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Cristina no deja títere con cabeza
Alberto Fernández ya entendió que su sueño de ser un Néstor Kirchner prolijo con estilo de Raúl Alfonsín es una gran tontería que jamás pudo haber sido ni nunca será.
Alberto Fernández ya entendió que su sueño de ser un Néstor Kirchner prolijo con estilo de Raúl Alfonsín es una gran tontería que jamás pudo haber sido ni nunca será.
En Argentina hace tiempo que las enormes grietas existentes entre los rivales partidarios impiden que esas políticas de Estado se puedan concretar ni siquiera mínimamente.
La nueva estructura institucional de la Argentina está concentrando todo el poder en el Congreso cristinista mientras vacía de todo poder al Ejecutivo y a la Justicia.
Cornejo tiró la piedra y Ramón se la devolvió. En medio de las bromas, hay que ocuparse de verdad de la autonomía y la coparticipación, y no seguir con las chicanas.
Es muy importante para Alberto ser presidente. Quiere permanecer en ese cargo que siempre soñó poseer pero al que nunca imaginó llegar. Permanecer con poder o sin él. Lo mismo le da.
Ese día terminó de morir una Argentina pero no nació otra, sino que comenzó una decadencia que aún arrastramos. Tal fue el tremendo efecto político cultural de ese momento tan dramático de nuestra historia.
Algunos consideran al presidente como el de las puertitas del Señor López por sus sumisiones y otros como el Dr. Merengue por sus contradicciones.
Mientras sigan existiendo dos provincias susceptibles de expresar dos modelos de país sustancialmente distintos, será muy difícil construir un único país. Y corremos, por el contrario, el riesgo de la desintegración.
Alberto tiene que decir que al nuevo ministro de Justicia lo puso él, porque no es kirchnerista. Algo que daría risa si no fuera que es para llorar. Una ofensa a la inteligencia de cualquier sentido común.
El peronismo tenía en sus orígenes una lógica redistribucionista, hoy la única lógica que tiene es la subsidiadora.
A la ministra de Justicia ya la agobiaron tanto que esta debe haber sido la peor experiencia de su larga vida profesional junto a Alberto. Ahora se quiere ir, igual que los otros que quieren que se vaya
Ayer el presidente no dijo nada, pero lo dijo calmo. Era ese Fernández del Consejo Económico y Social y de los zapatitos blancos de Beliz, al que Cristina no lo deja ser.
El presidente Alberto Fernández primero que nada ajustó con precisión el espejo retrovisor y recién entonces puso en marcha su discurso ante la Asamblea Legislativa, en donde mirar para atrás fue mucho más importante que hacerlo para adelante.
La casta política es peor aún que la clase política. En primer lugar busca la impunidad y luego exige sus privilegios por pertenecer. Lawfare y vacunagate son sus cartas de presentación.
La compra de una estancia en nuestra provincia fue clave para desentramar la llamada “ruta del dinero K”, que concluyó esta semana con las condenas de Báez y sus secuaces.
Menem ganó todas las batallas pero perdió la guerra por no saber retirarse a tiempo. Luego de él, la democracia siguió, gracias y a pesar de él.
El vacunatorio VIP es apenas la punta del iceberg del abuso del poder lanzado a su propia aceleración convencido de que nadie podría detenerlo.
En la democracia nacida en 1983, se intentó de todo y todo fracasó en lo que se refiere a una reforma integral de nuestra valiosa Constitución mendocina.
El expresidente fue el más heterodoxo de los renovadores del peronismo. Entre los nombres locales asomaron el exgobernador José Octavio Bordón, además de José Luis Manzano y Roberto Dromi, entre otros.
Eso de querer usufructuar las ventajas de la libertad individual burguesa pero a la vez exigir los privilegios de la sociedad revolucionaria, es joda. Para hacer conscientemente una grieta basta con que una de las partes la provoque, pero para cerrarla siempre hacen falta las dos partes.
Pionero en estos temas de deseducar y adoctrinar a los chicos es Gildo Insfrán, el gobernador bananero del realismo mágico y del control autoritario.
Nuestra elite más que parasitaria es cancerígena: nos consumen para vivir ellos, pero no nos matan porque nos necesitan seguir consumiendo.
Que no la inviten a Mendoza le hace mucho menos daño a Mendoza que a quienes no la invitaron. El Presidente queda mal con una parte del pueblo de su país para no quedar así bien con Cristina.