Los 80 años del "Rey” Arturo Cacciamani

Los 80 años del "Rey” Arturo Cacciamani
Los 80 años del "Rey” Arturo Cacciamani

Aquellas aulas del Instituto Leonardo Murialdo, en el corazón de Villa Nueva, conocido como el Hogar del Niño Obrero, donde los Padres Josefinos, miembros de la Congregación de San José, que se hicieron conocer hacia 1873 como los Josefinos de Murialdo, herederos de la fe y del espíritu religioso del padre San Leonardo Murialdo (1828-1900), transmitieron a comienzos de los años ‘40 con infinita bondad su inmensa obra de amor y caridad.

En aquellos viejos patios de baldosas donde los alumnos desarrollaban las clases de educación física y practicaban distintos deportes, estimulados entre otros por los padres Pedrito Spertini, Victorio Gagliardi, Pedro Volpi y Facundo Palet.

Donde el maestro Víctor Volpe transmitía diariamente sus conocimientos de música y solfeo, responsable en esos tiempos de la creación del conocido Coro de Niños Cantores de Murialdo, formado por jóvenes a los que se recuerda sobriamente vestidos y perfectamente formados con sus pantalones largos, camisas y gorros marineros blancos.

Sitio donde dieron sus primeros y precoces pasos recordadas figuras del fútbol mendocino, como Manuel Andrés Puche, Juan Carlos Rinaldini y Luis Pieruz, que incluso cruzaron el Atlántico y llegaron a jugar en prestigiosos clubes europeos.

La misma cuna de Arturo Cacciamani, que en esos mismos claustros eligió el camino del basquetbol junto a su compañero de grado Aldo Andrés Ferro, con quien forjó una amistosa relación que aún hoy se prolonga después de haber compartido momentos inolvidables.

En una época en el club YPF, donde llegaron a jugar juntos y durante varios torneos nacionales en la Selección Mendocina, en la que lograron el título del Campeonato Argentino de 1959 en Neuquén, el único por otra parte en el historial de la Borravino.

Aquel pibe de piernas flacas y fibrosas, largos brazos y seguras manos, cara filosa y penetrante mirada, rápidos movimientos y notable agilidad, cerebral y caballeresco, se convirtió con los años en uno de los referentes más grandes del deporte de los dobles en la provincia.

Con el valioso antecedente de que en el Mundial de 1963, que se jugó en junio de ese año en Brasil y donde la Argentina ganó la Zona Consuelo que se disputó en la ciudad de Petrópolis por el 8vo. y 13ro. puesto, alcanzó la honrosa distinción de ser elegido subcapitán en aquella  Selección Argentina que integraron referentes del nivel y del prestigio de Lutringer, Tulli, Tozzi, Domínguez, Chazarreta, Le Bihan, Fruet, De Simone, Moreno, Hugo Oliva y Samuel Oliva, dirigidos por Francisco Andrizzi.

Con la ausencia de Guillermo Riofrío, Farías y Olariaga por motivos particulares. El propio Arturo trajo a la memoria aquellos lejanos tiempos de la infancia y la juventud, cuando su familia se había ido a vivir a la esquina de Godoy Cruz y Necochea, en San José: “Me acuerdo que todos los días pasaba por la puerta del club Atenas, porque tenía que ir a tomar el colectivo que me dejaba cerca del colegio.

Se me iluminaban los ojos y me temblaban las piernas pero no me animaba a entrar porque me daba vergüenza, hasta que un día saqué fuerzas no sé de dónde y encaré por la entrada de la calle Pellegrini. A los pocos días participaba con otros chicos de mi edad en alguna ‘americana’ que organizábamos entre nosotros.

Cuando Rodolfo Pedemonte, que era el papá de Pipío y al que todos conocíamos como ‘Don Rodo’, y Diego Morales me vieron jugar me llevaron a firmar a la Federación. Recuerdo además a Arturo Bonnet, mi primer maestro, que me enseñó y transmitió los fundamentos del juego, y a Ángel Fernández, que me hizo debutar en la Primera.

De esa época, que resultó inolvidable para mí, tengo las imágenes del  Zurdo Lamantia y de Cabrera, además de Martínez, con quien nos sumamos a la Primera, donde entre otros sobresalían los hermanos Guerrero, Cristóbal Palomo, Felipe Fabrizio y José Santos Fabrizio.

Después se incorporaron José y Pedro Linares, que venían del club San José, con quien protagonizábamos el gran clásico del barrio (los Linares fueron cuatro hermanos porque también jugaron al basquetbol Paco y Alberto).

