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Los del palacio y los del subsuelo
Hoy la Argentina es una torre de Babel donde cada cual habla su propio lenguaje. Con la irrelevancia de las elites y las incomprensiones entre la clase media y los nuevos pobres.
Hoy la Argentina es una torre de Babel donde cada cual habla su propio lenguaje. Con la irrelevancia de las elites y las incomprensiones entre la clase media y los nuevos pobres.
Pocas veces un hecho que devino político por sus consecuencias alcanzó tal masividad y por lo tanto tamaña contundencia contra los que protagonizaron la ya tristemente famosa celebración.
Los camporistas de Cristina y los piqueteros de Grabois libran una interna oficialista con importantes diferencias, pero donde los unifica un vetusto y retrógrado anticapitalismo.
Breves biografías políticas de los dos candidatos con que el oficialismo mendocino pretenderá revalidar sus títulos en estas elecciones legislativas.
Perón era un conductor que sabía seducir a todo el que se le acercaba. Cristina es una ideóloga que sólo seduce a quiénes se le parecen. Pero ella es la expresión del peronismo siglo XXI.
Aunque no hubo grandes sorpresas en el cierre de listas en Mendoza, se puede vislumbrar ciertas tendencias e intencionalidades dignas de analizar. Además, en el espacio que se reserva para las terceras fuerzas las cosas se han complicado por las malas experiencias de los últimos tiempos.
Esta semana, un mail indiscreto de una asesora sincera pero inexperta en el arte de la simulación política, mostró que la Argentina ha hecho de las vacunas un tema ideológico.
Cristina Kirchner se ha propuesto dos grandes misiones en esta etapa de su existencia política: convencer al mundo de su inocencia y convencer a la historia de su eternidad.
Con mil imperfecciones, hoy vivimos en la república democrática, en el autogobierno del pueblo, pero seguimos creando elites muy por debajo de nuestras posibilidades y nuestras necesidades.
Carlos Reutemann nunca fue un diletante o un arribista, sino el mismo hombre de siempre en una tarea distinta. Se fue de este mundo siendo un político hecho y derecho ya que dedicó la mitad de su vida a dicha vocación y siempre todos lo respetaron.
En su mundo de paradojas crecientes el cristinismo halló una nueva grieta: entre ellos que defienden al pueblo y la clase media gorila y cipaya que defiende la “faizer” imperialista.
Cuando una sociedad sufre entre sus bloques políticos una pugna inconciliable pero ninguna parte puede vencer a la otra, estamos ante un empate de la imposibilidad.
En un país donde casi todos los políticos son camaleónicos o borocotistas por oportunismo o conveniencia, Alberto lo es porque necesita agradar y ser querido.
La historia 2015-2019 de Cristina Fernández de Kirchner parece repetirse casi textualmente en el Mauricio Macri 2019-2021 y veremos si hasta 2023.
Hay argentinos que, piensan más en los desencuentros del pasado, mientras que otros piensan más en los encuentros del futuro. Entre ellos se juega el destino del país.
El presidente argentino debería autoimponerse la obligación de no seguir pronunciando el nombre de los otros países y de sus mandatarios en vano para no seguir armando escandaletes internacionales innecesarios.
En la Argentina no funcionan ni el populismo exaltador de nuestros defectos ni el antiperonismo que cree que la causa de todo mal nacional es el peronismo.
No hay una sola crítica de las emitidas hasta ahora que no merezca ser valorada como razonable. Como razonable era acudir al salvataje de una empresa muy significativa tanto para la Argentina como para la provincia. La cuestión es el modo en que se hace.
La Argentina fue y sigue siendo un país con fachada civilizada pero con interior bárbaro. Eso nació en el siglo XIX, se consolidó en el siglo XX y en este siglo XXI se institucionaliza.
Para entender el rol de Alberto tal vez sirve un teorema al absurdo: el de que la inexistencia política de Alberto es condición sine qua non de su existencia como Presidente.
Kirchner decía que los mendocinos eran los políticos que más autonomía proclamaban en su provincia pero quienes menos la practicaban cuando llegaban a la Capital. El caso de Protectora y el diputado nacional.
No es lo mismo igualdad que igualitarismo, ni justicia social que asistencialismo, ni Estado que estatismo. Como no es lo mismo progresismo que populismo de izquierda.
Alberto se ha transformado en una sombra de sí mismo, en el hombre invisible porque está quedando absolutamente invisibilizado en su rol presidencial.