Los mayores que dan ejemplo estudiando

En momentos en que muchas realidades deprimen a la sociedad, es de destacar el ejemplo de personas mayores que, con esfuerzo y tenacidad, deciden retomar sus estudios.

Los mayores que dan ejemplo estudiando

Con el paso de los años, la decisión de volver a estudiar o de iniciar un camino de instrucción es una circunstancia que, afortunadamente, se repite cada vez más entre personas mayores, lo que muestra una aspiración de superación y voluntad que debe ser tomada de ejemplo.

Los Andes ha contado historias de gente mayor que ha vuelto a tomar los libros o lo ha hecho por primera vez. Son historias de perseverancia, voluntad y esfuerzo, cuya difusión agrega una cuota de optimismo a otros semejantes, sean jóvenes o en la medianía de la edad.

Es lo que le ocurrió, según los relatos descriptos por este diario, a Asencio de Velázquez, de bien llevados 90 años, que realizó el ciclo primario en un centro de adultos de El Bermejo (Guaymallén), o a Antonia Peñaloza, quien con "87 abriles" se ufanó de aprender a leer y de llegar a ser escolta de Bandera en la escuela Encuentro, de Los Corralitos, donde dio el presente durante el año lectivo que terminó.

Similares valores de tenacidad y humildad le adosamos a José Edelmiro Argüello, quien a sus 60 años hizo la primaria “para aprender”, impulsado por sus propios compañeros de trabajo, quienes le buscaron una escuela para que pudiera realizar sus estudios por las noches. El acceso a leer y a redactar potenciaron en él una autoestima de la que carecía y lo convirtieron no solo en un referente valioso dentro de la institución a la que concurrió, un Centro de Educación Básica de Las Paredes (San Rafael), sino que además proyectó un valor positivo y de mucho respeto entre sus jóvenes compañeros de aula. Incluso, en este último caso, otros operarios de la firma a la que pertenece el veterano alumno y que tampoco tenían estudios lo imitaron e iniciaron la travesía hacia el conocimiento.

Entonces, aunque deba considerarse el talento como un aporte de valor agregado imponderable y siempre necesario, nada en el mundo sustituye la constancia, porque persistir y esforzarse en la educación cuando se tiene una edad avanzada proyecta, a quienes toman esa variante, a otras dimensiones, las del engrandecimiento individual y la trascendencia familiar y comunitaria.

Experiencias de formación educativa en momentos en que esas etapas parecían definitivamente enterradas nos permiten pensar en la vejez no solo como un ciclo de declinación, sino a considerarla como un proceso multifacético de maduración y mejoramiento en la calidad de vida.

Asimismo, la búsqueda de conocimientos a edad madura visibiliza a integrantes de la sociedad que merecen nuestra consideración y que, lamentablemente, en muchas ocasiones son ignorados o tomados en menos.

Es valioso lo que hicieron. Por superación personal trascendieron el simple paradigma asistencial y de dependencia en el que se los suele ubicar, y al encarar una vida activa desde esta perspectiva de instrucción, saltaron la visión de la vejez arraigada en el imaginario social: una etapa del existir inactiva, dependiente y vulnerable.

La especialista en temas de Educación Ana Elia Bianchi de Zizzias sostiene que el ejemplo de personas mayores que todavía tienen el coraje y la sabiduría de esforzarse por aprender “nos conmueve y llena de esperanza. La dedicación, el tesón para cumplir con una meta, un sueño a pesar de los años, evidencia que siempre hay tiempo para continuar aprendiendo, y que vale la pena emprender ese itinerario”.

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