Por eso justamente, su propósito consiste en aplicar ciencia y tecnología a la hora de ofrecer servicios de diagnóstico, monitoreo y generación de saberes específicos. En ese caso, la firma ofrece catorce servicios diferenciados a lo largo del año, adaptados al ciclo agrícola. En ese sentido, los proyectos giran en torno de la zonificación térmica de las heladas, la relación de Horas/Frío Hiperlocal y la sustentabilidad energética del cultivo. Así, año a año el desafío -recalcó González Antivilo- consiste en adelantar las proyecciones destinadas a empresas agroindustriales y organizaciones que buscan profesionalizar su toma de decisiones con datos concretos.
Un cambio de mirada hacia la sustentabilidad ambiental y financiera
Si bien en los últimos años se ha notado un crecimiento sostenido en la demanda de servicios especializados para el agro, los emprendedores dedicados a ello entienden que esta forma de comprender la producción agrícola, requiere de un cambio de mirada, pero también una inversión específica que no siempre es concebida como una salida que luego permitirá abrir el camino a opciones más sustentables y/o redituables en el mediano y largo plazo.
Ocurre que, en muchos casos, además, esta forma de entender la producción aún es nueva para una buena parte del sector productivo rural. En el caso de la empresa Indegap, su crecimiento se ha expandido con presencia en siete provincias. Esto da cuenta de que la demanda de los servicios de asesoría crece a medida que se comprende el valor de contar con información específica y detallada para luego planificar y tomar decisiones de tipo económico.
En general, lo que buscan quienes solicitan estos servicios consiste en “diferenciarse, reducir la incertidumbre y optimizar recursos”, indicó Antivilo y reconoció que esa situación les abre muchas puertas.
Así, empresas y productores se nutren de los conocimientos aportados por los grupos de profesionales que están unidos en los diferentes proyectos y se éstos entre sí.
Entre los desafíos más complejos que estas empresas incipientes de conocimiento han tenido que superar, figura la estacionalidad en el sector del agro. En ese sentido, Antivilo destacó que los tiempos de cosecha se plantean como un desafío para sus clientes al momento de pensar su finca en el mediano plazo. A ello, advierte el profesional, se suma el contexto económico del país: para enfrentarlo, se diversifican servicios, se ajustan propuestas y se fortalece el vínculo con quienes ya confían en los profesionales.
Quizá, destacan los especialistas, el mayor obstáculo estructural es el cultural debido a que en el agro intensivo argentino aún se instala una lógica para tomar decisiones con datos duros, algo que no sucede en otros sectores de la industria. “Un auto de Fórmula 1 tiene más de 300 sensores en apenas 10 m². Lo hacen porque saben que es rentable, no para gastar por gastar”, comparó González Antivilo y agregó que la temporada “alta” de labor es en la época de otoño-invierno, cuando se realizan los mapeos térmicos de las heladas. “Sin embargo, contamos con al menos tres servicios por estación, lo que nos permite desarrollar campañas comerciales específicas para cada momento del año”, puntualizó el especialista.
Los beneficios que guarda contar con esos datos específicos y con el asesoramiento necesario, permiten, por un lado, que el productor cuente con la posibilidad de comprender mejor su campo y así evitar errores y poder decidir de manera estratégica, como por ejemplo, definir cómo defenderse de las heladas, qué variedades implantar –en el caso de la vid- o qué zonas no es conveniente cultivar.
“Por otro lado, muchos productores valoran que nuestro trabajo les permite detectar oportunidades invisibles. Por ejemplo, uno de nuestros servicios permite identificar las zonas con mejor potencial térmico durante la maduración del fruto. En el caso de la vid, esto permite cosechas sectorizadas que pueden derivar en nuevas etiquetas de mayor valor”, explicó el ingeniero agrónomo.
Con miras a avanzar y extender a nivel nacional Indegap, por su parte, aspira a sumar nuevos proyectos de ciencia aplicada, de manera de posicionar a la empresa bajo un modelo tipo PyME (pequeña y mediana empresa). De hecho, en el año que transcurre sus representantes iniciaron su primer viaje de exploración comercial a Perú.
