Lucas Suárez, el abogado mendocino con distrofia muscular que burló dos veces a la muerte

Se recibió hace dos semanas y quiere ejercer cuanto antes para ayudar. Tiene una enfermedad degenerativa, y casi muere en un incendio y también por Covid. Aun así, sigue soñando.

Lucas Suárez, el abogado mendocino con distrofia muscular que burló dos veces a la muerte
Lucas Suárez, el abogado mendocino con distrofia muscular que burló dos veces a la muerte. | Foto: Los Andes

“No quiero seguir acá sólo porque tenga una misión que cumplir. También quiero ser feliz”, dice sin melodrama, sin afectación. Sólo es su deseo. Lucas Suárez tiene 25 años, acaba de recibirse de abogado y cuando le preguntan cómo se define, lo primero que dice es: “Tengo distrofia muscular, una enfermedad degenerativa”. Lo dice sin quejarse, como si dijera que es morocho.

“Quiero comenzar a ejercer ya mismo. Esta semana pago la matrícula y comienzo. No puedo perder tiempo. No sé cuánto voy a durar”, sentencia. No como una queja. Solamente está respondiendo a la pregunta ¿quién sos?, la primera de la entrevista desde su casa, en San Martín.

-¿Por qué te pintas las uñas de negro?

-¡Uh, eso no lo cuentes, ja, ja!- dice, mientras enrojece detrás de su máscara de oxígeno y trata de esconder la mano izquierda, donde tiene las uñas largas y pintadas de negro. -No sé, son locuras mías. Tiene una onda medio dark y me dieron ganas de probar algo nuevo. Soy así. Me gusta probar.

Su vida fue dura desde siempre. “Mi infancia pudo haber sido mejor, pero viví muchas cosas difíciles. Mis padres biológicos no eran buenas personas. Me sometían a violencia física y por eso me separaron de ellos. Mis padres adoptivos me llevaron cuando cumplí 4 años”, repasa.

A los 6 años le diagnosticaron la enfermedad. “Caminaba de forma torpe, me caía mucho, no podía correr. Entonces comencé a ir a los médicos, a hacerme estudios y me diagnosticaron la distrofia”, cuenta Lucas.

Aun así, pudo hacer la escuela primaria en un establecimiento común. “Fui al San Pío, pero debieron cambiarme de escuela para comenzar la secundaria, porque ahí había escaleras y yo ya caminaba con dificultad”. Se cambió al colegio Simón Bolívar.

Esquivar la muerte

Fue otra trampa del destino, tendida a las 7.45 de la mañana del 30 de julio de 2013. Como todas las mañanas, Lucas había llegado a las 7.40. Una traffic lo dejó en la puerta. Usaba silla de ruedas o un soporte, dependiendo de cómo sintiera. Tenía 13 años e iba a primer año.

Lucas Suárez, el abogado mendocino con distrofia muscular que burló dos veces a la muerte. | Foto: Los Andes
Lucas Suárez, el abogado mendocino con distrofia muscular que burló dos veces a la muerte. | Foto: Los Andes

Como todos los días, lo acompañaron hasta su aula y lo ayudaron a sentarse cerca de una estufa. Allí esperaba el inicio de clase. A las 7.45 un humo negro, espeso, comenzó a invadir la escuela. Bajaba del cielorraso. El aire se tornó irrespirable. Se dio la orden de evacuar.

El fuego se había iniciado en un desperfecto eléctrico en las instalaciones que estaban entre el techo de chapas de zinc y el cielorraso suspendido, formado por largas y delgadas fajas también de chapa. El fuego se alimentó del material aislante, cartón embreado, lana de vidrio y poliuretano expandido.

Fue una secuencia caótica. Los chicos corrieron hacia afuera, mientras el personal controlaba la evacuación y trataba de evitar que los alumnos reingresaran a buscar sus mochilas. Entonces, alguien se acordó de Lucas. Una profesora intentó reingresar pero el humo había invadido todo.

El preceptor Alejandro Manrique estaba llegando a la escuela en ese momento y vio el caos. Se acercó y escuchó que Lucas estaba adentro, así que entró. Lucas, sin posibilidad de salir por sí solo, se había dejado caer al suelo y se había arrastrado hacia el pizarrón, tratando de alcanzar la puerta. Las fajas de chapa del cielorraso, casi rojas por el calor, habían caído sobre él, le habían derretido la campera y le habían quemado el pantalón y el resto de la ropa. También la piel. En brazos de un padre y del preceptor Manrique, fue sacado de la escuela.

“Me quemé el 60 por ciento del cuerpo. Estuve un mes y medio internado en el Notti y otro mes y medio yendo periódicamente. Eso me debilitó aún más los músculos. No volví a caminar”, cuenta.

Pero siguió estudiando y completó el secundario en término. “Me recibí y me decidí a estudiar abogacía, porque odio las injusticias y me gusta proteger a las personas. Además, me gusta pelear”, dice convencido, y se ríe.

Estudió en la Universidad Siglo XXI. “Porque me daba la oportunidad de hacer toda la carrera en forma virtual. Empecé en 2018 y terminé ahora, rindiendo la tesis. Hice la carrera en seis años, a pesar de que pasaron otras cosas”, resume Lucas. Si, faltaba más. Todavía faltaba más.

Llegó la pandemia y parecía que había pasado sin consecuencias para Lucas, pero la suerte no podía ser tanta. “Me agarró Covid en mayo de 2022. Estuve cinco días internado, los primeros tres totalmente inconsciente. Cuando me desperté, no sabía qué había pasado. Desde ese momento me quedé con esta insuficiencia respiratoria que tengo”.

Sin tiempo que perder

Lucas Suárez perdió la movilidad, la facultad de respirar de manera totalmente autónoma, perdió la posibilidad de alimentarse solo, de ser totalmente independiente. Pero no perdió su voluntad, ni su capacidad abrumadora de hacer planes, de mirar siempre hacia adelante por más que el adelante sea un tiempo incierto.

-Ya rendí la tesis, tratando la problemática de grupos en situación de vulnerabilidad, hace dos semanas. Ahora estaba juntando plata para pagar la matrícula. Eso lo haré la semana que viene. Me interesa el fuero Civil, quiero especializarme en Familia. Apenas me habiliten para el ejercicio profesional, le meto. ¡Tengo unas ganas de trabajar!

-¿Por qué tantas ganas? ¿Qué te motiva tanto?

-Es que siempre me he tenido que esforzar el doble y ahora sé que necesito pensar rápido. No puedo perder el tiempo. No sé cuánto voy a durar. No hay tiempo que perder. Si crezco profesional y económicamente, puedo ayudar. He pensado en armar una cooperativa, un merendero, en ayudar.

Lucas dice que es un joven “muy normal”, que le gustan mucho “los videojuegos, mirar series, leer novelas policiales y románticas”. “Me gusta salir, aunque ahora no lo hago tan seguido”, admite.

No está solo. Siempre han estado su mamá Marité Martínez, su papá Kelo Suárez, su hermana Flor, su sobrino Gerardo. “Somos nosotros cinco, siempre”, dice el flamante letrado.

Sostiene que su imagen de adoración es la del Arcángel Miguel, esa en donde se lo ve con una espada defendiéndose de las fuerzas del mal y de la muerte. Dicen que el Arcángel, en cambio, adora la voluntad de Lucas.

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