Educación y pobreza: nuevos horizontes

La frialdad de las cifras toma otra dimensión y nos conmueve cuando se refiere a la pobreza. En nuestro país, según datos del Indec, este fenómeno afecta al 32,2 % de la población;  la indigencia, al 6,3 % de los 31 principales conglomerados urbanos. Son 8,7 millones de pobres y 1,7 millón de indigentes. Pero sin duda el dato que más duele es el referido a la vulnerabilidad de población joven. La pobreza en este segmento alcanza al 47% de los chicos de entre 0 y 14 años y al 38,6% entre los jóvenes de 15 a 29 años.

El reciente informe de “Perspectivas económicas de América Latina 2017: Juventud, competencias y emprendimiento”, publicado recientemente en conjunto por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico -OCDE, Comisión Económica para América Latina y el Caribe - CEPAL y Banco de Desarrollo de América Latina-CAF, aborda el tema de la situación económica de los jóvenes. El reporte indica, entre otros temas, que en la Argentina, hasta los 15 años, los jóvenes están en la escuela sin distinción de clases pero luego los sectores más bajos tienden a abandonar y a no terminar la escuela secundaria. La consecuencia más importante de la deserción, es que estos jóvenes migrarán en su mayoría al mercado laboral sin la formación adecuada, accediendo a puestos de trabajo sin calificación, y difícilmente regresen al sistema educativo. De este modo el impacto importante del fracaso escolar es que puede derivar luego en desempleo y marginalidad. En nuestro país, según datos del Banco Mundial, hay 875.000 chicos entre 15 y 24 años que no estudia ni trabaja, son los denominados jóvenes “Ni-Ni”.

Ante esta realidad, ¿cómo generar políticas públicas orientadas a reducir el flagelo de la pobreza?

Si bien es cierto que abordar las soluciones requiere de un enfoque multidimensional -progreso económico, trabajo, desarrollo social, salud y vivienda- desde el sistema educativo existen diversos planes que pueden ser implementados.

Un ejemplo de ellos son los denominados “Programas de apoyo económico a la oferta educativa” orientados a prevenir el fracaso escolar y lograr la retención en la escuela secundaria.

En el abandono escolar existen causas intrínsecas al sistema educativo y hay otras de índole socioeconómica: bajos ingresos, migración, desintegración familiar, adicciones. Sin embargo, algunos programas pueden y deben ser realizados. Por ejemplo la realización de actividades extracurriculares, con el acompañamiento de tutores, que motiven a los jóvenes: juegos, gimnasia, fútbol, informática talleres de carpintería, tornería, radio, teatro, producción audiovisual, etc.

La articulación de la educación con el empleo presenta otro gran desafío. Según datos de la OIT, la tasa de desempleo juvenil a nivel mundial es de 13%, mientras que en la Argentina alcanza al 18,9%. Esta tasa podría reducirse si se potenciaran los diversos programas de formación que capacitan a los jóvenes para una pronta salida laboral: la educación técnica de nivel secundario, las tecnicaturas terciarias, las prácticas profesionales en las empresas son sólo algunas de ellas. Es de destacar que, según nos informa su director ejecutivo, Lic. Gabriel Sánchez Zinny, director del Instituto Nacional de Educación Tecnológica, INET, con los programas que brinda la institución se logra una tasa de graduación del 40%. La mayor deserción se observa en tercer y cuarto años, en la transición de los contenidos comunes a la especialidad. Existen además los programas gratuitos de formación y trabajo de la Fundación Forgen, con variadas prácticas en las empresas. El Estado, en sus diferentes dependencias, provee también 15 planes de formación laboral.

Por último, debemos considerar la mejora de la calidad educativa a través de prácticas pedagógicas innovadoras. La región cuenta con diversos modelos de resultados exitosos; el programa de las “Escuelas del Mañana”, en Brasil, redujo el ausentismo y mejoró los aprendizajes en zonas de riesgo y la “Nueva escuela de Mañana”, en Colombia, que integra estrategias curriculares, comunitarias, de capacitación, seguimiento y administración. Estos modelos sin duda podrían ser adaptados a nuestro contexto a fin de ofrecer múltiples herramientas para la población más vulnerable que generen salidas laborales y mejoren la calidad de vida de la gente.

Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de Los Andes.

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