La ingeniera agrónoma Silvina Grimalt y su colega Anahí Soto Becerra, configuran otro ejemplo de emprendedurismo del conocimiento. Opuntia nació en 2017, cuando ambas se lanzaron al desafío de aplicar sus saberes y prestar un servicio. “Mi historia con Opuntia empezó después de mi paso por el INTA donde aprendí mucho sobre protección vegetal gracias a la Ingeniera agrónoma Violeta Becerra”, comentó Anahí y recordó que fue en ese momento cuando una empresa de agroinsumos le solicitó realizar ensayos de campo. Fue el primer paso para encontrar una oportunidad para establecerse dentro del mercado. No dudó en reunirse con su socia para dedicarse de lleno a ofrecer servicios agronómicos. Hoy, asegura que, a pesar de los desafíos, han logrado crecer y consolidarse como una empresa líder del sector.
Finca de olivos.
Finca de olivos.
El conocimiento como base de los proyectos
En el caso puntual de Opuntia el servicio está dirigido al sector agronómico, que a su vez ayuda a los productores a tener mayor cantidad de productos en el mercado, como bioestimulantes, fertilizantes, insecticidas y herbicidas, entre otros productos. Sus servicios incluyen ensayos de eficacia a campo y pruebas comparativas de agroinsumos y bioinsumos en viñedos, frutales y hortícolas, todo planificado tomando como eje las Buenas Prácticas Agrícolas (BPA). “También tenemos un servicio especial para bodegas, donde ayudamos a encontrar la mejor estrategia para sus viñedos”, aclaró Soto y agregó que para lograr el lanzamiento de nuevos insumos agrícolas al mercado (insecticidas, fungicidas y fertilizantes, el Senasa exige ensayos de eficacia a campo, con sustentos estadísticos. Justamente, a ello apunta su firma, ya que se dedica al diseño, planificación y recolección de datos que luego son procesados y analizados.
“Con ello elaboramos informes que sirven a las empresas de agroinsumos para validar y registrar dichos productos”, destacó la especialista.
Otro camino en el cual las emprendedoras transitaron desde sus conocimientos, es que está conformado por bodegas, con las cuales colaboran a fines de brindar un servicio que les sirva para resolver diversas problemáticas. “Por ejemplo, encontrar la mejor estrategia para mejorar el cuaje, el rendimiento o combatir alguna plaga o enfermedad a través de ensayos que permitan determinar la mejor alternativa para el manejo de viñedos”, destacó Soto.
La demanda de los servicios que presta Opuntia también ha marcado un repunte constante, aseguraron sus titulares. Esto es, debido a la tendencia hacia una producción más sostenible con el medioambiente. Soto explicó en ese sentido que la agroecología está ganando terreno en la industria. Por ello, aclaró, los bioestimulantes y bioinsumos son productos que se utilizan para mejorar la salud y la productividad de las plantas, por lo que su demanda va en aumento debido a la preocupación creciente de la población por el medio ambiente y la búsqueda de alimentos saludables y sostenibles.
Al referirse a los obstáculos que se han presentado en los últimos meses para poder sostener su emprendimiento, Soto destacó que, entre los más complejos, figura la inflación y los cambios económicos, que en suma, afectan la estabilidad del mercado y la demanda de los servicios. “Sin embargo, hemos trabajado para adaptarnos a estos cambios y mantener nuestra competitividad”, aclaró la ingeniera agrónoma y agregó que en el caso del servicio que brinda con su firma, los clientes destacan la calidad y la precisión de sus servicios, como así también su capacidad al momento de ayudarlos a tomar decisiones informadas sobre sus productos y estrategias.
En ese caso, la temporada más fuerte de labor es la de crecimiento y cosecha de los cultivos. “Varia por los cultivos de la zona que son mayormente estivales (de verano) comenzando en primavera y terminando a principios de otoño. Como por ejemplo cultivos de tomate, pimiento, papa, duraznero, manzanos, vid, olivo, entre otros”, explicó Soto y mencionó que entre las expectativas para los próximos meses en términos de negocios, figura la de continuar trabajando para seguir creciendo y consolidarse como una empresa líder en el sector agronómico. En la actualidad, la firma cuenta con ensayos realizados en las regiones de Cuyo y NOA, aunque tienen planificado llegar a provincias como Río Negro y Córdoba. “También estamos planeando expandir nuestros servicios a nuevos sectores, lo que nos permitirá diversificar nuestra oferta y fortalecer nuestra posición en el mercado”, profundizó la ingeniera agrónoma.
