Casi como nos pasa en la vida cotidiana, cuando la política nos eleva a un nivel ‘insospechado’ o nos da un mazazo para volvernos a la realidad.
Así, contra viento y marea. Así somos los argentinos en todos los aspectos de nuestra vida y el deporte no es menos.
Ver esta semana a Juan Martín Del Potro reinventándose en las canchas, más allá de como salga la serie de la Copa Davis, es una muestra clara de lo que afirmo.
Los deportistas argentinos tienen ese plus incorporado al ADN que nos hace emocionar más de una vez a todos los que somos deportólogos y vivimos la actividad en el día a día.
Se vio también en las chicas y muchachos que se destacaron en los Juegos Paralímpicos. Deportistas que no tienen el apoyo de los otros. Argentinos de a pie, como usted, como yo, que ponen el alma en cada una de sus presentaciones y que se sobreponen a las contingencias.
También hay que destacar a Los Leones, los campeones olímpicos en hockey sobre césped, que según contaba su entrenador Carlos “Chapa” Retegui llegaron a entrenarse hasta la noche del 31 de diciembre para poder cumplir el objetivo. O Los Pumas, que con una estructura que está profesionalizándose, siguen estando lejos de la de sus rivales y consiguen triunfos épicos, y nos tocan las fibras íntimas, más allá de que a uno le guste o no ese deporte.
Desde hace un tiempo largo, la pregunta del millón es si los atletas nacen o se hacen. La ciencia viene tratando de descifrar ese dilema.
Una corriente asegura que los deportistas nacen con genes aptos para desarrollar la velocidad, la resistencia o la inteligencia. Claro que los detractores de ello aseguran, no sin razón, que si eso fuera real, uno podría saber desde chiquitito quienes deberían ser deportista o no. Y entonces incluirlos o excluirlos de las actividades físicas.
Una locura
Si por lo contrario creemos que los atletas se hacen, así como si tuviéramos una receta en la que se mezclan distintos ingredientes y listo, estaríamos también abonando la idea de rusos y chinos que le dan a sus representantes complejos “vitamínicos” para formarlos.
El libro Los fuera de serie. La historia del éxito?. del canadiense Malcolm Gladwell, afirma con 10.000 horas de entrenamiento en cualquier actividad de la vida uno puede ser un experto. Y deja de lado, otra vez, la genética.
Para mí y aquí es en donde vuelvo a hacer hincapié en el gen nacional: un campeón tiene mucho más que genética y/o horas de entrenamiento.
Tiene que ver con tu entorno, con tus ganas de superación, con la voluntad o el hambre de gloria. Corazón y agallas, como para graficar más deportivamente la situación.
Allí hay un plus que nadie puede estudiarlo ni cuantificarlo. Porque, además, ni el mismo deportista sabe cuando lo pone en juego o lo esconde.
Si uno analiza los últimos Juegos Olímpicos en Río de Janeiro, los países subdesarrollados tuvieron poco protagonismo. Y esto no tiene que ver con la cantidad de habitantes que tiene cada país. Porque, por ejemplo Canadá (35 millones) y Australia (24 millones) tienen menos habitantes que Argentina, pero consiguieron muchísimas más medallas.
¿Entonces, que tienen en común quienes cosecharon más medallas? “La importancia que le dan a la educación física y al deporte amateur como parte de la educación general en escuelas y universidades. No depende de los fondos con que se cuente o de la existencia de un organismo que centralice la dirección del deporte amateur. Significa solo un cambio de planes de estudio y mentalidad de los educadores”, aseguran los especialistas.
El español Alejandro Lucía, doctor en Medicina y también catedrático de Fisiología del Ejercicio e investigador de la Universidad Europea de Madrid, se muestra reacio a asegurar que el gen influye en el éxito deportivo; asegura que existen otros factores que influyen, como por ejemplo los socioeconómicos o la apuesta que un país hace por un deporte. El atletismo en algunos países de África es una vía para salir de la pobreza. En Kenia o Etiopía, los niños, que probablemente van al colegio corriendo, saben las marcas de sus plusmarquistas.
Mientras la discusión de si se nace o se hace siga sin respuestas, creo que nuestro país debería apostar a trabajar ese plus del que hablábamos con políticas públicas al respecto.