Viajero mendocino construye un estadio bajo tierra en Italia

Latorre es arquitecto y está trabajando en Bolzano, cerca de los Alpes. Allí realiza un proyecto de una pequeña escuela y un gimnasio deportivo bajo nivel para mitigar el impacto en la zona.

Mendocinos por el mundo hay muchos y sus logros supieron quedar reflejados en las páginas de este diario. Carlos Fernando Latorre es un exitoso arquitecto que está construyendo un estadio bajo tierra en el marco de los increíbles Alpes italianos y más precisamente desde Bolzano.

Es el segundo hijo de cuatro hermanos, de mamá inmigrante de Catanzaro, Italia quien, “con sólo 10 años, emigró hacia la Argentina y de alguna manera terminó en Mendoza donde conoció a mi papá”.

Carlos cuenta que el factor de la sangre, italiana en su caso, es el que más pesó a la hora de decidir vivir de ese lado del océano. El resto fue una sucesión de decisiones que, tomando como pretexto su pasión por la arquitectura, hizo que todo lo demás se diera naturalmente.

"Después de haber pasado prácticamente la mitad de la construcción de mi casa entre los albañiles, me di cuenta de que me fascinaba el mundo de los ladrillos. Terminé estudiando en el secundario para maestro mayor de obras y después seguí con arquitectura en la Universidad de Mendoza", relata.

Según cuenta, en cuarto año de la facultad surgió la propuesta de hacer un intercambio con la facultad veracruzana de México por seis meses, los cuales alargó para poder viajar y conocer aquel hermoso país. "Esta experiencia fue el punto de inflexión en mi vida. Volví a la tierra del Sol, terminé mis estudios y empecé a buscar la manera de poder seguir viajando", indica decidido.

Advierte que fue una casualidad que se le abriera una puerta en un estudio de arquitectos italianos (con sede en Mendoza) que acababa de abrir. Después de un año aprovechó la oportunidad de un intercambio interno del estudio y se mudó a Bolzano, una hermosa ciudad en los Alpes itálicos.

"Lo que ignoraba completamente es que, la ciudad del Tirol del Sur perteneció, hasta el final de la Primera Guerra Mundial, al imperio Austrohúngaro, ¡por lo tanto las lenguas oficiales eran dos: el italiano y el alemán!", exclama.

Carlos cuenta que en un principio todo fue duro ya que la gente de aquellas latitudes no es lo que se puede llamar típicos "Tanos".

Además, el bilingüismo separa netamente la sociedad en dos grupos. Esto sin embargo, dice Carlos, para el que viene de afuera puede ser una ventaja porque sin tantos prejuicios pudo aprender de ambas culturas.

"Afortunadamente viajaron conmigo otros mendocinos (entre los cuales dos buenos amigos) que fueron fundamentales el primer año. Con el tiempo aprendí a tomar y disfrutar todo lo que la ciudad ofrecía: un contacto muy estrecho con la naturaleza, y el deporte casi obligado, ya que todo el mundo se mueve en bici y el ambiente perfecto para quien ama la montaña" describe.

Luego de un par de años, que para él pasaron casi sin darse cuenta, dejó de necesitar todo eso que los argentinos extrañamos cuando estamos lejos de la patria. "Me enamoré de una mujer preciosa y por primera vez, la idea de vivir en Europa, ya ocupaba un pequeño lugar en mi cabeza", confía el arquitecto.

Carlos asegura que “a diferencia de lo que la gente puede ver de tu vida a través de las redes sociales, en estos ocho años hubo muchos momentos muy difíciles”, como la muerte de su papá hace un año y medio, en los cuales se preguntó si valía la pena estar allá, perdiéndose de disfrutar de sus sobrinos, de matear con su madre, de sus hermanos y amigos.

"Justamente ahí es cuando pienso en mi viejo diciendo: "Los hijos son de la vida; los criamos para que se vayan". Por esta razón dejé de subir fotos y trato de no me preguntarme más cuánto me voy a quedar. En este momento vivo acá."

Proyectos arquitectónicos

Carlos asegura que todo el dinero y el tiempo que tiene lo invierte en viajar, pero nunca dejó de apostar por su carrera y en la posibilidad de aportar algo al viejo continente.

"Empecé trabajando en un estudio donde el único ingreso de trabajo eran los concursos de proyectos públicos. Ahí aprendí cómo funcionaban, que eran confiables y me di cuenta de que mi "background" aportaba una visión distinta a la de un europeo", destaca.

Así, como responsable de proyectos, tuvo la posibilidad de proyectar y ganar varios concursos como complejos escolares, comedores, bibliotecas y centros deportivos. Después de un tiempo, gracias a la experiencia adquirida, homologó su título en Roma, participó y ganó como freelance un concurso para el proyecto y construcción de un gimnasio deportivo y una pequeña escuela.

"El proyecto es bastante particular por el contexto donde se emplaza. Gran parte del estadio se encuentra bajo tierra para mitigar el impacto en el entorno de pequeñas casas. Todo el exterior está revestido en piedra del lugar de tamaño gigante y el campo de juego se conecta, en uno de sus lados, con el parque de la escuela a través de una "rampa verde" que se utilizará en eventos como escenario al aire libre", describe Latorre.

Para finalizar cuenta que en este momento están en la fase de construcción y la inauguración está prevista para principios de agosto.

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