El 2020, contrario a las expectativas del sector, resultó ser un buen año para las exportaciones vitivinícolas. Las de vino fraccionado crecieron un 6,1%, en el período enero-noviembre, en comparación con el mismo lapso de 2019. Aunque para 2021 surgen oportunidades en los principales mercados –Estados Unidos y China-, vinculadas a restricciones comerciales a competidores como Francia y Australia, la pregunta es si Argentina puede seguir creciendo en el mercado externo y a qué ritmo.
Para intentar responder a esta pregunta, un informe del Observatorio Vitivinícola Argentino analiza el comportamiento de las exportaciones argentinas desde 2001 a la fecha. Así, se observan dos períodos bien diferenciados: entre 2001 y 2011, los diez principales exportadores –entre los que se encuentra Argentina- crecían en sus ventas, en valor, a una tasa promedio anual del 10%. Fue un momento de gran expansión del comercio y nuestro país fue uno de los actores principales en ese escenario.
Los despachos argentinos al mercado interno aumentaron tanto en valor como en volumen. De hecho, Argentina creció más en precio que todos sus competidores –con excepción de Francia- y alcanzó una variación de 102% entre 2001 y 2011. Y también se incrementaron más las cantidades que las de sus competidores (excepto Nueva Zelanda).
A partir de 2011, en cambio, los vinos argentinos siguieron creciendo en precios, pero fueron perdiendo volumen, al punto que la recuperación del valor no pudo compensar la disminución de la cantidad de litros exportados. Esto en parte se explica, plantea el informe, porque se produjo un cambio en los productos exportados y hubo una mayor inclinación por la botella de 750 cm3. En 2002, este envase representaba el 86% del valor de las exportaciones, mientras en 2019 llegó al 96%.
Pero también, ligado a eso, porque el precio promedio de exportación del vino fraccionado argentino superó al de sus principales competidores. Este es el motivo por el que, hasta 2010, la Argentina creció a un ritmo mayor que el resto y también que, desde entonces, en un contexto de disminución del ritmo de crecimiento del mercado mundial, haya habido un impacto negativo en las exportaciones argentinas.
En lo que se refiere a las condiciones macroeconómicas, hasta 2015 la inflación fue superior a la tasa de devaluación, mientras que, a partir de 2016, como consecuencia de las devaluaciones, los exportadores fueron ganando en competitividad.
Daniel Rada, director del Observatorio Vitivinícola Argentino, señaló que las futuras exportaciones vitivinícolas argentinas no van a depender sólo de las oportunidades de mercado y del tipo de cambio en relación con la inflación, sino también de reactivar a una gran cantidad de bodegas que vienen perdiendo mercado hace un buen tiempo (apenas 10 firmas venden al exterior el 68% del volumen exportado).
También consideró importante no focalizarse tanto en la botella de 750 cm3 y en un segmento de precios, sino que se debe diversificar. En este sentido, señaló que en 2020 ha habido algunos indicios de búsqueda de recuperar el denominado “nivel de entrada”, con vinos más económicos, pero agregó que también se debe apostar por envases novedosos, lo que puede contribuir a que se siga creciendo en el mercado externo.
Ramiro Barrios, director del Área de Comercio Exterior de Bodegas de Argentina, planteó que el primer período, de 2002 a 2011, se inicia con un tipo de cambio muy competitivo para la Argentina y que, además, se generó la posibilidad de integrar canales modernos de comercialización, como los supermercados. Asimismo, se produjo un reconocimiento del malbec, que permitió posicionar a los vinos argentinos en distintos mercados; al punto que el incremento de las exportaciones se dio de la mano de la creciente popularidad de este varietal.
Sin embargo, a partir de 2008 y 2009, el efecto de la devaluación de 2002 en la competitividad se fue diluyendo porque los niveles de inflación crecieron por encima de la depreciación de la moneda local. Esto provocó que muchas empresas que competían en el segmento de mercado por debajo de los 5 dólares -el de mayor volumen- e incluso entre 5 y 10 dólares perdieran participación en el mercado.
De ahí que Barrios considere que no se trata sólo de que haya aumentado el precio, sino que se perdió protagonismo en los segmentos más bajos, tanto en Estados Unidos como en Inglaterra, los principales compradores de Argentina. Ante este escenario, algunas bodegas optaron por enviar sus vinos a granel y fraccionarlos en destino, porque el costo de los insumos “secos” (corcho, botella, etiqueta) era menor allá.
Aunque los vinos argentinos dejaron de ser competitivos en los segmentos más bajos y se estancó el volumen exportado, planteó que esto fue positivo a nivel de posicionamiento porque se empezó a asociar a la Argentina con vinos más premium.
Barrios señaló que se necesita que el tipo de cambio competitivo se mantenga, que exista una buena relación reintegros-retenciones y que haya previsibilidad –que estas condiciones se mantengan en un cierto horizonte de tiempo- , para que las bodegas puedan hacer inversiones que permitan recuperar segmentos de mercado que se habían perdido.
Otro factor que incide en las posibilidades de expansión en el mercado externo, comentó, es que se generen acciones de promoción del vino fraccionado, para favorecer la demanda de mercados que todavía no se han establecido, como China, y seguir ganando espacio en Estados Unidos, donde hay potencial para seguir creciendo.
Sergio Villanueva, gerente de la Unión Vitivinícola Argentina, explicó que este informe del Observatorio Vitivinícola Argentino, que muestra las posibilidades reales que tiene Argentina para crecer en el mercado externo, es parte de otro más extenso, que plantea metas para el vino embotellado, el granel, el mosto y el mercado interno. Por otra parte, también señala las limitaciones del sector primario para poder alcanzar esas metas ya que indica que va a faltar uva en el largo plazo porque se ha ido perdiendo, por diversas razones, productividad.
Villanueva comentó que entienden que el sector exportador tiene potencial, pero dentro de un marco realista, ya que, hasta 2011, los vinos argentinos crecieron con precios por debajo de los de Chile pero, al equipararse después, el crecimiento se ralentizó. La suba de los valores se debió a una “premiumización”, pero también al aumento de la inflación y los costos. De ahí que, por haber salido de determinadas categorías, se puede continuar con una expansión, pero no será explosiva y dependerá de la producción primaria.
Sobre esto, resaltó que el 80% de los productores tiene menos de 20 hectáreas y que se debe invertir bastante dinero para incrementar la producción, como también favorecer procesos de integración. Asimismo, señaló que existe una concentración de las empresas exportadoras y que se deben desarrollar políticas para ayudar a que sean más las que exporten y mayor volumen.