Al parecer, la vitivinicultura argentina enfrenta un momento crucial que podría definirse como el proceso de las tres P: producto, proceso y personal. Con un panorama económico que comienza a clarificarse y una cosecha prometedora en términos de volumen, surgen nuevos desafíos que exigen un replanteo profundo al interior de las empresas y referentes del sector comienzan a hablar el tema y poner blanco sobre negro.
La primera cuestión es el producto. ¿Qué hacer con el portfolio actual? ¿Qué productos mantener, en cuáles innovar y cuáles eliminar? El cambio en las preferencias de los consumidores abre un espacio para productos innovadores, como los vinos sin alcohol, de baja graduación alcohólica o espumantes infusionados con hierbas. Tal como señaló el presidente del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), Carlos Tizio, quien aseguró que se multiplican los pedidos en el organismo nacional, las bodegas ya van por ese camino.
Sin embargo, este replanteo no solo busca responder a nuevas tendencias, sino también maximizar el rendimiento comercial. Los últimos datos del INV revelan que, entre enero y noviembre de 2024, las exportaciones de vino fraccionado crecieron un 3,3%. En este contexto, los vinos sin mención de varietal experimentaron un incremento notable del 17% en volumen, mientras que los varietales, liderados por el Malbec, solo avanzaron un 1,3%.
El segundo eje es el proceso. Con la apertura de las importaciones, las bodegas tienen hoy un mayor acceso a tecnología avanzada, lo que abre la puerta a la automatización y la optimización a bajo costo. Incorporar herramientas que mejoren la eficiencia productiva es clave para mantenerse competitivos en un mercado global exigente. Proveedores consultados aseguran que hay un movimiento importante, teniendo en cuenta, la mejora del acceso al crédito y las condiciones para importar, que hacen que el 2025 llegue con mejores perspectivas.
Además, la inflación en retroceso ya no podrá ocultar las ineficiencias operativas. La mayoría de los establecimientos, hoy miran y revisan sus procesos para identificar cuellos de botella y adoptar soluciones que potencien la productividad sin comprometer la calidad.
El tercer punto es el personal, un tema sensible y de largo plazo. La “eficientización” en este ámbito implica analizar estructuras, implementar capacitaciones y adoptar sistemas que permitan optimizar el trabajo humano en función de las nuevas tecnologías. Este punto es el más desafiante, ya que requiere equilibrio entre la modernización y la responsabilidad social empresaria.