En 1953, luego de haber ganado un partido cada uno, definimos el título de campeón contra Universitario, en una tercera final que se desarrolló en la desaparecida cancha de Agua y Energía, ante una multitud y con la presencia del periodista Carlos Fontanarrosa, que había llegado como enviado especial de la revista El Gráfico.

La ‘U’ resultó un rival durísimo porque tenía un quinteto de primer nivel, con Álvarez, Santiago, Rivamar, Arata y Ronald Rodríguez, al que pudimos vencer sobre el epílogo, cuando su hinchada se preparaba para el festejo del campeonato. Ese mismo año tuve la satisfacción de ser citado por primera vez a la Selección Mendocina en reemplazo de Pitín López, para participar de un Selectivo que se realizó en Buenos Aires.

Con el tiempo, con la base del Toro González, José Linares, Alcibíades Santiago y el Flaco Ferro se armó un gran combinado al que luego se sumaron Luisito Armendáriz, que era la manija de Andes Talleres, y Alberto Álvarez, de Universitario. Con legítimo orgullo puedo decir que durante 14 campeonatos argentinos integré como titular la representación de Mendoza en los torneos nacionales y que lo máximo resultó aquel título de 1959 en Neuquén”.

YPF y Macabi

Aunque se sentía plenamente identificado con el rojo y negro de su querido Atenas, “Sangre y Luto” como se lo conocía en esos tiempos, Cacciamani dejó el “Pozo Apache” donde había comenzado a jugar a los 9 años en el semillero y a los 14 en la Primera, para incorporarse a YPF, en una decisión muy difícil como siempre reconoció.

“Me costó muchísimo porque yo amaba los colores de Atenas y sólo acepté porque me habían conseguido un trabajo en la empresa que significaba mucho para mí. Cuando hablé con los dirigentes entendieron mis razones y me otorgaron el pase a los Petroleros, donde me encontré con el Flaco Ferro y con José y Pedro Linares, que se habían incorporado poco tiempo antes. A los muchachos del club, como Coronado, Escalante, Zanatello y Aluz, se sumaron también Brown y Brusadín. En la Asociación Belgrano, a la que pertenecíamos, fuimos tres veces campeones en cinco años y participamos varias veces del “Gran Mendoza”, que se integraba con los mejores equipos clasificados de la Belgrano y la Matienzo.

En esos años estuve una temporada en el club Racing de Misiones, cuando comenzaba a jugar Finito Gehrmann, una de las grandes figuras de entonces. Regresé porque me interesó una doble propuesta que recibí para jugar y ser entrenador de Israelita Macabi, con compañeros como Chiquito Ravidá, Polo Benegas, Nenito Chocrón, Alberto Yaco Sarfati, Quique Bonder, Eduardo Duek, Jorge Leoni, Oscar Voloschín, Alejandro Schejter, Juan Murgo, Mario Groisman, Burstein, Mariano y Marcelo Gordon, Lucho Tahuil, Jorge Blaustein, Israel Lowi, Oscar Rerdanowsky, Rosemblat, Soifer, Benfil, Benny Spitz y Bubby Marchevsky. Llegamos a jugar una final con Andes Talleres, que era el rival a vencer, y nos derrotó en la cancha de Agua y Energía.

Aquel fue el primer partido que se televisó en esos tiempos en Mendoza, en una trasmisión del periodista Marcelo Houlné, que era toda una autoridad como relator o comentarista. Jugué ocho temporadas en Israelita Macabi y cuando me retiré mantenía el cargo de entrenador de la Primera y de todas las divisiones de la entidad. Terminé mi carrera a los 44 años, cuando todavía tenía fuerzas y ganas de seguir, en el Centro Deportivo Rivadavia, donde estuvimos muy cerca de clasificarnos para la Liga Nacional A. Creo que aquel fue un digno broche de oro a mi campaña, en la que viví grandes e inolvidables alegrías y dejé excelentes amigos”.

El llamado “Rey Arturo”, como se lo identificó durante su exitosa trayectoria, celebró semanas atrás sus 80 años de edad (24-3-33) en el salón Fontana de Villa Nueva, acompañado de viejos compañeros y nobles adversarios como le comentó a Más Deportes con una expresiva sonrisa. Entre ellos Leopoldo Brozovix, Hugo Socchi, Jesús Bátiz, Aldo Andrés Ferro, Luis Armendáriz, Juan Carlos Larroca y el Tute Rodríguez.

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