Compraste tu nueva computadora con Windows 10. La encendiste. Te entusiasmaste con la agilidad del inicio y esa memoria vacía que espera llenarse de miles de archivos aburridos y varias películas (o de juegos). Claro, pero antes hay que entrar a internet para descargar lo necesario. ¿Qué usaste? Ni siquiera te acordás, pero seguro fue Edge, el ex Internet Explorer que nunca agradó y que sólo parece usarse como un medio para descargar Chrome (o Firefox). En los últimos días, Microsoft se dio por vencido y decidió que replicará el motor del navegador de Google para potenciarse. Porque si no puedes contra tu enemigo…
Hubo una época en que el internet era un mito urbano y contados afortunados tenían acceso a semejante universo. La puerta para conectarse con el mundo (bah, en realidad para mandar mails y algunas cuestiones bastante básicas en retrospectiva) era Internet Explorer, el navegador por defecto de aquellos equipos con sistema operativo Windows.
Alcanzó la gloria al paquetizarse en su versión 3.0 con Windows 95, lo que le permitió acrecentar su mercado del 9% al 30% en poco más de un año (1997). Enfrente, IE 3.0 tenía a Netscape, aunque este último comenzó a perder fuerza con el tiempo y a tener fallas con la carga de páginas y un rendimiento bastante menor al de Windows.
Con la quinta versión, Internet Explorer se posicionó como el navegador preferido hacia fines de 1999, cuando trepó al 60% y se declaró el ganador de aquella batalla de los navegadores. Los usuarios demandarían a la seguridad como prioridad, por lo que Internet Explorer 6 apareció en 2001 para salvar las inquietudes y propulsar la cuota al 90%, algo que quedaría en mera anécdota.
Con el correr de la década del 2000, Safari (de Apple) y Firefox empezaron a ganar terreno y a democratizar la cuestión, además de aggionarse con dignidad a las exigencias de la web. Internet Explorer perdió aquel atisbo de gloria. Y todavía faltaba la estocada final: la irrupción de Google Chrome en 2008 con su potente motor Chromium.
Diez años después, Chrome es el navegador más utilizado (61,59%), seguido -muy- a lo lejos por Internet Explorer (11,93%) y Firefox (10,80%), según los datos aportados en noviembre último por Net Market Share. Ante la incapacidad de soportar las tecnologías existentes, y con otra guerra en paralelo con smartphones y tablets, Microsoft optó por dejar morir en paz a Explorer y dar paso a la era de Edge como navegador predeterminado y el motor de renderizado llamado EdgeHTML.
Desde su inclusión en 2015 con Windows 10, el programa no agradó, pese a la insistencia de la empresa fundada por Bill Gates que hasta se encaprichó y quitó a Chrome de su tienda de aplicaciones. Pero tampoco dio resultado: Edge es usado por apenas el 4,52% de los usuarios en el mundo. Hasta resulta irónico que su antecesor lo supere.
Dicen que la tercera es la vencida, si no pregúntenle a Microsoft que tomó bastante nota de sus tropiezos. La empresa estadounidense ahora prepara un nuevo navegador tomando como base el proyecto de código abierto Chromium, que usa el motor de renderizado Blink y que permite que Chrome y Opera fluyan como les apetece a los usuarios.
El propósito de la maniobra es sustituir el retardado EdgeHTML, que ni cosquillas le hace al potente Chrome. A la espera del anuncio oficial, los portales The Verge y Windows Central ya se hicieron eco del desarrollo. Incluso trascendió que el proyecto tiene un primer bautismo como "Anaheim".
El traspaso de motor permitirá un funcionamiento similar y alta compatibilidad con los sitios web aunque, claro, nadie espera que copie el excesivo consumo de RAM del que Chrome prefiere evitar hablar. En la actualidad, la mayoría de los sitios web están configurados para funcionar con agilidad con Chrome y anulan varias funciones si el visitante no se identifica como tal.
Microsoft no solamente deberá convencer a la mayoría de los usuarios, sino también tendrá que romper con esa comodidad casi innata con la que Chrome facilita el uso del Chromecast y los accesos a Gmail, Maps o Drive, por ejemplo.
Mientras tanto, Firefox puja por su lugar y Safari resiste dignamente en los sistemas Mac OS. Así lo disfracen sin éxito como Edge, Internet Explorer se niega a desaparecer y hasta quiere mutar como el que lo expulsó del Olimpo. Microsoft otra vez se niega a levantar la bandera blanca, aunque pagando el costo de arrodillarse ante el mejor.