano y coyuntural del momento, para que la actividad madre de los mendocinos se siga consolidando.
El funcionario no dudó en señalar que durante años coexistieron “dos o tres vitiviniculturas distintas”, con prioridades y enfoques divergentes. Explicó en esa línea que el gobierno que integra trabaja “para toda la actividad” y que el sector en general tiene que entender el contexto internacional y también el nacional, enmarcado por una política de desregulación y ajuste que, a priori, debería beneficiar a la faz industrial.Es indudable que la vitivinicultura requiere en general unificar criterios, algo que siempre resultará vital para la economía de Mendoza, necesitada de la fortaleza y sustentación de su industria insignia. En tal sentido, el vino es y será, en definitiva, carta de presentación y de atracción para los inversores interesados en experimentar aquí con otros negocios.
Los choques y desencuentros inevitablemente conducen a un escenario desacomodado en cuanto a la relación entre los actores de un sector de la economía y los gobiernos de turno. Por otro lado, esas desinteligencias abren la puerta para que la política hurgue en un terreno que se torna propicio para sus apetencias cuando el privado trastabilla o muestra fisuras. La política, a través de los gobiernos de turno en todas sus jurisdicciones, debe regir en base a los requerimientos de los sectores privados y de ningún modo puede avanzar más allá de esa función cuando los mismos muestran unidad de criterio.
Precisamente, en el actual contexto se pudo observar en la reciente fiesta un clima político más cauto que en años anteriores, lo que resulta alentador para el privado, necesitado de contar con medidas de gobierno que, además de claridad y certeza, aporten a las posibilidades de consolidación o apertura de mercados beneficiosos para el sector.
En líneas generales, los sectores representativos de la actividad vitivinícola celebraron el rumbo desregulatorio de la economía impuesto por la administración nacional. En el caso puntual de la vitivinicultura porque le permite al sector mayor flexibilidad para la toma de decisiones a las empresas en un contexto de baja acentuada del consumo de vinos a nivel mundial.
Se avaló el camino que busca estabilizar la economía y desburocratizar y se apeló a la necesidad de abrirse al mundo con acuerdos arancelarios favorables, reducción de impuestos, reforma laboral y trabajo en los costos logísticos, aspectos tendientes a desarrollar aún más a un sector con enorme potencial.
Es de esperar por lo tanto que en un marco de mayor equilibrio y previsibilidad la vitivinicultura encuentre un rumbo en el que las voces y opiniones no frustren el marco de unidad propuesto.