Brasil: resucitar el verano

Aguas traslúcidas, refugios ecológicos y playas en una tierra que no conoce el frío. La Ruta de las emociones, una promesa de calor.

Se avecina el invierno y la nostalgia por el verano va in crescendo. En paralelo al incremento de abrigos que experimentamos cada día, llega al norte brasileño la estación seca –que se extiende hasta diciembre-. Junio marca el fin de los días lluviosos y la mejor época para encarar, por ejemplo, la Ruta de las Emociones.

Para el que no lo conozca, es un extraordinario paseo a lo largo de la costa del noreste de ese país, que recorre los más bellos paisajes de Maranhão, Piauí y Ceará. Belleza natural y  tranquilidad son la constante en cada una de las postas.

Y sí, con ese mote, desde ya que se debe sentir tentado a empacar unos trajes de baño, ojotas y algún otro atuendo playero y sacar los boletos que llevan al país de la felicidad.

Belleza natural

Barreirinhas, al norte de Maranhão, es una de las paradas de este paseo. La cita por allí es para conocer el Parque Nacional dos Lençóis Maranhenses, que se extiende en los márgenes del río Preguiças. Sin dudas que este es el principal atractivo turístico de la ciudad, considerado incluso,  uno de los puntos más apreciados de Brasil.

Este singular desierto de 150.000 hectáreas es visitado por una gran cantidad de turistas cada año. Los que convocan son sus gigantescos estanques de agua verde azulada formados entre los desniveles de las dunas.

Los visitantes se sacan el calor de encima bañándose en las lagunas en medio del desierto. Las lluvias convierten al parque el hogar ideal para los peces, tortugas y almejas que habitan en la zona.

Vale decir que la laguna Azul es la más linda que hay en el parque. Localizada en los límites, es la más grande y es considerada la más bella por sus aguas del color del cielo. Se ubica a unos  30 minutos desde Barreirinhas, camino que todos recorren con expectativas, que desde luego se cumplen al llegar.

El Delta del río Parnaíba, es otra de las paradas de esta ruta. Situado entre los Estados de Piauí y Maranhao, es un destino majestuoso, debido a que forma el único delta en mar abierto de América del Sur y es uno de los tres mayores del mundo (los otros son: el delta del río Mekong en Vietnam y el del Nilo, en Egipto).

La comparación más apropiada para la descripción es con los dedos de una mano abierta. Así, el río se divide en cinco canales formando más de 70 islas, una infinidad de lagunas y laberintos de igarapés -canales naturales estrechos entre las islas-. Es realmente muy bello.

La zona alberga  una gran variedad de fauna, como garzas y tucanes, zorros y venados, que pueden ser apreciados desde paseos que se ofrecen en pequeñas embarcaciones fluviales. Un sitio destacado es la isla de Caja, donde se pueden observar aves migratorias y de animales en extinción, gracias a su perfecta combinación de ecosistemas.

Otra de las joyas de este itinerario es el Parque Nacional Jericoacoara, situado en los municipios de Jericoacoara y Cruz Camocim al oeste de Ceará. Alejado del resto del mundo moderno y del bullicio de la ciudad, es el lugar ideal para olvidarse de todo. Su paisaje costero, se distingue por sus calles pavimentadas con arena, por sus bellas playas y por sus amplias dunas.

Una de las visitas obligadas en Jeri es para conocer  el "Serrote", una enorme colina de 93 metros sobre la que se encuentra la famosa "Pedra Furada" (Piedra Agujereada). Se trata de una formación rocosa esculpida por la propia naturaleza. La recomendación es ir al atardecer y cuando la marea baja contemplar algunos acuarios naturales llenos de peces de colores. Un momento único.

Cariñosamente, Jeri

Jericoacoara, un pequeño pueblo de pescadores, ubicado en el noreste de Brasil dentro del Estado de Ceará, gana adeptos cada año. El nombre es largo y se nos traba la lengua al pronunciarlo, por suerte, los lugareños cariñosamente, lo apodan Jeri y los turistas los imitamos. Las guías no mienten cuando lo describen como un rinconcito de ensueño ideal para desenchufarse.

Por supuesto que sus playas amplias y diáfanas, rodeadas de dunas son el imán. Aunque la tranquilidad y la promesa de que in situ los problemas se olvidan, también suman. Este paraíso terrenal fue descubierto en la década del 70 del siglo pasado y todavía guarda el halo de sitio nuevo. Sin calles pavimentadas y con pocas luces por la noche, la cita por allí es con el relax.

No obstante cada año va creciendo en servicios. En la zona no se permiten grandes construcciones por lo que los alojamientos son de dimensiones acotadas. En materia gastronómica, por ejemplo, los restaurantes tienen pocas mesas y la comida es casera. La langosta es uno de los platos más pedidos.

La agenda de los días de vacaciones incluye varias horas de playa, que se aprovechan tomando sol, leyendo o mirando el entorno que seduce a cada instante. Por su parte, los que le hacen a las tablas, pueden aprovechar las buenas olas locales practicando surf. Otro de los clásicos por allí son los paseos en buggy por las dunas.

Cuando cae la tarde, llegan a la playa carritos que ofrecen tragos para que la jornada en las arenas vaya cambiando la onda. Tamarindo, maracuyá y otras frutas con la clásica cachaça, y que la noche venga.

Apuntes

Ubicación. Jericoacoara está a 300 km de Fortaleza.
Tarifas: Posadas desde U$S 55 y hoteles de 3 estrellas desde U$S 90.
Temporada alta: es de julio a enero, por lo que es preciso hacer reservas para esas fechas.
Información
www.braziltour.com 

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