A principios de junio, en plena Feria del Libro, Alberto Manguel lamentaba: "En la Biblioteca Nacional no tenemos ni para café". Ahora, el escritor decidió alejarse de la dirección de la emblemática biblioteca, cargo que asumió en 2016.
Manguel, que presentó su renuncia "por motivos personales", había expresado ya las carencias por las que atraviesa la institución. Y se conjetura -según algunos medios como Clarín- que su decisión a dejar el cargo podría estar relacionada a los rumores de una nueva ola de despidos en el organismo.
Sabemos que los intelectuales no pueden mantenerse al margen del contexto político, social y cultural que atraviesan.
Desde que Manguel asumió, entre 50 y 60 personas con contratos temporarios, semipermanentes o "de obra" fueron “desafectadas” de sus respectivos puestos de trabajo o renunciaron por variaciones en las condiciones laborales. Vale aclarar que el grueso de trabajadores de la Biblioteca no es parte de la planta permanente. Una nueva escalada de despidos, en el marco del ajuste que el gobierno asume, explicaría que Manguel querría “despegarse”. Esto, pese a que las fuentes oficiales negaron que vaya a haber despidos.
Sin embargo, sólo en lo que va del 2018 se habrían contabilizado unos quince despidos en la Biblioteca. Al parecer, estos trabajadores no cumplían con los estrictos controles biométricos implementados en distintos organismos y ministerios nacionales: los empleados deben cumplir con una cantidad de horas, que en algunos casos se incrementó, y cuyo registro queda asentado mediante molinetes emplazados en las puertas de estas dependencias, entre ellas la Biblioteca-. De este último grupo de empleados, dos fueron reincorporados por vía judicial.
Las organizaciones gremiales ya están en alerta: temen que los trabajadores afectados puedan llegar a medirse en decenas, después de que el 1 de agosto prescriba un acuerdo entre la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN) y el Gobierno, destinado a frenar los despidos de personal durante junio y julio. Según estimaciones de los delegados, unas 250 personas estarían en riesgo si se aplicara la lógica de la “Dotación óptima de personal” que Modernización está calculando para distintos ministerios y organismos descentralizados desde finales del 2016.
No es casual que el malestar de Mangel se hiciera notorio. Durante la Feria del Libro de Buenos Aires –el 6 de junio pasado- dijo públicamente que "en la Biblioteca Nacional no tenemos un mango ni para comprar café". El comentario fue en respuesta a una pregunta sobre la adquisición de la biblioteca personal de Bioy Casares; él aclaró que no había sido comprada sino aceptada en donación.
El autor de "Una historia de la lectura" llegó hace exactos dos años a la Biblioteca dispuesto a modernizarla, digitalizar los archivos y mantener una relación más fluída con los referentes editoriales y literarios a nivel internacional. Que durante su gestión el premio Formentor se haya entregado por primera vez en Buenos Aires o que la Biblioteca haya recibido a figuras de renombre internacional, como la escritora -su amiga personal- Margaret Atwood o Elisabeth Roudinesco prueba esa intención.