Definiciones académicas de encastado, encaste y encastar
Encastado: “Que tiene casta o las características consideradas propias de su casta”.
Encaste: “En el diccionario del español jurídico de la Real Academia Española se define encaste dentro del derecho administrativo,como una estirpe o variedad: subpoblación cerrada genéticamente estable y uniforme de animales reproductores de una raza concreta, que ha sido creada a base de aislamiento reproductivo, siempre con determinados individuos de esa raza, sin introducción de material genético distinto, al menos por un mínimo de cinco generaciones”.
Encastar: “La Real Academia define encastar como mejorar la casta de una ganadería por cruce o por refrescamiento (verbo transitivo). En una segunda voz define encastar como procrear, hacer casta (verbo intransitivo)”.
Característica única de la clase (o casta) política argentina según Pola Oloixarac
“Había regresado a Buenos Aires después de una adolescencia europea, cortesía de su padre embajador en Madrid, y era riquísima, de una riqueza apabullante como solo se da en la clase política argentina”. Pola Oloixarac en su último libro “Bad hombre” (2024).
Es una lástima que la celebración del primer año del gobierno del presidente Javier Milei (que ocurrirá el martes 10 de diciembre) haya sido precedida por una última semana donde el debate sobre la cuestión de la corrupción (una de las áreas fundamentales por las cuales el actual presidente llegó al poder, prometiendo acabar con ese mal estructural), no le fue favorable al oficialismo nacional. Ni en la cuestión de la Ficha Limpia, ni en el caso del senador nacional Edgardo Kueider (el Antonini Wilson de la era Milei), habiendo tenido ambos temas una enorme repercusión en la opinión pública, en la ciudadanía decente. Casi toda negativa.
Una verdadera lástima, justo cuando Javier Milei corona el año con una situación económica (que sin haberse consolidado aún ni mucho menos) genera en la mayoría de la población importantes esperanzas, la palabra que había desaparecido absolutamente del léxico de los argentinos hace un año atrás. Nada más y nada menos. Un balance en general favorable para su gobierno.
Sin embargo, la semana previa transcurrió políticamente como una comedia de enredos de difícil explicación (mejor dicho, enteramente explicable y favorable para el cristinismo, pero a la vez, del todo inexplicable y desfavorable para el mileismo).
Primero, porque se haya acordado algo entre el gobierno y la principal oposición (la reelección de Martín Menem en la presidencia de la Cámara de Diputados, algún contubernio relacionado con el impresentable juez Ariel Lijo, etc.) o segundo, porque el gobierno haya caído en un exceso de pragmatismo (dicen los mileistas: aunque la justicia la haya condenado como delincuente comprobadísima en temas de corrupción, más vale que Cristina no sufra ningún efecto de las penas para que no se victimice), es desde todo punto de vista inexplicable e inentendible para la importante mayoría que votó a Milei a presidente, que no se haya aprobado la ley de Ficha Limpia por el único, total y absoluto fin de favorecer a Cristina Fernández de Kirchner. Y esto no es la opinión de un ignoto columnista, es un dato puro de la realidad más evidente. Porque Ficha Limpia no se aprobó en Diputados pura y exclusivamente por la coincidencia para no votarla de cristinistas y mileistas. Los adláteres legislativos de Cristina amenazaron con algo así como generar la tercera guerra mundial si se aprobaba la ley (ley que fuera una de las primeras promesas de Milei al asumir la presidencia) y el gobierno se intimidó impidiendo dos veces que se lograra el quorum y ahora excluyendo a Ficha Limpia de las sesiones extraordinarias.
Pero como el destino, la casualidad o la causalidad, suelen recordarle a los hombres las promesas que pretenden incumplir, sobre llovido mojado: allí nomás, mientras aún no se diluían para el gobierno los efectos negativos de impedir la Ficha Limpia en beneficio de Cristina y sólo de Cristina, estalló otro caso donde todo acabó definitivamente mezclado, como era de prever cuando los que llegaron al poder para presuntamente exterminar la casta, se ponen a negociar con la crème de la crème de esa misma casta. Y no por razones de Estado, sino por meras conveniencias partidarias y electorales.
Sin dudas, la figura política de la semana fue el senador Edgardo Kueider, aunque no tanto por sus escándalos, sino por la actitud que frente a él tomaron cristinistas y mileistas.
Así como en el tema de la Ficha Limpia no se entendió porqué el mileismo tenía el mismo interés en que la ley no saliera que el cristinismo (que por razones obvias no quería que saliera), con el tema del tránsfuga hoy preso vip en Paraguay, fue todo -en apariencia- casi al revés: acá tanto cristinistas como mileistas se muestran implacables, justicieros, durísimos, a ver quién condena más la corrupción del senador caído en desgracia.