Dentro de la viticultura, Methodum es otra empresa que busca instalar su combinación de innovación y agricultura de precisión, un concepto que en los tiempos actuales afianza la idea de planificar desde el conocimiento. Cuatro miembros, (el ingeniero agrónomo y master en viticultura y enología Ricardo García, la doctora en agronomía Natalia Carillo, el ingeniero agrónomo Leandro Moreno y el ingeniero en sistemas Pablo Sarmiento), conforman el equipo de profesionales que se unieron hace cinco años con un mismo fin: insertarse en el mercado de manera competitiva y actualizada a las demandas del sector productivo de hoy.
En su caso, una de las metas cumplidas fue la de desarrollar una metodología de mediciones en viñedos, con índices propios, que brindan información de alto valor para tomar decisiones de manejo e inversiones a realizar en las fincas. Todo, con la información basada en sus análisis.
“Son tres diagnósticos a lo largo del ciclo del cultivo, basados principalmente en el equilibrio de las plantas, las relaciones de vigor y productividad dadas por el entorno y los factores del agroecosistema que las afectan”, destacó Moreno y aclaró que ello hace que sea posible entregar grillas con valores cuantificables año a año. Además, entre los servicios que brindan figura la existencia de una zonificación específica de cada parcela estudiada. De esta manera el productor tiene la posibilidad de trabajar su parcela en forma diferenciada.
Al referirse a la demanda de estos servicios en la actualidad, desde Methodum destacaron que uno de los desafíos más fuertes tiene que ver con la situación económica y comercial del vino. “Es un servicio muy interesante, aplicable a cualquier productor, pero no todos tienen la posibilidad de acceder. Aún no siendo un servicio caro, no se tiene en cuenta la gran utilidad que tiene”, deslizó Moreno en coincidencia con González Antivilo, al referirse a la importancia de poner en valor el aspecto costo/beneficio de contratar los servicios de asesoría especializados.
En este caso, en la actualidad, los profesionales están desarrollando índices de suelo, de manera de conocer su evolución, entender la relación con el ambiente (relación microorganismos suelo) y aprovechar su potencial cuidándolos. Su servicio es demandado generalmente por aquellas empresas que tienen el interés y/o la posibilidad de trabajar de manera específica en sus parcelas, ya sea para recuperarlas o mejorarlas tanto en vigor como en producción.
Desafíos en un contexto complejo
Entre los mayores obstáculos que surgieron este año, aseguró Moreno, figuran: la caída del consumo de vino y la situación comercial del mismo, lo cual impactó de manera directa a la contratación de servicios específicos. Inclusive, esa situación llevó a que muchas empresas bajaran la cantidad de superficie de tierra a analizar y otras desistieran del seguimiento.
Sin embargo, aclararon desde Methodum, los resultados positivos derivados de la zonificación con datos extraídos del monitoreo de personas a campo, es muy valorado por sus clientes. Esto es debido a que las decisiones que pueden tomar al momento de destinar más o menos recursos a las distintas parcelas, impactan luego de manera directa en los resultados. De hecho, con esta metodología –destacó Moreno- es posible ser más sustentables, reducir costos y aumentar el vigor.
La forma de trabajo, en el caso de este emprendimiento consiste en trabajar con siete índices propios, separados en tres etapas: dos índices en invierno donde lo fundamental es relacionar el vigor con que se finalizó la temporada anterior y la intensidad de poda que se debería aplicar para mantenerlas dentro de un equilibrio favorable para la planta. Otros dos índices en primavera, en los cuales se evalúa la velocidad con la que crecen los brotes y si están dentro o fuera de los patrones de crecimiento de la variedad, y tres índices en verano. En ese caso la metodología consiste en definir la relación entre la carga (producción que trae en el año) y el vigor presente en la temporada corriente. “De esta forma obtenemos zonas de diferentes características para elaboración de vinos y manejos agronómicos más apropiados”, destacó Moreno y aclaró que, en su caso, la intensidad de trabajo es sostenida en el tiempo, aunque algo más ajustada sobre primavera.