Pascual Curia, "Cabecita"

Cuando en 1970 se concretó su pase a préstamo por un año de Atlético Argentino a Independiente Rivadavia el propio Pascual Curia le pidió a los dirigentes que en el contrato se incluyera una cláusula que estableciera que no podía jugar contra su ex - club.

Se recuerdan las palabras del entonces presidente de los Azules, el italiano Walter Braganini, muy respetado en el ambiente futbolístico porque trabajaba con dos chequeras, la de la institución y la personal con la aclaración de que jamás reclamó un solo peso en devolución, conmovido por ese gesto fuera de lo común: “No esperaba otra cosa de usted, por eso lo traigo a Independiente. Con esa misma dignidad deseo que defienda nuestra camiseta”.

Entre ambos existía una cordial y respetuosa relación que creció a partir de ese hecho favorecida porque los dos eran italianos. Conocido como “Cabecita” durante su infancia y juventud y posteriormente como “El Tanque de San José” porque se hizo popular en la barriada donde reina la divisa Albiceleste.

Pascual fue un jugador al que la cancha le quedó chica, incansable con su ida y vuelta permanente como si tuviera más de dos pulmones, dotado de una gran velocidad y de una extraordinaria potencia física, abría surcos a sus espaldas lanzado a la ofensiva, fabricaba claros con su desmarque y despliegue, capaz por si solo de destruir cualquier defensa por más fuerte que fuera.

A semejanza del juego la que años después mostró en nuestras canchas el puntano Juan Gilberto Funes si se lo compara con alguien de sus mismas virtudes y características. Curia había llegado en barco desde Italia con apenas 9 meses de vida junto a sus padres y 5 de sus 7 hermanos.

La familia se instaló en Mendoza en la antigua esquina de la Avenida Mitre y Pedro Molina a muy pocas cuadras del estadio de La Academia donde con el tiempo empezó a construir su gran historia.

A temprana edad veía como el padre empujaba el carro con su reparto de frutas y verduras en distintas zonas de Guaymallén, tarea que aprendió desde niño y que después del fútbol se convirtió en su actividad laboral con sus puestos primero en el Mercado de Concentración de Godoy Cruz y luego en la Feria Cooperativa Acceso Este donde hoy se lo ubica diariamente muy querido y respetado por sus compañeros de trabajo.

También de pibe se encariñó con la pelota y dibujó sus primeros garabatos en el desaparecido Arsenal un conjunto infantil con sede en el barrio donde vivían. “Cabecita” como lo nombraban sus amigos se hizo famoso a comienzos de los 60 cuando integró el equipo de Castellani Hnos. que participaba en los torneos de baby fútbol que entonces organizaba con tanto éxito el club Andes Talleres en los meses del verano.

Entre sus muchas anécdotas Pascual comenta que lucían una llamativa camiseta de tela de arpillera de tonos muy brillantes, pantalones, medias, zapatillas y hasta el transporte de la firma que pasaba a buscarlos todos del mismo color.

En su casa de San José donde recibió a Más Deportes cuenta que sus inicios fueron allá por 1961 en una sexta “B” de Andes Talleres, campeona e invicta de su categoría, junto a  los Mellizos Salvador y Raúl Signorelli, el “Canty” Carlos Gómez y su inseparable amigo y compañero el “Coli” Cornejo que figuraba con el nombre de José Santiago porque el reglamento de la Liga no permitía que con 10 años de edad jugara a la par de otros chicos de 12 y 13 años.

En la temporada siguiente (1962) el delegado de esa división, José Ruarte, se llevó a la mayoría de sus integrantes a una sexta “A” de la Academia. Entre ellos Curia, Cornejo, Olguín, Guerrero y el “Pelusa” Ravier los que al poco tiempo se convirtieron en alumnos del maestro Cortenova formador de cientos y cientos de jóvenes. Don Aroldo lo hizo capitán de la quinta “A” Albiceleste en 1963 donde habitualmente lo ponía de 8 o de 10, aunque siempre de punta, el único que cierta tez lo convenció para que jugara de 11 cuando le pidió: “Cabecita, por favor, te necesito de puntero”.

Evoca Pascual con la nostalgia propia de los buenos recuerdos: “En 1964 Héctor Flamant me llevó aparte en un entrenamiento y me comentó preocupado: “Mirá, “Cabecita”, vos ya estás para la primera. ¿Pero…  a quién sacamos?. Yo voy de 8, Medardo (por Sosa) tiene la 10 y el “Quique” (por Lucero) con la 11. ¿Te animás a jugar de 9?”.

Como no me iba a animar, yo quería jugar donde fuera. Converti me puso a mi de 9 y a Cornejo de 5 y nos hizo debutar contra Maipú en un partido que ganamos 2 a 1 algo inolvidable porque tenía sólo 15 años. Al poco tiempo quedé como titular, aunque más tirado atrás, porque podía arrancar por la derecha o por la izquierda.

También estaban “Pancho” Ontiveros en el arco, Jofré, el Contador Agustín Orlando, Abel Sklate, Miguel Albarracín, Chacón, Oropel y Nogara. En el 66 perdimos un campeonato increíble porque a 5 fechas del final teníamos una ventaja de 7 puntos y sin embargo nos pasó San Martín que resultó campeón.

Formábamos con Fombella: Iturbe y Torres; Jofré, Orlando y Cornejo; Chacón, yo o Legrotaglie, Oropel, Valencia y el “Quique” Lucero o Nogara. El de 1968 fue otro año espectacular, nuevamente con el Cholo en el banco como DT, con el Turco” Fariz en la valla, Alcaraz, Molina, Larpín, Eduardo Lucero, yo, el “Quique”, Calderón, Sello, Albarracín, Mandón y Esclavo. Ganamos el “Torneo de los 4” pero perdimos la final para ir al Nacional frente a Independiente”.

"Tanque azul"

Pascual, que entre 1971 y 1976 el año de su retiro volvió a jugar en su querida Academia, recuerda con gratitud su paso por Palmira como refuerzo en la Copa Argentina en 1969 y su único título de campeón en aquel Independiente de 1970 donde ese año actuó a préstamo:

“Tengo un aprecio especial por Palmira y me emociono cada vez que me acuerdo de aquel equipo de la Copa Argentina. En la faz previa eliminamos a Independiente de Avellaneda al que le ganamos en la ida 3 a 1 con un gol de mi autoría para igualar 2 a 2 en la vuelta. Después perdimos frente a aquel Lanús de Silva y Acosta, conocidos como “los albañiles”, donde brillaba Ramón Cabrero.

Ese de Palmira fue uno de los mejores equipos que integré en mi carrera con un gran motivador como el “Turco” Julio en la función de DT. Al año siguiente me contrató Independiente donde firmé con la condición de que no podía jugar contra Argentino. Aquella resultó otra temporada inolvidable porque alcancé mi primer y único título de campeón en el fútbol mendocino.

Hasta que volví a Argentino donde compartí con el “Quique” Lucero la responsabilidad de guiar dentro de la cancha a muchos de los chicos que de un modo permanente surgían del semillero. Entre otros el “Ñato” Ruiz, el “Mono” Pacheco, los hermanos Ibáñez, Pedro Fernández, el “Flaco” Suárez, el “Negro” Zolorza, Carlos Ereros, Oscar Quintana y muchos más. Siento que el fútbol me dio todo y soy un eterno agradecido de los felices momentos que viví”.

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