Ninguno de los dos bandos quiere Ficha Limpia para los delincuentes condenados, pero los dos bandos quieren condenar de la manera más acabada posible a Kueider aunque éste aún no haya sido condenado por la justicia. Los cristinistas proponen la inmediata expulsión del Senado del miembro pecador aunque haya llegado a ese lugar en sus boletas electorales. Y los mileistas proponen que si destituyen a este senador, que lo mismo se haga con todos los senadores que tengan causas judiciales.
O sea, en la misma semana en que los dos bandos enemigos unidos no aceptaban una ley tan razonable, tan medida y tan moderada como excluir de los cargos públicos a todo funcionario que tenga condena judicial de segunda instancia, ahora quieren echar a uno o a todos los que tengan apenas una causa judicial abierta, incluso sin aún condena judicial alguna. De oponerse a una sana ley anticorrupción pedida por toda la sociedad, ahora se pelean para ver quién es más luchador contra la corrupción. A ver si te animás a echar a ese caradura que se pasó para tu bando, dice Cristina. A ver si además de ese tipo te animás a echar a todos los demás corruptos que tenés en tu bando, le retruca Milei. Es tuyo, le dice el presidente a la ex-presidenta. No, ahora es tuyo, le dice ella a él. La misma señora que con Urribarri miró para cualquier otro lado. La misma señora que tiene un hijito que se acaba de fotografiar sonriente, en plena actitud de camaradería entre compañeros, con Insaurralde, el del yate y la vedette. Pero ahora resulta que todos son Robespierre, guillotinadores lapidarios de todos los corruptos.
Cuando la verdad es muy otra y nada tiene que ver con la lucha contra la corrupción. El senador Kueider es un oficialista consuetudinario de la casta permanente. Así, no se cansó de delinquir cuando era un apreciado dirigente al servicio del cristinismo, y lo siguió haciendo cuando le empezó a votar las leyes al mileismo. No sabemos si tendrá razón, pero en su sabiduría de mafioso con experticia, el senador Kueider nunca se creyó eso de que había una casta y enfrente una anticasta dentro de la elite política argentina. Más bien creyó, y en consecuencia actuó, que todos eran lo mismo.
Que era cierta esa apreciación de Pola Oloixarac, citada más arriba, acerca de que la clase política argentina, la única donde se exhibe tanta riqueza apabullante, no va a cambiar nunca (desde aquellos oligarcas liberales que a principio del siglo XX tiraban “manteca al techo”, hasta los actuales nacionales y populares que siguen haciendo lo mismo con otros modos) . Por eso el hombre siguió delinquiendo votando con los cristinistas o votando con los mileistas, a la carta, según conveniencia.
Sin embargo, esa expresión demostrada y apabullante de corrupción concreta que tanto indigna a las mayorías populares y decentes de la Argentina, es un tema que tiene sin cuidado a la clase política nacional. Ellos están debatiendo otra cosa, poniendo como excusa, como chivo expiatorio, al senador de la bella secretaria y las detenciones domiciliarias con lujosa pileta de natación.
Es que de golpe y porrazo, sin que quizá nadie lo quisiera, el corruptillo se convirtió en el voto clave para determinar quién se queda con la mayoría en el Senado.
Con típica lógica de casta los cristinistas están pidiendo la expulsión de Kueider, porque saben que es la vacante que necesitan en el Senado para que prácticamente se queden con la mayoría y así entonces, ni aunque mañana el gobierno se arrepienta y decida sacar Ficha Limpia, no podrá pasar en el senado. Y con típica lógica de casta los mileistas están pidiendo que el senador se tome licencia pero que no lo echen para que no entre en su lugar la peronista (para colmo, camporista) que lo sucedía en la lista electoral. O que si lo echan, echen a todos los senadores con la ficha no demasiado limpia. A ambos les importa un rábano lo que la gente pide y el senador corrupto se merece. A ambos les interesa ver quién se queda con la mayoría en el senado. Y esa es una típica lógica de casta, según la definición que de la misma hizo el propio Milei. De los cristinistas no esperamos nada porque ya han demostrado todo. Pero de los mileistas esperamos todo porque prometieron acabar con la corrupción de la cual la casta K es la abanderada.
La mayoría de los argentinos aún sigue creyendo en que algún cambio para bien será posible. Pero si los actores del poder siguen actuando como lo hicieron esta semana (primero haciendo una alianza contra natura para no votar Ficha Limpia y luego fingiendo pelear para ver quien es más duro contra la corrupción) las esperanzas comenzarán a diluirse. Es buenísimo mejorar la economía, pero hacerlo con una dirigencia decente para que esta vez el cambio sea verdadero y duradero. ¿Será mucho pedir?
Como postdata, un consejo para los dos principales protagonistas de la política argentina. Que Cristina, la jefa de la casta, no se declare indignada con Kueider cuando está llena de esos personajes entre los suyos (incluida ella misma). Y que Milei, al que tantas veces criticamos -y seguimos criticando- por exceso de ideologismo, ahora no caiga también en el pecado contrario: el exceso de pragmatismo. Porque en ese exceso lo está esperando la casta tradicional para incorporarlo definitivamente a sus filas.
* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar