Algo ha pasado en Mendoza: desde hace una década a esta parte, hemos asistido a un florecimiento de la escena musical enfocada en reversionar canciones de otros autores. Dice la RAE que el equivalente en español de "cover" es "versión".
Sin embargo, ¿cuántas formas de hacer un “cover” hay? ¿Una banda de covers y una banda tributo son lo mismo? ¿Qué ha propiciado este florecimiento en Mendoza y, además, qué lleva al público a nutrir fecha tras fecha las salas?
Algunas respuestas vienen, oportunamente, del productor Alejandro Pizarro, creador de recordados ciclos de bandas tributos del rock de los '70. Él destaca no solo el mérito artístico que tienen estos grupos, sino que reconoce el papel crucial que jugaron los covers en el origen de nuestra musica nacional: "El movimiento rockero mendocino y lo que luego se transformó en rock nacional nació en los sesenta versionando temas de The Beatles, Creedence Clearwater Revival o Steppenwolf, que por aquel entonces comenzaban a dominar la escena inglesa y norteamericana", dice.
Eventualmente, el cover supera a la canción original, o al menos termina siendo más conocido. Por ejemplo, muchos tendrán en sus oídos la canción "Paisaje" interpretada por Gilda (en lugar de Franco Simone) o "Gloria" de Laura Branigan (en lugar de Umberto Tozzi). Aún así, quienes miran con recelo a los músicos que tienen como proyecto artístico la copia son claros: aquí hay poco riesgo y un atajo hacia el éxito comercial (donde los caminos son especialmente largos).
Lo dice muy claramente la “sabia” Wikipedia: “Los músicos populares pueden interpretar canciones versionadas como un homenaje al intérprete o compositor original, para ganar audiencia a la que le gusta escuchar una canción familiar, o para incrementar su oportunidad de éxito utilizando una canción ya reconocida como éxito popular”.
Habrá que diferenciar entre el modesto cantante que se lanza sobre una pista y quienes ensamblan las canciones en vivo, muchas veces con pericia de reconstrucción histórica, y quienes las toman para sumarle un sello personal (adaptándola a otro género o con nuevos arreglos, que le dan nueva vida a lo ya conocido).
“Existen solistas o grupos que se dedican a interpretar textualmente (o casi textualmente) la música de otros. Para identificarlas rápidamente se las ha denominado históricamente como bandas tributo. Pero, en realidad, yo lo veo de otra manera. Generalmente, en estos músicos hay inicialmente un grado de admiración por la banda y música original. Y ahí nace la idea de intentar interpretarla, de tratar de reproducir sonidos, investigar y estudiar sus estructuras y modos de ser tocada. Lo que se inicia como un deseo de traducir esa especie de simpatía o fanatismo en arte se transforma en una fuente inagotable de estudio y aprendizaje”, explica Pizarro.
Agrega: "No estoy de acuerdo entonces con eso de 'rendir homenaje o tributo'. Yo no creo que sea así. Para mí es Eclipse interpretando a Pink Floyd, la Orquesta Sinfónica interpretando a Mozart o una compañía de teatro subiendo a escena obras de Shakespeare o Gorostiza".
La aceptación del público es evidente. Bandas mendocinas como Bokanegra (Soda Stereo) o Eclipse (Pink Floyd) llevan más de 20 años cautivando por la fidelidad de su sonido. Hace pocos meses, Amy Rod (un sorprendente proyecto nuevo sobre la figura de Amy Winehouse) llenó dos veces el Teatro Independencia, en fines de semana consecutivos.
¿Y qué pasó en el medio, que propició este florecimiento de “la Clásica del Rock”, como rotula Pizarro? Sucedió que tuvieron los lugar los ciclos anteriormente nombrados, donde él juntó esos proyectos (que trabajaban de forma aislada) en una misma plataforma. Esos ciclos se repitieron durante cinco años, sirviendo de semillero de bandas que empezaron a especializarse en distintos grupos de los años ‘70.
Pizarro recuerda: "Las bandas tenían un soporte que les permitía debutar públicamente en teatros llenos (entre 200 y 800 personas) o festivales al aire libre (2000 a 5000 personas). Así, gracias a esto, debutaron grupos como Las Hijas de Janis (Janis Joplin), L.A. Woman (The Doors), Stone Willy's Band (The Rolling Stones), Aqualung (Jethro Tull), Durazno Sangrando (Spinetta), Guitar Shop (Jeff Beck), entre otras". Unas veinte en total, surgidas en la misma factoría.
Puede que en esas funciones se haya formado el gusto de ese público que hace que se mueva este circuito comercial. Puede que se sumen, además, otros factores: nostalgias (aunque una importante parte del público es joven, destaca Pizarro), la preferencia (histórica) por lo ya conocido y un anclaje en los clásicos, cuando la industria se debate en dos orillas: el mainstream (en su mayor parte chatarra) y el vasto y atomizado mundo de los pequeños proyectos independientes (donde la chatarra tiene, al menos, más sinceridad creativa).
¿Se ha saturado el mercado de los covers? Es difícil de responder, dado que siempre hay público para estas propuestas. Música Para Volar, un proyecto rosarino que interpreta obras de Gustavo Cerati con sendos arreglos para pequeña orquesta, ya nos ha visitado tres veces, llenando siempre.
“Las bandas grandes que produzco siguen convocando muy bien con una merma del 20% de público. Pero esto se debe a la situación económica, no al producto que se ofrece”, asegura el productor.
Y quedará, finalmente, un punto no menos cierto: muchas de estas bandas no pasaron ni pasarán nunca por Mendoza, sus vocalistas se retiraron o murieron, o ir a verlos en vivo es insondablemente caro. ¿Por qué negarnos el placer de intuir cómo pudieron haber sonado, alguna vez, en vivo?
La programación
Hoy, Superlogical (Supertramp) y Kashmir (Led Zeppelin). A las 21 en el Teatro Selectro (Capitán de Fragata Moyano 102). Entrada $250.
El 16 de noviembre, Cosmos Factory (Creedence Clearwater Revival). A las 21.30 en la Nave Cultural. Entrada $180.
El 17 de noviembre, Eclipse presenta el disco "David Gilmour, Live at Pompeii". A las 22 en la Nave Cultural. Entrada desde $200.
El 18 de noviembre, Stone Willys Band (The Rolling Stones). A las 21 en la Nave Cultural. Entrada $200.